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Jueves, 1 de enero 1970
Canarias7 Saludable las Palmas de Gran Canaria
Aunque los beneficios de practicar running, con carreras como la HPS San Silvestre de Las Palmas de Gran Canaria, supera con mucho sus potenciales peligros, lo cierto es que, como cualquier otra práctica deportiva, existe el riesgo de sufrir lesiones en el aparato músculo-esquelético independientemente del nivel y perfil del que lo practica.
Entre las regiones anatómicas más afectadas se encuentran la pelvis y caderas, debido a la gran cantidad de estructuras que contienen. La región pélvica está constituida por el sacro, hueso que continua a la columna vertebral y que une por detrás a los dos coxales. Estos, uno a cada lado, son los que dan la forma a las caderas y se articula cada uno con un fémur, hueso principal que va desde la cadera a la rodilla. Anatómicamente, a la articulación entre el fémur y el acetábulo, que es la parte del coxal que se articula con el fémur, se le denomina articulación coxo-femoral o de la cadera. En este sentido hay que distinguirla de la cadera o región bajo la cintura con la que es conocida popularmente.
Aparte de la propia estructura ósea, en la pelvis se inserta una gran cantidad de músculos y ligamentos, no solo los que van hacia las piernas sino también los que anclan el abdomen y la espalda. Durante la carrera intervienen los ligamentos que fijan las estructuras óseas y los músculos que desarrollan el movimiento y estabilizan la pelvis. De ahí que «sea elevada la cantidad de elementos que pueden lesionarse tanto de forma aguda como por sobrecarga en carreras de larga distancia entre las que repasaremos las más frecuentes», explica el doctor Gerardo Garcés, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica de Hospital Perpetuo Socorro.
«Las lesiones agudas que más se observan son las que afectan a la musculatura. Normalmente son microrroturas fibrilares, siendo mucho más raras las roturas de parte importante del músculo. Suelen producirse por comenzar a correr con cierta intensidad sin calentar y estirar adecuadamente», asegura el doctor Garcés. Se localizan especialmente a nivel del recto anterior (músculo que forma parte del cuádriceps y se sitúa en la parte anterior de la cadera), a nivel de la inserción de los isquiotibiales (situados en la parte posterior del muslo) y a nivel de los abductores (músculos que están en el lado interno del muslo).
El diagnóstico se hace a partir de un dolor agudo, como un «pinchazo» que surge durante la carrera en una zona muscular. Lo normal es que el corredor tenga que pararse por el dolor, aunque a veces puede seguir corriendo y el dolor acrecentarse cuando el cuerpo se enfría.
En cualquier caso, «ante la sospecha de rotura fibrilar lo mejor es pararse para evitar que el desgarro sea mayor. Habrá que colocar hielo, protegiendo la piel por una toalla, servilleta o similar y buscar ayuda médica. Jamás debe darse masaje en la zona del dolor hasta no descartar la rotura ya que ello aumentaría la intensidad de la lesión», asegura el también catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Para confirmar el diagnóstico lo más usual es efectuar una ecografía y en algunos casos una resonancia magnética. El tratamiento suele consistir en la aplicación de hielo (crioterapia) unos días, tomar analgésicos y evitar aquellos movimientos que provoquen dolor. No es necesario el reposo absoluto, pudiendo realizarse ejercicios suaves en aquellos movimientos que no produzcan dolor. Normalmente estas roturas tardan en curarse entre 4 y 6 semanas, dependiendo de la intensidad inicial.
Las lesiones óseas agudas son muy raras salvo en adolescentes jóvenes. En éstos, debido a que varias partes de la pelvis aún no se han osificado, la contracción brusca de un músculo durante la carrera o salto puede provocar el arrancamiento de una apófisis, nombre que recibe la parte del hueso donde se inserta el tendón en individuos aún en crecimiento. También en estos casos el paciente notará un dolor agudo, intenso e invalidante. La diferencia con las lesiones musculares es que el dolor se localizará pegado a una zona ósea, donde se inserta el tendón avulsionado. En estos casos el diagnóstico se confirma por radiografía, aunque también puede ayudar la ecografía. En algún caso se precisa la reinserción quirúrgica del fragmento arrancado, aunque si no hay mucho desplazamiento puede tratarse de forma conservadora.
Las lesiones crónicas son las que más se observan en la región de cadera y pelvis de los corredores. Se deben a sobrecargas de entrenamiento, técnicas inadecuadas y a la presencia de deformidades, dismetrías o alteraciones en la alineación de los miembros inferiores. Cuando se dan estas circunstancias se producen cambios en la biomecánica de la marcha y carrera que facilitan la posibilidad de lesiones cronificadas.
Entre las lesiones crónicas, que se desarrollan de forma progresiva y pueden requerir de un largo periodo de recuperación destacan las bursitis, especialmente la trocantérea. Esta afección se estima que afecta a entre el 10 y el15% de la población en algún momento de su vida, ya sea producto del impacto de actividades como el running y otros ejercicios físicos o por el desgaste de la articulación. Su origen es la irritación de la bolsa serosa o bursa, una estructura compuesta por líquido sinovial y presente en las principales articulaciones, incluida la cadera, en la que actúa como un pequeño saco de amortiguación frente al deslizamiento de músculos y tendones. Se caracteriza por el dolor que produce en la cara lateral de la cadera, que puede irradiarse a glúteos y muslo y que aparece durante el movimiento.
Si la inflamación afecta a alguno de los tendones alrededor de la cadera, la lesión se denomina tendinitis. Puede afectar especialmente a los glúteos, el psoas, isquiotibiales, el tensor de la fascia o el piramidal. Se caracteriza por dolor en el trayecto del tendón afectado que aumenta tras poco tiempo de haber comenzado la carrera y suele ceder con el reposo.
Los traumatismos y movimientos repetitivos, pero también el sedentarismo, la obesidad o la herencia genética, además de la edad y el género (es más frecuente en hombres) pueden ir produciendo un desgaste del cartílago de la cadera hasta dar lugar a la artrosis. Predispone a ella el choque femoro-acetabular, que consiste en una incongruencia en la forma entre el acetábulo y la cabeza del fémur. Su principal síntoma es el dolor alrededor de la ingle, aunque con frecuencia el dolor es en el muslo e incluso en la rodilla. Se detectará porque el dolor aumenta al flexionar la cadera y con las rotaciones de ésta. Su diagnóstico es radiológico y obliga a evitar los impactos y, por tanto, la carrera.
Como afección crónica que se localiza en los huesos se encuentra la fractura de estrés. Se debe a microtraumatismos repetitivos durante la carrera, generalmente en superficies duras y con zapatillas que llevan poca amortiguación. Se caracteriza por la presencia de dolor profundo que aumenta al apoyar la pierna afectada y su diagnóstico suele ser difícil y pasar desapercibido. Radiológicamente suele ser normal, por lo que si persiste el dolor y se sospecha esta patología hay que solicitar una resonancia magnética o gammagrafía. Cuando se detecta se deberá evitar todo tipo de impactos, siendo larga su recuperación.
En cualquiera de los casos, lo cierto es que ante cualquier traumatismo, molestia o dolor que supera las dos semanas de duración, lo más recomendable es acudir a un especialista que valore el caso para hacer un diagnóstico lo antes posible e inicie el tratamiento adecuado, evitando un agravamiento de la situación. Debe tenerse en cuenta que a pesar de los enormes beneficios que una práctica deportiva como correr supone, no está exenta de posibles lesiones que hay que detectar de forma precoz concluye el doctor Gerardo Garcés, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica de Hospital Perpetuo Socorro.
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