Miriam Ocariz. /
Miriam Ocariz. /
A la diseñadora Miriam Ocariz le «maravilla» el verano porque, entre otras cosas, es «súper friolera».
– ¿Algunos nunca se olvidan?
– Más que los veranos, momentos relativos al verano.
– ¿Como cuáles?
– Guardo muchos recuerdos de la casa de la familia de mi madre en un pueblo de Burgos, Quintana Martín Galíndez.
– ¿Qué tipo de recuerdos?
– Sobre todo de la casa, del campo, del jaleo de la familia, de alegría, energía... ¡Y de los olores! El que más evoco es el de después de las tormentas.
– ¡Qué bueno!
– La casa, de piedra, tenía un portalón de madera de hoja doble. Recuerdo estar detrás de la puerta oliendo y viendo cómo llovía y pasaba la tormenta. Y luego cómo iba quedando ese olor maravilloso.
– ¿Sin miedo a las tormentas?
– Más tenía a todas las historias que te contaban de rayos que caían. Te imaginas corriendo, protegiéndote debajo de un árbol y dudando de si era ahí donde te tenías que meter o no. Me encantaban las tormentas porque llegaban después de mucho calor. Muchas me pillaron de camino a Frías, con una amiga o un primo.Te sorprendían y te ponías la toalla.
– ¿Le parecían interminables los veranos?
– Tenía mucha más facilidad de evadirme, pero no era muy buena estudiante y tenía tareas.
– ¿Vivió amores estivales?
– Bueno, muchos 'fichajes' y muchas emociones, sobre todo.
– ¿Lloraba al final del estío?
– No, pero tampoco quería volver al colegio. Tenía la sensación de que toda la gente que me rodeaba, pero especialmente la familia, porque la casa era de la familia, era feliz. A veces nos juntábamos 22 personas en aquella casa tan pequeñita. De mayor, esa sensación es mucho más difícil de conseguir.