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Vanguardia directa al corazón

La compañía andaluza La Zaranda pisa el escenario del Cuyás con ‘Ahora todo es noche’, un montaje en el que afloran marcas identitarias como el estudio de los clásicos, el reflejo de la sociedad, la justicia poética, un fuerte expresionismo visual y un gran respeto al público.

Miércoles, 30 de mayo 2018, 18:53

Cuarenta años sobre los escenarios lleva la compañía andaluza La Zaranda, primero como teatro inestable de Andalucía a la baja y ahora de ninguna parte. El dramaturgo Eusebio Calonge, que firma también Ahora todo es noche, con el que estos artesanos inimitables recalan los próximos días 1 y 2 de junio en el teatro Cuyás, tiene muy claro qué les mueve y por qué han conseguido convertirse en una referencia nacional e internacional, ya que La Zaranda se transforma en un acontecimiento cada vez que emprende una de sus habituales giras por Latinoamérica.

«Es válido lo que emociona o busca emocionar. Eso es lo que mueve al creador. Lo que no emociona, para mí, no es arte. Puede ser un ejercicio extraordinario desde un punto de vista literario o escénico, pero si no emociona al espectador...Con todos los recursos que tiene el arte, La Zaranda ha establecido su territorio con un expresionismo visual muy fuerte, en el que hacemos de lo solemne algo cotidiano, de lo cotidiano algo solemne, de lo trágico algo cómico y viceversa. Siempre hemos estado en la frontera entre el sueño y la realidad», señala Eusebio Calonge.

La ilusión y esos sueños a los que alude permiten entender qué es La Zaranda. «Nadie te puede quitar los sueños. Está en el interior del hombre. Son sus alas. Sin éstos te conviertes en un burócrata teatral y así este oficio no tiene sentido para nosotros. Los sueños te dan libertad. ¿Quién detiene a los que sueñan?, decía uno de los personajes de nuestro montaje La puerta estrecha», rememora.

Los responsables de montajes tan celebrados como Nadie lo quiere creer. La patria de los espectros (2010) o El Régimen del Pienso (2012), entre otros, no han hecho más que guardar fidelidad a sus principios. «Hemos sido obedientes con lo que quería el teatro. Hemos estado en el campo de batalla diario de los escenarios durante los ensayos. Hemos sido consecuentes y no hemos mirado tanto lo que es vendible o está de moda. Lo que lleva el marchamo de moderno es fugaz y poco interesante. Siempre hemos mirado dentro de nuestro propio corazón. Es nuestro camino. Con la idea clara de atravesar cada tramo como si fuera el último, porque ponemos todo nuestro empeño en cada obra, sin pensar que después vendrán otras», explica.

Esa mirada introspectiva se complementa con una devoción absoluta hacia los clásicos y un respeto máximo hacia el público. «Trabajamos siempre en la vanguardia, pero con la vista puesta en los clásicos. Es lo que han hecho siempre los grandes vanguardistas. Profundizar en la tradición. Los rupturistas son los modernos. Eso ahora se confunde mucho», asegura sobre una concepción del oficio que está presente en Ahora todo es noche, esta nueva obra protagonizada por tres mendigos, ante la que ha caído rendida la crítica y el público.

«Si miramos a nuestros mendigos clásicos, podemos llegar incluso a los reyes destronados, como Lear, Prometeo o Segismundo. Se puede llevar a cabo un camino a la inversa. Son reyes cuya realidad es la cara oscura de la vida. Todos tenemos algo de las dos cosas. Hay una grandeza humana que es la que rescatamos y hablamos. Un hombre, por más que no tenga nada material, sí que puede ser grande. Puede estar ajeno a las necesidades perentorias y muchas veces absurdas de la cacharrería tecnológica que nos venden continuamente. Con frecuencia, el que menos necesita es el que más tiene», dice.

Reconoce que «hay mucho trabajo» dentro de Ahora todo es noche en torno a Rey Lear, de William Shakespeare. «Hemos llevado el texto a nuestra necesidad. Siempre trabajamos los clásicos y profundizamos en éstos para extraer cosas que después llevamos al lenguaje de La Zaranda y del hombre de hoy», desvela.

Metáfora social

Este montaje puede entenderse como una reflexión sobre la propia compañía y sobre la época actual. «La obra está protagonizada por personajes marginales, sin techo, pero refleja una metáfora mayor, la de las carencias de todos, porque todos nos sentimos en algún momento mendigos. Todos mendigamos algo en la vida. Se trata de carencias afectivas, espirituales y humanas».

Calonge sigue con su explicación sobre Ahora todo es noche: «La obra habla de la oscuridad en una sociedad que parece que no encuentra horizonte. No se encuentra una armonía ni una realidad social más justa. El texto refleja esa oscuridad pero también hay un atisbo de esperanza, como es habitual en nuestros trabajos. Se posibilita la creencia y la fe de que las cosas mejores son posibles, por más oscuras que se vean. Abordamos la tragedia de la forma más cómica que podemos. Es otra parte del secreto de nuestro lenguaje. Se va encontrando la luz, la esperanza en una justicia poética. El hombre puede hacer las cosas peores que nos imaginamos, pero también puede hacer las cosas mejores».

A este dramaturgo le resulta muy difícil explicar el punto de partida de sus obras, incluida esta última. «Puede existir una imagen real, un hombre que duerme entre cartones... puede que haya sido el detonante, al igual que la propia historia de la compañía. Estamos ante un cabo más dentro de la madeja. En cada obra hay distintos puntos de partida. Y después está cada actor. La Zaranda es un núcleo creativo muy intenso que pide a cada actor que sea un artista creativo, no un mero intérprete de un texto», añade.

Sobre el escenario del teatro Cuyás estarán Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez, alias Paco de la Zaranda, que también dirige la obra. «En cada obra analizamos las posibilidades de conseguir que el sueño sea tangible. Teníamos claro que necesitábamos volver al núcleo duro. De vez en cuando nos hace falta una poda, para ir a lo más esencial, para redefinirnos y para replantear el camino trazado. En el próximo montaje volveremos a contar con más actores», adelanta Calonge.

El prestigio y la trayectoria acumulada se convierten en ceniza cada noche, apunta. El culpable es el público. «Tenemos trayectoria y un camino hecho, sin duda. Pero lo único que sé ahora es que tengo un estreno en el teatro Cuyás. Ese público no ha visto la obra. Muchos espectadores no saben siquiera quién es La Zaranda. No vale de nada que hayas triunfado antes en la Conchinchina. Lo importante en cada función es generar la emoción y buscamos llegar a cada espectador. No a la masa ni a la taquilla. El que busca eso se equivoca. Nosotros vamos al corazón, que es lo que mueve la cabeza y te hace pensar».

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