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Alberto Artiles Castellano y San Bartolomé de Tirajana
Sábado, 22 de septiembre 2018, 18:21
Lo que fue un próspero centro comercial, con una estética cuidada y con la mejor oferta de tiendas del sur de Gran Canaria, hoy languidece sin remedio en el corazón de Maspalomas para espanto de los visitantes y sonrojo de los locales. El Centro Comercial Faro 2, con una presencia imponente y la mejor arquitectura de todas las obsoletas áreas comerciales del sur grancanario, es desde hace años una instalación fantasmagórica y peligrosa para los valientes que se adentran en sus pasillos e, incluso, para los transeúntes que pasean junto a sus balcones y parterres aéreos.
Apenas sobrevive media decena de establecimientos en el área más cercana a la costa, pero el edificio, en ruinas y sin esperanza, presenta un estado decadente, poco atractivo para turistas y oriundos. Apenas se mantiene en pie un comercio de electrónica, un supermercado, una parafarmacia, una tienda de alquiler de bicicletas y varios locales de restauración, condenados a su suerte por el abandono. De planta circular, aparcamiento subterráneo para más de 400 plazas y tres niveles en los que se reparten más de 70 locales en la parcela CC-1 del Campo Internacional de Maspalomas, en 2019 cumplirá 30 años desde que abrió sus puertas en una zona privilegiada, a pocos minutos del campo de golf, las dunas de Maspalomas y otras áreas comerciales. Precisamente la fuerte competencia, una oferta poco diversificada y el aislamiento con respecto a otras zonas más transitadas, han herido de muerte a esta instalación que en su día fue emblema de modernidad y turismo de calidad de San Bartolomé de Tirajana.
El cierre de tiendas y el peligro que entraña el deterioro del edificio obligó a cerrar con vallas metálicas la tercera planta del centro comercial hace unos años. Unos carteles advierten el cierre de la zona alta «debido a obras», sin embargo el mantenimiento se limita al área que aún se mantiene viva del mastodóntico centro comercial. A pesar de que el área en servicio está muy acotada, esto no impide que los turistas aún puedan pasear por sus entrañas, decepcionados por los escaparates vacíos y el peligro de accidente.
El tintineo de la música de ambiente se convierte en una banda sonora tétrica de un escenario apocalíptico. Pasillos clausurados, escaleras a ninguna parte, ofertas desesperadas de locales que bajaron sus puertas desde hace años... La fotografía de una película de terror con entrada gratuita para los turistas, ojipláticos ante la oferta comercial que se les ofrece. Los pocos locales que aún sobreviven a la crisis y la desidia aguantan estoicamente, ofreciendo la mejor oferta posible de servicios conscientes de la dificultad que entraña subsistir en un entorno en ruinas.
Aún resuena la alegre y pegadiza melodía, que anunciaba un lugar ideal de shopping and food, en la memoria colectiva de todos. Sin embargo, y aunque desde la distancia sigue impresionando lo que en su día suponía uno de los emblemas del comercio en el sur, a vista de turista el paseo se convierte en peligroso. Muros llenos de desconchones, vigas al descubierto y jardineras suspendidas en los voladizos que amenazan con desplomarse, la decepción está asegurada al acercarse a la instalación fantasma que ofrece motivos para comprar y volver.
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