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Solange Vázquez
Martes, 19 de diciembre 2023, 23:07
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Estos días, si nos cercamos a un despacho de lotería seremos testigos de una escena que se repite: algunas personas miran y remiran los décimos para el Sorteo Extraordinario de Navidad, que se celebra este viernes, y dudan entre uno y otro.Escrutan el expositor como si algo prodigioso fuese a suceder para animarle en su elección: que un boleto emita un destello de luz a modo de guiño cómplice, una voz del más allá que susurre cuál va a ser el premiado, una corazonada irrefrenable desatada por algún número... incluso los más racionales suelen sucumbir a cierta dosis de pensamiento mágico al escoger los décimos.
Y, claro, los loteros están ya muy acostumbrados a las dudas de los clientes, a que se decanten por uno y cuando están a punto de pagar cambien de opinión y quieran otro, a que les digan que elijan ellos el boleto pero que luego se echen atrás porque 'es un número feo', a que les busquen una terminación determinada que coincida con algún pálpito, con su número de la suerte o una fecha señalada... ¡un montón de manías! ¡Si todos los números van al bombo! (frase típica de estas fechas que no consigue desactivar las preferencias y fobias).
¿Por qué preferimos unos números sobre otros, olvidando toda lógica? Sandra Tena Monferrer, coordinadora del Máster en Neuropsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), nos lo explica: «Al igual que percibimos y evaluamos las características de un envase o el diseño de una etiqueta en cualquier producto, una combinación de cinco números también puede resultar más o menos atractiva para el comprador. Se suelen preferir las terminaciones impares a las pares, siendo los favoritos el 5, el 7 y 9. Sin olvidar 'la niña bonita', el 15, una de las primeras en agotarse».
Sandra Tena Monferrer
Coordinadora del Máster en Neuropsicología de la UNIR
Según explica, nuestra mente se vuelve un poco caprichosa en este asunto y «suele preferir los números sencillos de procesar. Por ejemplo, el 52425 puede resultar más atractivo que el 00425. Pese a que ambos tienen las mismas probabilidades de tocar, seguramente el segundo esperará más tiempo en la administración». De hecho, tras el sorteo, en las habituales entrevistas de los medios de comunicación a los responsables de los despachos de lotería es muy frecuente que si el número agraciado es 'feo' (vamos, que se escapa de lo que consideramos 'bonito') comenten con pena eso de 'hemos tenido que devolver varias series porque la gente no lo quería'. Y, claro, también hay arrepentidos y/o desolados que se lamentan de haberlo rechazado (casi siempre, internamente, para que nadie se entere, como si fuese una vergüenza, un fallo de su instinto).
La 'estética' del número es importante para muchos compradores, pero otros se encomiendan a un 'poder mayor': «Solemos pensar que el hecho de personalizar la combinación con nuestro año de nacimiento o el de nuestra pareja puede darnos algún tipo de control o ventaja sobre el resultado». Al final, con estas maniobras lo que queremos es quitarle azar al propio azar. El cerebro humano tolera mal la incertidumbre y ya no sabe qué hacer por buscar algunas seguridades (que en este caso no son tales, pero que alivian un poco la sensación de arbitrariedad). Por eso, Tena asegura que «buscamos aquellos números con los que nos vemos más conectados o vinculados, con los que sentimos emociones positivas».
En la elección de un décimo de lotería se activan grupos de neuronas que nos predisponen a la consecución de recompensas, «donde pese a las bajas probabilidades de alcanzar el éxito, experimentamos placer, el de soñar con el hecho de que nos toque la lotería, de imaginarnos nuestra vida y la de nuestros seres queridos en ese escenario hipotético. El viaje que realizaríamos o el coche que nos compraríamos», señala la profesora de Neuropsicología.
Lo verdaderamente mágico de todos estos procesos mentales que nos hacen preferir unos números sobre otros, elegirlos y hasta buscarlos es que los repetimos año tras año, aunque comprobamos que son del todo inútiles (salvo algunas felices excepciones). «Tenemos la ilusión de pensar que este año sí tendremos la suerte de nuestro lado. Que de algún modo acumulamos probabilidades fruto del escaso éxito en ediciones anteriores –desvela la experta–. Estos son algunos de los sesgos más comunes, y que, al mismo tiempo, tienen un mayor impacto en que no dejemos de jugar año tras año».
Y esto lo saben los expertos en neuromarketing, que establecen un enfoque estratégico a través del anuncio que cada año presenta ante gran expectación Loterías y Apuestas del Estado. «En él se enfatiza la carga emocional que rodea al sorteo –recalca–. Anualmente, se nos recuerda la relevancia de las emociones más básicas: compartir, vivir y disfrutar, que juegan un papel clave en las conductas de los consumidores».
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