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Todos los testigos coincidieron en relatar que, de las cosas que jamás olvidarán, fue la «frialdad» con la que el padre biológico de la víctima encaró el fallecimiento del menor cuando llegó a la casa: «Lo vimos muy tranquilo en todo momento, desde que lo fuimos a buscar al restaurante donde trabajaba hasta que llegamos a su casa. Cuando subimos con él, entramos a la habitación donde estaba el cuerpo de su hijo, lo vio y salió de la misma sin gesticular. Pero lo que más nos sorprendió es que, en ese mismo instante, nos pidió permiso para ir a la cocina porque quería comerse un sandwich», relataron los agentes.
«Es imposible olvidarlo ya que pidió comer tranquilo. Entró en la cocina y se hizo un sandwich de mortadela y se sentó a comérselo en el sillón del salón. Estaba muy tranquilo y eso nos sorprendió a todos bastante. Nos llamó muchísimo la atención su frialdad en un momento como ese», relató otro de los policías participantes en el operativo.
También se refirieron a la acusada, de quien dijeron que «estaba más nerviosa que su pareja. Al principio estaba que no paraba de moverse de un lado a otro y se mostraba alterada. Cuando llegó cruzó algunas palabras con el padre del niño pero ya habían hablado previamente por teléfono, como nos dijeron los sanitarios que atendieron a la víctima. Luego confesó que había golpeado al menor y fue esposada y se quedó de rodillas en el suelo y se tranquilizó. No describiría su situación como de alguien que estaba en estado de shock».
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