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Carmen Rubio, en silla de ruedas, en una foto reciente con el párroco Félix Aguiar y la hermana Esther Pérez. Cober

Carmen Rubio, «como otra madre» para El Pajar

Despedida | El pago tirajanero recuerda a una de las tres hermanas dominicas que llevan 40 años en el barrio, que falleció este domingo a los 87 años

Gaumet Florido

San Bartolomé de Tirajana

Martes, 23 de abril 2024, 02:00

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Elena tenía apenas siete añitos, pero ya entonces estaba muy agradecida a Carmen Rubio, la hermana dominica residente en El Pajar que falleció este domingo y que le enseñó a leer, a escribir o a dibujar. Precisamente le dedicó un dibujo en una libreta que la propia monja le regaló y que ella ni sabía que conservaba.

El trajín de una mudanza reciente se la devolvió al presente y la suerte quiso que este pasado noviembre ella misma se la llevara a Carmen y se la enseñara. «Dios quiso que te la pudiera mostrar. Sin saberlo, ese día fue una despedida», colgó en su perfil de una red social. Elena Álamo Ojeda, como tantos otros hijos o vecinos de este pago de San Bartolomé de Tirajana, se siente hoy un poco huérfana.

Carmen Rubio Ferrera falleció este domingo a los 87 años, a apenas unos días de cumplir los 88. Formaba parte junto a Esther Pérez y a Pilar Martín de un grupo de hermanas Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia que fueron destinadas hace décadas a núcleos entonces muy alejados del sur de la isla, primero Cercados de Espino y luego El Pajar. «Aquí llevan por lo menos 40 años», calculaba este lunes Mariano Trujillo, presidente de la asociación de vecinos Bahía de Santa Águeda, minutos antes de acercarse al velatorio a darle el último adiós a su histórica vecina.

Foto reciente de Carmen Rubio. C7

En estos pagos se dedicaron a dar clases, primero como maestras de todas las áreas y ya después solo para las clases de religión, pero también se ocupaban de las catequesis y particularmente en El Pajar eran las custodias de la ermita de Santa Águeda, las que se encargaban de su mantenimiento y de los preparativos de las misas.

Además, como cuenta José Carlos Álamo, vecino igualmente del barrio y edil de Seguridad, Movilidad Urbana y Transporte, se implicaban de lleno en todo lo que tenía que ver con la comunidad, desde las fiestas a iniciativas culturales o luchas sociales. «Pero siempre desde un punto de vista constructivo, positivo», apostilla Álamo.

Para muchos fue como una segunda madre, o una abuela, como recordaba este lunes María del Pino Pérez Suárez, hija también de El Pajar y animadora sociocultural municipal destinada al barrio que con frecuencia le dejaba a sus hijos, por ejemplo, los fines de semana, cuando debía ayudar a sus padres en un negocio familiar.

«Para mí, Carmen significa generosidad, entrega, vocación de servicio, bondad; hizo mucho por El Pajar». Ella, como Elena Álamo, aprendió a leer con Carmen. «Y a hacer punto de cruz, era muy perfeccionista y le gustaba que hiciéramos las cosas bien», subraya Mari Pino. «En general, fue una gran escuela para todos».

Las tres hermanas dominicas de El Pajar, Pilar Martín, Carmen Rubio y Esther Pérez. C7

Siempre se preocupaba por que sus vecinos progresaran. Como anécdota, Mari Pino relata que se ofrecía a cuidar de los chiquillos en Cercados de Espino para que sus madres pudieran ir a clases de conducir. «Quería que avanzáramos». En su caso, por ejemplo, se empeñó en acompañarla a comprarse una prenda de ropa adecuada para que estuviera presentable en su primer día de trabajo. «Era también muy coqueta».

Ambrosio Sebastián Abeso, cura de Santa Águeda y de Arguineguín durante 10 años, solo tenía este domingo buenas palabras para Carmen, de quien dice que para él fue como una segunda madre. Coincide con los que la conocieron en que era una mujer «rigurosa», incluso, con «carácter», como añadía este lunes José Carlos Álamo, pero que al mismo tiempo era «muy cariñosa y muy buena persona».

Familias como Mari Pino no olvidan, por ejemplo, lo mucho que les ayudó en momentos que no fueron fáciles. «Tengo una hermana que nació con una discapacidad y fue Carmen la que nos alertó y la que luego asesoró a mis padres sobre quién podía tratarla».

Dibujo de la vecina Elena Álamo Ojeda en el que recreaba a Carmen Rubio. Lo hizo cuando tenía 7 años y aún lo conserva. C7

Fiel devota del Padre Cueto y también de Santa Águeda, aguantó las fiestas de la patrona del barrio para marcharse, que acabaron el domingo 14 de abril. «Justo al día siguiente, el lunes, dijo que se sentía mal y pidió que llamaran a una ambulancia», cuenta Mari Pino. Ya no volvió más a su casa de El Pajar. Tras una semana acabó falleciendo. Fue velada durante dos días en la capilla del colegio de las dominicas de la capital, donde este lunes se le dedicó una misa de Acción de Gracias por su vida, minutos antes de la incineración de sus restos.

Llevaba tiempo bastante débil. Este año, por ejemplo, no pudo acudir a ninguno de los actos de las fiestas, de las que ella formó parte muy activa durante décadas. En el último gran acto público que se la vio fue en la reinauguración de la ermita de Santa Águeda, que había sido sometida a una necesaria rehabilitación, financiada por el Cabildo. Aquel día leyó unas palabras ante los presentes y ya se la notaba cansada. «Me llamaba para todos los aniversarios, era muy cumplidora, este último día de San José tampoco falló, pero apenas logré escucharla, tenía un hilo de voz», se lamentaba José Carlos Álamo.

Como legado deja un caudal de recuerdos en los que la conocieron, el amor por la lectura en muchos pajareros y el apego a unos valores que muchos hoy siguen reivindicando, como el cuidado de la familia o la solidaridad. «Te toca descansar; te recordaremos siempre», le escribió Elena.

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