El mosaico creativo de Ginsberg
La editorial Anagrama, dentro de la colección Compendium, acaba de publicar el volumen titulado ‘Ginsberg Esencial’, que permite acercarse a este icono de la contracultura de EEU a través de una selección de sus textos públicos y privados.
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,/ hambrientas histéricas desnudas,/ arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,/ hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con la estrellada dínamo de la maquinaria nocturna,/ que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz (...)». Este es el punto de partida de uno de los aullidos poéticos más icónicos de la segunda mitad del pasado siglo XX, que consolidó a Allen Ginsberg, que lo escribió con apenas 29 años, como una de las voces literarias más potentes y renovadoras de Estados Unidos.
Aullido y otros poemas (1955) fue el primer volumen que publicó este hijo de un profesor y poeta judío y de una profesora vinculada al partido comunista, que pasó buena parte de su existencia ingresada en centros especializados por los desórdenes mentales que padecía desde su juventud. En aquel libro se incluyó el mencionado Aullido, cuyo medio centenar de copias pasaban, un año antes, de mano en mano o se recitaban en los círculos más alternativos e intelectuales de un país en el que el desencanto, como hoy, en pleno siglo XXI y bajo el yugo del radicalismo republicano, cabalgaba a sus anchas entre la población de esta gigantesca y poderosa nación americana.
Desde aquel momento, la figura de Allen Ginsberg quedó fijada a Aullido. No se entiende el genio de este miembro fundacional y clave de la denominada Generación Beat sin este largo, tormentoso y lúcido poema, que marcó el camino literario y político de millones de lectores. Tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.
Pero resulta injusto y una falacia reducir la capacidad creativa de esta polifacética figura de la cultura alternativa norteamericana a esta pieza emblemática. Cierto es que sin Aullido todo lo que hizo antes y lo que vino después, hasta su muerte en 1997, no hubiese sido igual. Pero para entender la trascendencia y la capacidad creativa de Allen Ginsberg conviene conocer sus restantes creaciones, tan personales como este poema.
Acaba de aterrizar en las librerías españolas Ginsberg Esencial, volumen editado por Anagrama dentro de su colección Compendium, que se erige como una puerta de entrada idónea para su poliédrico universo creativo.
«Este libro funciona como un mosaico de la vida de Ginsberg y del enorme corpus de su obra tanto publicada como inédita, y es una introducción para los lectores que no conozcan su poesía, su prosa y sus fotografías», apunta Michael Schumacher en el prólogo de este volumen que incluye también una selección de sus ensayos, diarios, correspondencias, fotografías y entrevistas.
Schumacher aclara que este «poeta, profesor, budista, ensayista, letrista y fotógrafo» nunca publicó una autobiografía ni unas memorias. «Le parecía que bastaba con el corpus general de su obra», señala Schumacher.
«Escribió mucho (sobre todo cartas y diarios) deteniéndose poco a pensar en si lo acabaría publicando, y hay que decir en su honor que no cambió de opinión cuanto tuvo fama internacional y se publicaron sus cartas y diarios. Continuó consignando sus pensamientos más íntimos hasta que murió», añade este especialista.
Su gran capacidad productiva, con artículos constantes en periódicos y revistas, a las que sumaba sus apariciones televisivas, convirtieron a Allen Ginsberg en una celebridad en su país. En una voz crítica que «llegó a millones de personas que jamás habían leído su poesía», dice Schumacher.
La creación literaria fue el punto de partida, pero no el único camino en el que se significó este miembro fundador de la Generación Beat, junto a William Seward Burroughs, Jack Kerouac y Lucien Carr. Aulló por la defensa de los derechos humanos, la liberación sexual y gay, la libertad de expresión y contra la Guerra de Vietnam, entre otros temas.
Evidentemente, su compromiso social y político se concentra en Ginsberg Esencial en sus ensayos, en las entrevistas y en la correspondencia, aunque sus ideales y posturas políticas sobrevuelan cada una de sus creaciones.
En el ensayo titulado Poesía, violencia y corderos temblorosos o Manifiesto del día de la Independencia, que figura en este libro recién editado en nuestro país, denuncia la puesta en marcha de una maquinaria estatal para establecer una «conciencia mecánica» y reducir la individualidad.
En este texto, también exhibe su defensa del consumo de droga. «En todos los estados ha surgido, promovida por el gobierno central, una burocracia policial inmensa y sádica con el fin de perseguir a los iluminados y lavarle el cerebro a la gente con mentiras oficiales sobre las drogas, y aterrorizar y aniquilar a los adictos que han enfermado en su búsqueda espiritual», escribe. Incluso, lanza que «ser un yonqui en Estados Unidos es ser como un judío en la Alemania nazi».
Ahondó en esta postura durante su testimonio, en junio de 1966, en defensa del consumo del LSD ante un Subcomité Especial del Poder Judicial del Senado, en la ciudad de Nueva York, que se reproduce también en las páginas de Ginsberg Esencial.
Un visionario
Describe en julio de 1959 a su país como si estuviese viendo lo que hoy es en manos de Donald Trump y sus fanáticos seguidores: «Tenemos una Norteamérica enloquecida por el materialismo, una Norteamérica convertida en un Estado policial, una Norteamérica sin sexo y sin alma, dispuesta a declarar la guerra al mundo por defender una falsa noción de autoridad».
Su forma libre de encarar la poesía lo defiende en la primera parte de su ensayo Cuando la forma de la música cambia los muros de la ciudad tiemblan, mientras que en un apartado de Contribución en prosa a la revolución cubana alude a la «experiencia alucinatoria-mística» que experimentó en 1948, en Harlem, donde escuchó la voz del poeta William Blake.
«Escuché aquella voz suya dándome órdenes y dictándome profecías desde la eternidad, sentí cómo se abría completamente mi alma, sus puertas y ventanas, y cómo el cosmos pasaba a través de mí y experimentaba un estado de conciencia aparentemente alterada tan fantástico y tan de ciencia ficción que más tarde me dio miedo haberme topado a solas con la puerta secreta del universo», relata sobre esta sorprendente experiencia con la voz del poeta fallecido en 1827.
Los extractos de sus diarios, así como una selección epistolar que incluye cartas enviadas a Jack Kerouac, Neal Cassady, William S. Burroughs, Diana Trilling y a Nicanor Parra, entre otros, descubren aspectos significativos de su existencia. Al igual que las dos entrevistas que se reproducen, también en este libro, una concedida a Thomas Clark, en 1965, para The Paris Review, y la que se publicó, cinco años después, en New York Quaterly.
Las claves de la Generación Beat, por uno de sus pilares
Allen Ginsberg ha pasado a la historia no solo por su producción literaria, sino por ser uno de los fundadores de la Generación Beat. En el libro Ginsberg Esencial se incluye un ensayo en el que el propio poeta e intelectual norteamericano habla sobre este movimiento.
«La definición de Generación Beat surgió de una conversación concreta entre Jack Kerouac y John Clellon Holmes en 1950 o 1951 en la que discutíamos sobre la naturaleza de las generaciones y recordábamos el glamur de la generación perdida», explica Ginsberg al comienzo de Una definición de la Generación Beat, que se publicó en 1981.
Explica como la palabra beat comenzó a significar «una especie de carnaval subterráneo (contracultural)» en los alrededores de Times Square en la década de 1940. Apunta: «Colega, estoy beat... significaba que te habías quedado sin dinero y no tenías dónde dormir».
Señala que el término tuvo distintos «sentidos», como exhausto, acabado y arruinado, y beatífico, hasta que pasó a convertirse en un «movimiento literario», que es el que se ha mantenido hasta hoy.
«Un grupo de amigos que escribieron juntos poesía, prosa y textos de concienciación cultural desde mediados de los años cuarenta hasta que el término se hizo popular en todo el país a finales de los cincuenta. El grupo lo componían Jack Kerouac y el prototipo de héroe de En la carretera –Neal Cassady–, William Burroughs, autor de El almuerzo desnudo y otros textos, Herbert Huncke, John Clellon Holmes, autor de Go, The Horn y otros libros, y yo», explica.
Reconoce que con el paso del tiempo estos autores, a los que se sumaron muchos otros, influyeron en otras disciplinas artísticas, como el cine, la pintura y la escultura, lo que generó «el renacimiento de una cultura bohemia».
La liberación sexual y espiritual, la lucha contra la censura, la desmitificación de algunas leyes contra el consumo de drogas, la evolución musical encabezada por Bob Dylan, la conciencia ecológica, y la oposición a la maquinaria industrial, entre otros, son algunos de los principales principios fundacionales de esta generación, según Allen Ginsberg.
Incluso, al final del ensayo, recurre a una frase de En la carretera, la novela de Kerouac que ha quedado como uno de los paradigmas del movimiento, para definir «la esencia» de la Generación Beat. «Todo me pertenece porque soy pobre».