La Isleta, un barrio que aspira a mantener su esencia
Los vecinos del grupo del Carmen hablan de un núcleo que aseguran conserva muchos de los elementos que conforman su carácter pero reclaman más cuidados
«Aunque mis hijos ya no viven aquí, mis nietos juegan con los de mis vecinos», comenta Angelina Hernández en una mañana de sol radiante ante las viviendas del conocido como grupo del Carmen donde se encuentra su hogar, en la parte alta de La Isleta, tratando de explicar la especial vinculación que mantienen quienes han nacido en este barrio portuario con el mismo, pese a que ya no sea su lugar de residencia.
«Yo volví después de 40 años», explica María Soledad, que tras residir todo ese tiempo fuera de este grupo de casas, decidió regresar y establecerse en él.
No es un caso único, como indica Sebastián Ramírez, que sabe del tirón que tiene un enclave en el que ha residido toda su vida y que dice a boca llena que no cambia por nada. «Me sacan de mi casa y me meten en un piso en otro sitio y me muero como un pájaro chirringo», afirma.
Luz Marina Umpiérrez tiene claro que «vivir aquí es un privilegio» y reconoce que la construcción del paseo que une La Puntilla con El Confital ha supuesto abrir el barrio al resto de la ciudad.
«Ha sido un cambio abismal», dice, porque «antes mucha gente al llegar a La Puntilla, parecía que les daba miedo y no subía», señala.
Mejoras
Este orgullo de pertenencia por un enclave que estos residentes aseguran que no ha perdido su esencia, a pesar de que son muchos los nuevos vecinos que han ido recalando en el barrio, les hace valorar lo que tienen y sobre todo pedir actuaciones que lo mejoren de cara al futuro.
Por eso Angelina se apresura a pedir «el cambio del pavimento» de un paseo que ocupa el espacio que antes era una calle por la que pasaba el tráfico, por «los tropezones y caídas» que se han registrado y por el que reconoce es complejo transitar «con el carro de la compra».
«Tenemos que cuidar lo nuestro», expone Sebastián, que tiene claro que «se han hecho muchas cosas que han mejorado la zona», incluida la rehabilitación de las viviendas del grupo del Carmen, en una de las cuales reside. Pero es consciente de que hay actuaciones que aún han de acometerse para poner en valor lugares como El Confital, «un espacio natural único» que entiende que es preciso conservar.
Así, se muestra disconforme «con el mirador» que se ha hecho y considera «que faltan infraestructuras que hagan más bonito» un espacio «que da valor a toda La Isleta y a toda Las Palmas de Gran Canaria».
También Angelina entiende que es imperioso mimar un paraje que esconde un tesoro como «la Cueva de los Canarios, en la que ahora viven indigentes».
Poda
Martín Vega aboga igualmente por un mayor mantenimiento. El que muchos señalan como «el electricista del barrio» ya que solventa mucho de los problemas de sus vecinos, demanda una mayor «poda de las palmeras» que pueblan el paseo que conduce al Confital por el litoral, pues reconoce que generan problemas, especialmente por la presencia de insectos. «Estaría bien que las podaran un par de veces al año», propone.
Luz Marina insiste en denunciar «la falta de cuidados» y reivindica «cuidar un poco más la imagen» de un entorno que, señala, «es algo turístico». La muestra, dice, es el hecho de que a diario por la zona transitan «turistas caminado, paseando y vienen excursiones de colegios y también de mayores».
Juan Carlos Medina no tiene dudas sobre lo que reivindica para su barrio. «Recuperar la asociación de vecinos», dice sobre un espacio que en el que le gustaría reunirse y hacer actividades.
Sebastián está convencido de que vive «en uno de los lugares más bonitos y más tranquilos de Las Palmas de Gran Canaria». Pero critica la «dejadez de las administraciones» a la hora de atender necesidades como «la falta de infraestructuras» que dice presenta «un paraje natural que no están cuidando», insiste con la mirada puesta en El Confital, zona para la que reclama «baños públicos y recogida de residuos».
Carácter familiar
Lo que considera que sí se mantiene en un grupo de viviendas que es perfectamente trasladable a otros espacios de La Isleta, es la esencia de un barrio solidario que tiene aún mucho de familiar, «porque en La Isleta nos conocemos todos», apostilla Angelina.
Luz Marina también recalca el valor de residir en una zona en la que los vecinos se preocupan unos por otros y se ayudan si pueden. «Es familiar», señala.
Neftalí Ramírez, vinculado al movimiento asociativo del barrio, cree que «la parte baja de La Isleta sí corre peligro de perder la esencia» porque registra una mayor presencia de nuevos residentes. Algo que, «sin embargo», cree que «tenemos que ver como algo positivo, porque son cambios que vienen» y pueden aportar.
Pero sí reconoce que en la zona alta los lazos entre residentes son mayores pues suman muchos años de convivencia. «Aquí sigue viviendo Teresita, la hija de Pepe el limpiabotas, y también ella es la esencia del grupo del Carmen», pone a modo de ejemplo.