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Razones de peso para cenar temprano

Razones de peso para cenar temprano

El retraso de la última comida del día que caracteriza a la cultura española, además de engordar, puede dañar la salud a largo plazo

Sábado, 17 de octubre 2020, 18:05

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España puede ser el país del mundo donde se cene más tarde. Un huso que difiere casi en dos horas del horario solar, jornadas laborales partidas y la fuerza de la costumbre han impuesto un hábito tan propio de nuestra cultura como dañino para el cuerpo. No es exagerado decir que la salud se resiente cuando se retrasa la cena más allá de las nueve de la noche.

Ahora que el ocio nocturno está en el punto de mira de las medidas anticovid y que los restaurantes tienen que adelantar su cierre, la conveniencia de la cena a la española vuelve a estar entredicho. La primera reacción de los restaurantes fue pedir a los clientes que reservasen una hora antes para continuar dos turnos de comidas. Incluso hubo campañas en redes sociales al grito de #venacenarlas20. ¿Lo han conseguido? «Quizá en algunos lugares puntuales sí, pero no es la tónica general», apuntan desde Hostelería de España, asociación que representa a 300.000 establecimientos en todo el país

Es cierto que muchos «han adelantado a las 20.00 el inicio de las cenas y que la gente que pueda hará el esfuerzo para adaptarse, pero no creemos que esto vaya a convertirse en costumbre o un cambio definitivo», prosiguen la fuentes consultadas en el sector. Lo cierto es que ahora lo común es que se haya pasado de hacer dos turnos -de 21.00 a 22.30 y de ahí a 00.00- a solo uno.

«Quien sale a cenar suele planear ir de copas después. Sin ocio nocturno, se prescinde también más del restaurante. No es lo mismo que cenar en casa», valoran desde Hostelería de España.

Pero en los hogares tampoco las horas son las mejores. ¿Por qué cuesta tanto ese cambio? El culpable más destacado es el huso horario, que nos hace tener el reloj retrasado con respecto a la posición del sol. Cuando este está en su punto más alto, nuestro reloj marca las 13.30, no las 12.00 como debería. Por otro lado, las jornadas partidas en las empresas y el cierre tardío de los comercios también influye.

«Estamos programados para pasar la noche en ayunas; el tránsito intestinal se vuelve más lento a esas horas y si tenemos comida almacenada se altera el metabolismo»

juan antonio madrid | fisiólogo y miembro de la ses

Hace dos años el Gobierno se puso sobre la mesa la posibilidad de cambiar el huso definitivamente, pero está aún pendiente. José Luis Casero, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios, tiene claro que la clave está en ese cambio, que de hacerse permitiría acabar el trabajo a las 18.00 de forma generalizada.

La discusión sobre si gusta o no este ritmo de vida tan español es vieja. Pero lo que no admite dudas es que este retraso de horas en las comidas del día (también se desplaza el almuerzo y por ende la cena), daña la salud.

La Cronobiología es una disciplina joven pero consolidada que estudia los ritmos biológicos del organismo y cómo afecta alterarlos, esto es, las cronodisrupciones. «Cada día hay más estudios que demuestran por qué al final hay que darle la razón a los refranes que decían que había que desayunar como un rey y cenar como un mendigo», apunta el profesor de Fisiología de la Universidad de Murcia, Juan Antonio Madrid, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES).

El objetivo debe ser irse a dormir unas dos horas después de haber comido. De lo contrario, la calidad del sueño se resiente. «Cuando llega la noche, el metabolismo entra en modo ahorro, estamos programados para pasar la noche en ayunas. El tránsito intestinal se vuelve mal lento y si tenemos comida almacenada a esas horas se altera el metabolismo, aumentan las apneas, las pesadillas, el reflujo... Y la calidad del sueño se resiente», explica Madrid. Y eso es lo que pasa factura. Porque cenamos tarde, pero madrugamos casi como el resto de Europa. El déficit crónico de sueño ha sido vinculado a enfermedades graves como la diabetes, la depresión y hasta es un posible desencadenante de cánceres con implicación hormonal como el de colon y el de mama.

«Se tiene más tendencia a engordar si se come por la tarde. Se ha calculado que las 00.00 tenemos la mitad de tolerancia metabólica a la insulina que a medio día»

Raquel marín | neurocientífica y catedrática de fisiología

Sobre hormonas, la neurocientífica Raquel Marín, catedrática de Fisiología y autora de 'Pon en forma tu cerebro', explica que el cuerpo tiene su ritmo natural y este hace que el metabolismo cambie a lo largo del día. «La producción de hormonas como el cortisol (la del estrés) es mayor por la mañana y se reduce a lo largo del día para dejarnos descansar por la noche. Es una de las hormonas que marca la tasa metabólica, junto con adiponectina (segregada por el tejido adiposo) que hace que asimilemos mejor un dulce a las 12h que por la tarde», explica.

Nuestro reloj central está en el cerebro, donde el hipotálamo actúa como un director de orquesta. Si este va de forma natural por un lado, pero el resto de órganos van por otro para trabajar y hacer la digestión a deshora, por ejemplo, se desregula el metabolismo. «Por eso se tiene más tendencia a engordar si se come por la tarde. Se ha calculado que a las 00.00 tenemos la mitad de tolerancia metabólica a la insulina que a medio día. Y esto se relaciona con el descanso. Cuando uno come entra un montón de glucosa que tiene que gestionar el hígado y obliga al páncreas a segregar insulina. Pero esta se lleva mal con la melatonina, que induce al sueño», añade Marín.

La microbiota intestinal (población de bacterias del intestino) también tiene su propio reloj biológico. «Esas especies se acuestan y se levantan a diferentes horas. Por eso es mejor tomar lácteos por la mañana, cuando las bacterias están más activas», aconseja Marín. Cae el mito del yogur para cenar o el vaso de leche antes de irse a dormir. Y lo mismo sucede con la fruta. Los ácidos de estas harán que pueda aparecer el temido reflujo. «Lo mejor es cenar proteína», aconseja. Es más, irse a la cama sin cenar si no se tiene hambre «no es en absoluto malo». Peor es comer mal y tarde.

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