Firgas, el balcón del Atlántico y la villa del agua
Entre acequias centenarias, molinos de gofio y senderos que cruzan barrancos de laurisilva. Conserva intacta su esencia rural, patrimonial y vistas panorámicas | Un municipio con una identidad que fluye entre la piedra, la bruma y el rumor constante del agua
En las medianías del norte de Gran Canaria, donde el verde aún resiste y el aire baja con olor a laurel y piedra húmeda, se esconde Firgas, un pequeño municipio que parece hablar en voz baja. No alza la voz, no busca protagonismo. Pero basta recorrer sus calles empedradas para saber que guarda algo único. Con apenas 15,77 kilómetros cuadrados de extensión y menos de 8.000 vecinos, Firgas es el municipio más pequeño de la isla en extensión. Pero eso no le impide ser uno de los más grandes en identidad e historia. Aquí, cada rincón cuenta algo.
Mucho antes de que los mapas llevaran nombres castellanos, los aborígenes ya habitaban estos barrancos, atraídos por la abundancia de fuentes y nacientes. Luego llegaron los colonos, y con ellos, los cultivos: caña de azúcar, cereales, plataneras. Pero el alma del pueblo sigue girando, siempre, en torno al agua.
Ya en 1488, apenas dos décadas después de la Conquista, Firgas construía el primer molino hidráulico de gofio de Canarias. Era más que un ingenio: era un acto de inteligencia colectiva, una forma de transformar el territorio sin romperlo. «El agua movía la piedra. Y la piedra, la vida», comentan los vecinos mientras toman un refrigerio en el bar de la entrada del pueblo.
Molino del Conde del siglo XVI
En el corazón del casco histórico de Firgas, a escasos metros de la iglesia, se encuentra uno de los tesoros patrimoniales más antiguos y significativos del municipio: el molino de Firgas, construido en 1517, declarado Bien de Interés Cultural. Se trata del molino de gofio en funcionamiento más antiguo de Canarias, una joya de la ingeniería hidráulica tradicional que ha sobrevivido al paso de los siglos sin perder su esencia.
Alimentado por la Acequia Real, aún hoy muelen aquí el millo y el trigo como antaño, con la piedra girando al ritmo del agua. Más que un vestigio, el molino es un símbolo vivo de la historia agrícola de la isla y del papel del gofio como alimento esencial en la dieta canaria a lo largo de toda la historia desde los aborígenes hasta la actualidad.
Firgas es el municipio más pequeño de Gran Canaria (15,77 kilómetros cuadrados) y, además, uno de los once municipios de Canarias sin salida al mar, lo que lo convierte en un caso excepcional en la isla. Esta característica le otorga un clima templado, un paisaje abundante en agua dulce y una identidad ligada a la tradición de sus manantiales. El nombre del municipio bautiza una de las aguas más famosas de Canarias, el agua Firgas.
Un viaje en tren por Firgas
Al llegar al municipio un tren rojo, vestido con el ropaje del agua Firgas, anuncia con una reconocible bocina, que vas a comenzar un viaje único. Las personas con sus entradas hacen cola para que el moderno revisor -el móvil- les selle y les de paso al vagón.
«El tren ha traído vida. Incluso hay negocios que han cambiado sus días de cierre para aprovechar. Antes la gente venía solo en verano. Ahora llegan todo el año. Familias, mayores, turistas… y también muchos canarios que nunca habían pisado Firgas y se sorprenden al descubrir el municipio», explica Marcos Ramírez, vecino y empresario local.
En los últimos años, ha vivido una transformación que combina turismo, comercio local y modernización de servicios. Firgas es un ejemplo de como se puede hacer turismo sostenible sin perder la esencia de lo local.
El tren turístico municipal es una iniciativa que ha tenido una gran acogida desde su estreno en junio de 2025.
«Los negocios han notado el cambio. Antes, había más estacionalidad, pero con el tren y la mejora de la oferta turística, la gente viene durante todo el año. El tren ha traído en un mes de actividad 590 pasajeros», comenta Ramírez.
Este pequeño tren recorre el casco urbano, conecta los puntos de mayor interés —el molino, la iglesia de San Roque, el paseo, los miradores— y sirve como herramienta de dinamización económica. Ha tenido especial éxito entre visitantes locales, sobre todo familias y personas mayores de la isla que buscan conocer más a fondo los municipios del norte.
«Con el tren los negocios han notado el cambio. Antes había más estacionalidad», explica Marcos Ramírez
«Muchos de los que vienen en el tren son canarios que no habían estado nunca en Firgas. Lo tienen cerca, pero no lo conocían», matiza Marcos Ramírez.
El dueño del bar de la entrada al municipio comenta:«He cambiado mis días de cierre porque los días que pasa el tren y para en mi local obtengo muchos beneficios».
Una de las paradas más fotografiadas de Firgas es el Paseo de Gran Canaria, una calle peatonal con una cascada artificial que desciende entre bancos de cerámica y mosaicos que representan los 21 municipios de la isla.
Pero el paseo no es solo ver: es punto de encuentro, de identidad y de orgullo local. A su alrededor han surgido cafeterías, tiendas de productos artesanales y pequeños restaurantes donde aún se puede comer potaje de berros, ropa vieja o gofio escaldado con sabor a tradición.
«Firgas tiene buen clima, buenos productos, buenos paisajes y buena gente. ¿Qué más se puede pedir?», dice Ramírez. «Y todo lo que se ha hecho en estos años ha sido para mejorar sin perder lo que somos», matiza.
La Ruta de Los Molinos, los senderos por el barranco de Azuaje o la visita al mirador de Las Madres completan una oferta turística basada en el respeto por el entorno.
«Queremos que vengan a conocer el patrimonio y el comercio local». Firgas es una puerta al pasado y un ejemplo de cómo los pueblos pequeños pueden reinventarse sin sacrificar sus raíces.