Dokoupil en la FCDP
«El checo es un artista moderno, pintor de la multiplicidad. Innovador, intenso, lúdico. Concilia la voluntad de cambio de Picasso con la sensibilidad de Matisse».
Carlos Díaz-Bertrana / Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 1 de octubre 2018, 11:20
Desde julio de 2016, Gran Canaria tiene un nuevo espacio dedicado a la cultura. La Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura es una generosa iniciativa privada. Una colección familiar, con más de 600 obras de destacados artistas, que sus propietarios desean compartir con la ciudadanía. Además organizan exposiciones temporales, en esta ocasión una individual de Dokoupil, un artista de prestigio internacional que presenta Lara´s Bubbles, sus últimas pinturas con burbujas de jabón y que pueden verse hasta noviembre.
A finales de los setenta del siglo XX irrumpe una nueva generación de artistas que en pocos años alcanza un gran éxito. Exponen en las principales galerías y museos; importantes colecciones públicas y privadas compran sus obras. Son individualidades muy fuertes, pero todos comparten el hartazgo con el dogmatismo de los movimientos artísticos dominantes. En Italia, los creadores de la Transvanguardia Italiana, arropados por el crítico Benito Oliva, se alzan contra el povera, vindican el novecentismo y el genius loci. En Estados Unidos contra la tradición minimalista, en España contra el informalismo y en Alemania contra el arte conceptual. Se oponen a un arte frío y racional que privilegia la idea sobre el objeto artístico y revitalizan la pintura, la figuración y el expresionismo. Una propuesta sorprendente que fue tildada de reaccionaria y de vuelta al orden por los que habían decretado la muerte de la pintura. Pero el tiempo ha confirmado que fue algo más: una expulsión de los dogmas del arte, que vuelve a ser el espacio de la libertad, y el nacimiento de la pintura postconceptual que integra y supera dialécticamente la abstracción, la figuración, el conceptual, el surrealismo y el expresionismo.
En esta historia Dokoupil juega un papel principal. Hijo de un inventor, nació en 1954 en la capital de Moravia, en Chequia, y llegó a Alemania tras la Primavera de Praga. Estudia en las escuelas de Arte de Colonia, Frankfurt, Dusseldorf (con Joseph Beuys y Kosuth) y Nueva York (con Hans Haacke). «Mis profesores odiaban de tal forma la pintura que me obligaron a ser pintor» dice. Al principio junto a Walter Dahn y los artistas de la Mulheimer Freiheit, pronto en solitario. Su obra es muy versátil, un continuo cambio de formas, de temática, de estructura, de técnicas y procedimientos.
Dokoupil es el artista moderno, pintor de la multiplicidad. Innovador, intenso, lúdico. Concilia la voluntad de cambio de Picasso con la sensibilidad de Matisse y, como todo el buen arte, según Nietzsche, liga su poética a la duplicidad de lo apolíneo y de lo dionisíaco. En sus cuadros entra el placer sensual, la pasión y el instinto, pero también la razón, la belleza, el sueño y la poesía. A un ritmo vertiginoso se suceden los cuadros y series.
La obra de Dokoupil siempre está en transito hacia algo nuevo. Su desafío no es consolidar un estilo, sino aportar una visión original y dinámica. El estilo tiene que ver con la actitud, es el artista en su totalidad. Ya lo dijo Baudelaire: el estilo es sólo fidelidad al pensamiento; la pintura no es una cuestión de forma sino de fondo, una grave cuestión de poesía y no un ingenioso problema de sintaxis. Su afán de experimentar técnicas y procedimientos, de renovarse continuamente lleva a que su seña de identidad sea el cambio. Lo único que permanece es el hábito de probar ideas nuevas.
En 1988 llega un hito a su poética, los cuadros pintados con humo de vela. Paul Gauguin escribe: «El matiz que buscaba en mi pintura lo encontré en el sonido monótono y resonante de unos suecos de madera sobre los adoquines de la Bretaña gótica». Dokoupil lo encuentra en la vela y el fuego, que amplía su lenguaje y el de la pintura. No será una serie sino una técnica. Algunos grandes maestros del Renacimiento la usan, generalmente para los fondos; Dokoupil la lleva a la superficie y le da papel de protagonista. Desde entonces deja de ser un «pintor tradicional», sólo en unas pocas ocasiones volverá a pintar directamente con la mano o el pincel.
En 1992 llega el segundo hito a su poética, los Cuadros con pompas de jabón. «Sinfonías de color orquestadas por mí con la participación de la casualidad». Prosigue la indagación en el azar y la abstracción apuntada en los neumáticos, con una técnica delicuescente que irá perfeccionando hasta el virtuosismo. Un mundo de belleza húmeda que comienza con el impacto de una o dos burbujas, que pronto se multiplican y que irá creciendo hasta hoy Es una técnica compleja, hay que crear una burbuja, llenarla de color y fijarla en el lienzo... La burbuja lo conecta con la infancia y el juego.
En la poética de Dokoupil lo banal no es algo desechable, forma parte de la vida, como lo sexual, el instinto, las emociones... Es un artista hedonista, la tristeza no entra en su potica, como todo artista cabal tiene muchas dudas, pero ha aprendido a disfrutar pintando, «con mi arte deseo proporcionar alegría, glorificar al existencia». No tiene que disculparse por tener «buen gusto», ser claro y tener una prodigiosa sensibilidad cromática. Como decía Rudy Fuchs sobre Tápies, no tiene miedo de hacer pinturas bonitas. Sabido es que «el que sabe que es profundo se esfuerza por ser claro y el que quiere parecer profundo se esfuerza por ser oscuro» y, para Dokoupil, la claridad es una estrategia para entrar en la memoria del que mira la obra. Es probable que comparta la declaración de Jeff Koons: «El mundo del arte utiliza el gusto como segregación. Yo trabajo en una obra que pueda gustar a todo el mundo».
Los cuadros de humo, pintados con vela, y las burbujas, con pompas de jabón, son sus obras más conocidas y a las que ha dedicado más tiempo. A veces pasa años sin trabajar esas técnicas, pero siempre vuelve a ellas. Las ha perfeccionado hasta el virtuosismo. No usa pincel ni toca el lienzo con las manos. Los de humo parten de una imagen previa que se proyecta en un lienzo colgado del techo; en el suelo están los de agua, que reciben el impacto de las burbujas. Entre los filósofos Presocráticos Tales de Mileto dice que el universo comienza con el agua y Heráclito de Efeso con el fuego. Bill Viola, como muchas religiones, los considera fuerzas poderosas que expresan tanto destrucción, como purificación y transformación. Y los usa para representar la esencia de la vida. Para Dokoupil son el principio de su poética, las herramientas, «pinceles de fuego y de agua» que amplían los lindes de la pintura y de su experiencia vital.
Dokoupil es un nómada mental que valora la disciplina y el juego, y que siempre quiere ir un poco más allá, hacia lo desconocido, otro nombre de la libertad según Sloterdijk. Mantiene la pasión creativa explorando, aprendiendo, trayendo cosas nuevas a su poética y haciendo pruebas. La novedad de la técnica o la imagen es un atractivo más para enganchar al espectador, pero lo importante es cómo funciona en su poética, cómo la hace crecer. Lo «útil» que puede ser en su discurso. Al trabajar con los cuadros de humo y las pompas de jabón hay que contar con el azar; el fuego se manifiesta a su manera y las burbujas tampoco son dóciles. Ha comprobado que esto será siempre así, son técnicas de incertidumbre, que lo han atrapado. A las que vuelve a menudo, es un perfeccionista y ha visto que puede mejorarlas en precisión, intensidad y sensibilidad.
La técnica de las Pinturas de fuego es inusual, la de las Burbujas es un invento de Dokoupil: Música visual, un festín de luz y color, una pintura liviana y optimista. La de un universo flotante y azaroso como la vida misma, en una agradable deriva que viene de la abstracción lírica, de sensibilidad impresionista. Una pintura expansiva, dinámica, de contundente densidad pictórica, que sitúa las formas a distintas profundidades. Nacen en un tiempo dispar, de pequeñas explosiones, del impacto de las pompas de jabón. Lo que faculta el que se toquen, fusionen o solapen, y se cree una especialidad múltiple y abierta, que puede relacionarse con lo micro o lo macroscópico, lo abisal o lo cósmico, con amebas o medusas... Como todas las buenas obras admite muchas lecturas. Yo la experimento como pura abstracción, energía vital, sensualidad y hedonismo... Ha conseguido posar en el lienzo el color, la luz, lo etéreo, la transparencia, la belleza efímera y el fulgor de las Burbujas.
Desde 2013 Dokoupil añade un vértigo diamantino al color y la estructura de sus pompas de jabón. La pintura es simultáneamente barroca y clara, la luz se intensifica y las imágenes deslumbran por su voluptuosidad. Penetrar en las Burbujas es una experiencia sensorial donde resuenan ecos del inconsciente humano y del latir del universo. Burbujas es un universo en ebullición, excitado, de hipnótico y fulgente esplendor, con «la belleza misteriosa del arte verdadero». Un espacio de seducción que está en perpetua metamorfosis, incluso los colores cambian según la luz o el movimiento. No con la precisión geométrica y algorítmica del op art sino como un estremecimiento humano, un rumor musical.
Burbujas es una pintura que parece evadirse de la gravedad y la retórica. Un sagaz equilibrio de fuerza y tensiones, de potencia y delicadeza. Una visión estética profundamente original que transmite armonía y felicidad. La del arte liberador que, según Houllebecq, festejaba Schopenhauer: «Gracias a la paz que nos proporciona la belleza artística olvidamos los pesares, el tremendo hecho de vivir».
Su colega Nietzsche situaba, en la ligereza divina del juego, el poder creativo de la vida y el arte. Dokoupil, que aun conserva la inocencia y la seriedad con la que juegan los niños, llena los cubos de colores mágicos, deja caer las burbujas en el lienzo y construye un espacio pictórico de belleza radiante, pura alegría física. Un espacio hedonista y visionario que acoge tanto la ligereza burbujeante de Mozart como la densidad de Wagner, la poética centelleante de Oscar Wilde y la laberíntica de Borges.
Burbujas nos mete en la «inquietante extrañeza» de Freud. En su obra hay algo familiar y algo extraño: además de la técnica, una síntesis honesta, singular e inefable, de emoción, sensibilidad y ensoñación... Lo familiar es su original decantación de la tradición: el movimiento de Pollock, de Kooning y Sam Francis, la intensidad de Rothko, la libertad del expresionismo abstracto, la suntuosidad de Gustave Moreau, la fragilidad y lo etéreo de los simbolistas (Odilon Redon), la sensibilidad de Matisse, la pintura impresionista, la magnificencia del color de los maestros venecianos y de El Greco... Como vindica Dore Ashton, es uno de esos artistas que ha comprendido intuitivamente que no importa cuán original sea la obra de un artista, pues lo que con frecuencia la hace inteligible es el cúmulo de la tradición que ha sabido asimilar y transformar. «Para que una obra me interese debe tener un resumen de todo lo que conozco y algo nuevo», dice Dokoupil. Como en el mar poético de Valery, donde encontramos recuerdos del pasado y sueños del porvenir.
Dokoupil celebra la vida mientras avanza por la senda de los grandes maestros, abriendo nuevos caminos. Su arte es «una afirmación simultánea de ruptura y clasicismo» que exhala su formidable sentido del color. Descubre nuevos territorios poéticos y los cultiva. Ahora está experimentando con lapislázuli, cochinilla y espumas.
No le basta las nuevas ideas, no es un filósofo sino un artista que trabaja con la mente, la materia y el cuerpo. Para hacer arte ajusta su persona entera. Algunos terrenos son menos fértiles y los abandona, o mejor, deja en barbecho. Otros, como las velas y burbujas, producen un fecundo resplandor.
Como joyas líquidas, las burbujas parecen fluir en una corriente eterna, por un universo donde el tiempo es una ilusión para evitar que las cosas ocurran simultáneamente... Ya en el Libro del Tao se habla de algo que fluye por el aire, que nada en el aire, que se mueve imperceptiblemente de mente en mente.