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Centro Guiniguada, en el barrio de Vegueta de la capital grancanaria; arriba, a la derecha, María de los Ángeles Barroso, su exdirectora. Arcadio Suárez
Un menor migrante sobre Guiniguada: «Prefiero estar muerto que en ese centro»
Caso Menas

Un menor migrante sobre Guiniguada: «Prefiero estar muerto que en ese centro»

Una exempleada del Centro Guiniguada dibuja un escenario de terror en el que los menores migrantes eran sometidos a un trato «deshumanizador»

Dánae Pérez

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 10 de junio 2023, 23:18

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«'Mi' tiene hambre, 'mi' tiene hambre». En estos términos, en un español incipiente, todavía por pulir, se manifestaba un niño migrante, de tan solo 9 años, acogido en el Centro Guiniguada, situado en el barrio de Vegueta de la capital grancanaria. Se trata de uno de los espacios de emergencia habilitados para acoger a menores migrantes no acompañados gestionado por la Fundación Respuesta Social Siglo XXI, actualmente bajo investigación judicial tras la querella interpuesta por la Fiscalía Anticorrupción al apreciar un supuesto uso irregular de los fondos públicos destinados al cuidado de estos adolescentes y niños.

«Los niños te decían que tenían hambre», asegura una profesional con más de 13 años de experiencia en hogares de acogida que trabajó en este centro en el año 2021. Esta auxiliar educativo, que prefiere permanecer en el anonimato, relata un escenario de terror en el que los menores extranjeros no acompañados eran sometidos a un trato «deshumanizador».

En lo que respecta a la alimentación, cuenta que los usuarios, de entre 9 y 17 años, no recibían las cinco comidas diarias que, por norma, se suelen distribuir en estos centros; solo cuatro. «No había media mañana», matiza, por lo que los menores pasaban horas sin llevarse nada a la boca. Además, los desayunos y las meriendas «resultaban escasas». Solían componerse de «medio bocadillo», los primeros, y de «una magdalena y un vasito de zumo», las segundas. Si los jóvenes no se saciaban, «no podían repetir».

Esta situación, narra la auxiliar, fue expuesta a la directora de aquel entonces del centro, María de los Ángeles Barroso, secretaria y tesorera del comité ejecutivo de Vox por la provincia de Las Palmas en la pasada legislatura, número 8 de la lista de UxGC a la alcaldía de la capital grancanaria en las pasadas elecciones e investigada por esta trama, conocida como caso Menas. «Más hambre pasaron en la patera, que no se quejen», fue la respuesta de Barroso, según afirma esta trabajadora.

Por otro lado, en el tiempo que estuvo empleada en el centro, en plena época covid, expone que los menores migrantes debían llevar mascarilla a todas horas, incluso para jugar al fútbol. No obstante, solo se les facilitaba una del tipo quirúrgica para toda una semana. «Acababan negras y oliendo mal», señala la extrabajadora de Guiniguada y, si pedían una nueva, «se les negaba».

Otro fenómeno controvertido que vivió esta profesional en el Centro Guiniguada tiene que ver con la asistencia médica. «Intentaban evitar que los niños fueran al médico; yo lo viví dos veces y no lo entendía», apostilla. En uno de estos episodios, varios menores presentaron un dolor fuerte de estómago y llegaron a vomitar más de una vez; presumiblemente, algún alimento del catering que les servían les sentó mal.

«Intentaban evitar que los niños fueran al médico; aunque se les viera malos, decía que se provocaban los vómitos»

«Se lo comentamos a la directora, le dijimos que íbamos a llamar a los médicos. Respondió que no, que contuviéramos a los menores. Llegó un momento en que eran un montón de niños vomitando, se creó una situación de psicosis, lloraban y gritaban que por qué no queríamos llevarlos al médico, que éramos unos racistas», reseña la auxiliar educativo.

Finalmente, los menores recibieron atención sanitaria, y fue así porque uno de los migrantes amenazó con grabar la escena y difundirla en redes. «Luego, ¿qué hizo ella?, dijo que el médico comentó que los niños que habían caído enfermos no podían salir en tres días, pero no lo había dicho, era una sanción encubierta. Ella lo veía como que le habían echado un pulso; se les veía malos, pero decía que se estaban provocando los vómitos», agrega.

Señales de alarma

«Era muy evidente que esta directora despreciaba a los niños. El problema es que hay muchas personas como ella, con acceso a cantidades muy altas de dinero y mucho poder sobre menores vulnerables, que no tienen a nadie que los defienda. Tiene que haber mecanismos efectivos de control para que esto no pase», reflexiona la profesional al respecto.

«Despreciaba a los niños. Hay personas con mucho poder sobre menores vulnerables, que no tienen quien los defienda

En esta línea, denuncia una de las reglas de este espacio de acogida: no establecer vínculos con los menores, cuando «la indicación en un centro de estas características es cercanía y vincular, porque es lo que hace que un adolescente o niño sane». «Si cuestionabas la metodología o te veían muy cercano a los niños, no pasabas el periodo de pruebas; no pasarlo era lo normal», puntualiza.

Critica, a su vez, que los menores migrantes no acompañados no recibían, a menudo, la paga que sufraga el Estado y que les corresponde de forma semanal. «Una vez no se la dieron a los 40 niños del centro porque se ponían mal la mascarilla en Puerto Bello, el centro de donde venían. ¿Dónde está ese dinero?».

Esta situación, sumada a la ausencia de actividades en el exterior –entre ellas, por la falta de furgoneta–, llevaba a los jóvenes migrantes a salir solos a la calle y a adquirir malos hábitos. «¿Por qué un niño prefiere dormir en la calle que en su centro? No es normal. Es una señal de alarma; luego hay problemas con el entorno y con los vecinos. Un niño me llegó a decir que prefería estar muerto que en su centro», revela.

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