Borrar
Agentes de la Guardia Civil controlan el acceso a la finca 'La Dehesa', donde aparecieron restos humanos ayer. Foto: J. M ROMERO | Vídeo: EP

Ya se estudian los restos óseos que podrían ser de Manuela Chavero

Un vecino avisó de que el detenido cambió la tapicería de su coche tras la desaparición de la mujer

CELESTINO J. VINAGRE

Sábado, 19 de septiembre 2020, 08:30

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La investigación de la desaparición y muerte de Manuela Chavero se desarrolla ahora en tres frentes. Dos de ellos, como ayer, se sitúan en Monesterio, en la finca en la que aparecieron restos óseos y en la casa del detenido, Eugenio D. H., que podría ser hoy inspeccionada de nuevo por la Guardia Civil y por eso aparece acordonada. El tercer punto de gran interés se traslada en estos momentos a Badajoz, a la sede del Instituto de Medicina Legal.

Por el momento, calma absoluta en Monesterio antes de que la Guardia Civil aborde con el detenido por la muerte de Manuela Chavero la reconstrucción de los últimos momentos con vida de la monesteriense de 44 años. Según lo que ha trascendido hasta ahora, Manuela murió hace cuatro años y dos meses en la casa de Eugenio D. H. Él ha dicho, en su declaración ante la UCO, que de forma accidental, tras resbalarse y golpearse la cabeza. Antes de que el joven de 28 años -a punto de cumplir 24 cuando pasaron los hechos-, los agentes deben reconstruir con el detenido los últimos momentos de vida de Chavero.

Aunque no hay certezas, esa reconstrucción de los hechos hará que Eugenio D. H., esposado, sea conducido de nuevo a su domicilio en la calle El Cerezo, dos casas más arriba de la de Manuela. Esa presencia puede ser a lo largo de la tarde o, en última instancia, mañana, antes de que el detenido sea puesto a disposición del juzgado de instrucción número 1 de Zafra. En estos momentos, salvo tres equipos de televisión y el equipo de HOY, no ha nadie más en el lugar, custodiado por una pareja de la Guardia Civil. Los vecinos, no muchos, que ayer sí se acercaron a la vía hoy no lo hacen en una jornada fresca aunque sin lluvia.

Mientras, en la finca La Dehesa han continuado los trabajos de inspección y de recuperación de restos óseos encontrados ayer. Según ha podido confirmar el peródico HOY, ya se encuentran allí la mayoría de los restos óseos que aparecieron ayer tarde en la finca La Dehesa, lugar donde el detenido por este caso confesó que había llevado a enterrar el cuerpo sin vida de Manuela. Los profesionales del Instituto de Medicina Legal deben determinar si los huesos son de la mujer de Monesterio, cotejándolos con el ADN de la familia Chavero. Los resultados se deberían conocer en pocas horas. Seguramente antes de que Eugenio D. H. pase a disposición judicial,que podría ser mañana cuando se terminen las investigaciones y decida el juez.

El arrestado dice que fue un accidente

El jueves por la noche los agentes del Grupo de Personas de la UCO detenían a Eugenio, un vecino de la mujer que vive a unos 25 metros y al que ella, que casi doblaba la edad, conocía desde niño. El arrestado contó a los agentes que estuvo con Manoli, como la llamaban, que ella se dio un golpe en la cabeza en casa de él y cuando vio que estaba muerta se asustó y decidió enterrarla en la finca La Dehesa.

Tras declarar en Zafra, cabecera del partido judicial al que pertenece Monesterio, el detenido llevó a los investigadores pasadas las cuatro y media de la tarde de ayer hasta el lugar, un vasto encinar que peinaron Policía Judicial, el Equipo Central de Inspecciones Oculares y guías caninos especializados en búsquedas de cadáveres. No era el única finca que tenía controlada la Guardia Civil.

De hecho, desde primera hora de la mañana, el mayor protagonismo mediático se derivó hacia la finca La Torrona, una parcela de pastos, situada cerca de la N-630. Un terreno alomado, por el que transitan peregrinos que hace el Camino de Santiago por la ruta extremeña. Esa finca era de Eugenio hasta que la vendió parcialmente a otra persona y aunque ayer no fue inspeccionada finalmente por los agentes que se hicieron cargo de la investigación del caso sí lo fue hace unos meses.

Monesterio, arropando como siempre a la familia de Chavero, esperó en vilo el desenlace de una desaparición que todos sabían involuntaria. En cuatro horas se halló lo que se ha buscado cuatro años. Ahora falta la confirmación oficial de que es el cuerpo de Manoli y poder determinar si la mató su vecino o fue una muerte accidental, como él sostiene.

Último mensaje

Chavero, separada y madre de dos hijos, desapareció entre la 1.55 y las 3,00 de la madrugada del 5 de julio de 2016. A esa hora mandó su último mensaje de WhatsApp a un veinteañero (24 años entonces) de su calle con el que mantenía una relación informal.

«¿Nos podemos ver esta noche?», preguntó ella. «Esta noche no. Me voy para casa porque me duele mucho la rodilla». La Guardia Civil siempre ha creído que alguien llamó a su puerta a esa hora. Alguien que sabía que la mujer estaba sola. A la mañana siguiente su hermano y una amiga, alarmados porque no respondía ni acudió a una cita en Zafra, encontraron su móvil sobre la mesa, su cartera, las luces y la televisión encendidas. Su familia mantuvo desde el primer día que Manuela no se había ido por voluntad propia.

«Jamás habría abandonado a sus hijos», insistían. Joven, guapa, alegre y dispuesta a empezar una nueva vida sin su exmarido se indagó en su entorno hasta barrerlo por completo. El padre de sus hijos, los hombres con los que había tenido alguna relación del tipo que fuera, sus salidas... Todo en balde.

Eugenio D. H. –que vivía solo en su casa apenas dos inmuebles más arriba de la víctima– declaró ante la Guardia Civil. Contó que esa noche estaba en la playa con unos amigos. Los investigadores averiguaron que mentía. Estuvo en la playa sí, pero no aquel martes, sino el fin de semana siguiente. Primera mentira. Aquellos días le vieron con el brazo magullado. Dijo que se lo había hecho con los animales. Y a nadie le extrañó porque el joven introvertido y solitario se pasaba la vida entre caballos, vacas y cerdos en sus explotaciones. Pero otro vecino dio una pista más.

Eugenio había cambiado la tapicería de su Opel Vectra. A algunos les resultó sospechoso y lo contaron a los agentes. Se rastreó su teléfono, se le volvió a citar mientras se redoblaba la presión sobre el joven con el que Manoli habló por última vez. Los tres coches de su familia fueron registrados y el chico tuvo que pasar una y otra vez por el cuartel. Tanto él como el exmarido de la víctima fueron descartados mientras seguían sin perder de vista a Eugenio. Tal vez sintió la presión –sabía que los agentes preguntaban por él– y se marchó un tiempo fuera a trabajar con camiones. Señaló a algunos cercanos que iba a denunciar a la familia Chavero por injurias y negó a todo el que le preguntaba cualquier relación con el caso de su atractiva vecina. «¿Cómo puede alguien pensar que yo soy capaz de una cosa así?».

No había cuerpo y el sospechoso no daba pasos en falso. Cada poco tiempo se volvía a buscar a Manoli: en pozos, en los campos, en el pantano. Hace unos meses, un supuesto vidente tocó a la puerta de los Chavero y aseguró que la mujer estaba enterrada en un campo. Como casi siempre, la farsa y el ansia de dinero quedó destapada. En agosto llegó una carta anónima a la casa de la madre de Manoli, dirigida a Emilia, su hermana, la mujer que no ha desfallecido y ha clamado cada día por encontrarla. En esa carta se señala a Eugenio, aunque no ha trascendido el contenido concreto. El 27 de agosto, la Guardia Civil acudió a Monesterio para registrar la casa de la víctima. Era el registro número 15.

Los agentes se desplegaron por el pueblo y se dejaron ver. Querían que el sospechoso supiera que estaban ahí, en la puerta de al lado, en su misma calle. Tres semanas más tarde, por sorpresa, le colocaron las esposas. Fue el jueves, mientras estaba como muchas otra veces con sus caballos. Cuatro años después de desaparecer Manuela.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios