Montaña Alta, donde el queso florece y las tradiciones perduran
La historia de este pago se escribe con sabor artesanal elaborado con flor de cardo y leche de oveja y cabra
En pleno corazón de las medianías del norte grancanario, Montaña Alta se presenta como un lugar donde la vida rural sigue latiendo con fuerza. Entre bancales de cultivo, caminos empedrados y pastos salpicados de ovejas, este enclave se ha convertido en un símbolo de la tradición agrícola y ganadera de la isla. Situado a más de 700 metros sobre el nivel del mar, ofrece unas vistas privilegiadas de toda la costa norte, pero su valor va mucho más allá del paisaje: en Montaña Alta la cultura del queso no es una costumbre del pasado, sino una forma de vida profundamente arraigada en la comunidad.
Al pasear por sus laderas, es fácil descubrir pequeñas fincas familiares en las que aún se ordeña a mano, se cultiva en terrazas y se mantienen prácticas que han pasado de generación en generación. El ambiente es silencioso, interrumpido únicamente por el balido de las ovejas, el canto de las aves o el murmullo del viento entre los almendros. Aquí la agricultura se observa y forma parte del día a día. Es un elemento que explica gran parte de la identidad de este rincón del norte grancanario.
La importancia del sector primario queda patente cada primavera con la celebración de la Feria del Queso, un evento que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una cita indispensable tanto para los habitantes de la isla como para los amantes de la gastronomía tradicional. Durante esa jornada, Montaña Alta se llena de vida: puestos artesanales, degustaciones, charlas, música popular y familias enteras que suben para disfrutar del ambiente y reconocer el esfuerzo de las personas que mantienen viva esta producción. La Fiesta del Queso es muestra del arraigo de la actividad quesera en la zona. Nació en el año 1977 como iniciativa de los vecinos del barrio de Montaña Alta con el objetivo de valorar y reconocer la labor que desempeñan los queseros y el acervo cultural ligado a ello.
La Casa del Queso
En este contexto, la Casa del Queso se ha convertido en un verdadero centro de referencia. Este espacio no es solo un museo, sino un punto de encuentro entre productores, vecinos y visitantes interesados en conocer cómo se elabora uno de los productos más emblemáticos de Gran Canaria. Carla Vera, gerente de Proquenor, recibe cada día a quienes cruzan la puerta con curiosidad y ganas de aprender.
«Lo que intentamos es mostrar cómo se ha hecho el queso toda la vida en esta zona», explica Carla mientras coloca cuidadosamente varias piezas curadas en la vitrina. El recorrido permite ver antiguas herramientas, aprender sobre las tareas diarias del pastoreo y conocer las peculiaridades del coagulante natural que se utiliza en la zona: la flor de cardo, un elemento único que marca la diferencia y otorga al queso de flor su característico sabor.
Una parte fundamental de la visita es la explicación de las tres variedades protegidas por la Denominación de Origen: queso de flor, queso de media flor y queso tradicional de Guía. Cada uno tiene sus propias particularidades, pero todos comparten un denominador común: una elaboración artesanal basada en el respeto al territorio y al producto, al conocimiento de los mayores y a unas condiciones climáticas únicas.
«Mucha gente se sorprende porque pensaba que el queso de flor de Guía solo se producía en el casco del municipio», comenta Carla. «Pero aquí en Montaña Alta está el corazón de esa tradición y hay muchas familias de pastores que llevan décadas dedicadas a ello». En ocasiones, la visita culmina con una pequeña cata informal, donde se invita a los asistentes a descubrir los matices de cada variedad y reflexionar sobre el trabajo que hay detrás de cada pieza.
La Casa del Queso es, en definitiva, un homenaje al mundo rural del norte de Gran Canaria. No solo preserva la memoria de este legado, sino que refuerza el vínculo entre territorio, cultura y gastronomía. Para los visitantes supone una oportunidad única de conectar con una forma de vida que aún permanece viva; para los vecinos, un reconocimiento a su esfuerzo constante y silencioso.
En Montaña Alta todo tiene un ritmo propio. Las estaciones marcan las tareas del campo, las veredas siguen el trazado de antiguos caminos de pastores y cada puesta de sol recuerda por qué este lugar sigue siendo esencial para entender la identidad grancanaria.
Montaña Alta no es solamente un lugar, sino una forma de entender la vida desde la cercanía, el trabajo compartido, las tradiciones y el respeto al paisaje.
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