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A sus 47 años, Eduardo Martínez tiene mucha experiencia en afrontar retos duros. Antes del 3 de noviembre de 2012, cuando sufrió un accidente descendiendo en bicicleta del Pico de las Nieves, se ponía a prueba en desafíos tan exigentes como el Ironman Lanzarote.
Ahora, once años después de sufrir una paraplejia a consecuencia de aquella infortunada caída, sigue buscando sus límites con larguísimas travesías a nado y acompañando a personas que atraviesan el duro proceso de aceptar una lesión medular.
Este activista de la integración lleva cinco años colaborando con el psicólogo de la Unidad de Lesionados Medulares del hospital Insular para guiar a los pacientes por este trance.
«Cuando te dicen que tienes una lesión medular el impacto es brutal. Es como si lanzaran una bomba atómica que arrasara con todo en un primer momento. Después se mezclan muchas emociones: desde la negación de lo que ha pasado, la negociación contigo mismo; decir, bueno, he tenido un accidente, tengo una lesión medular, a ver cómo lo hago. También la rabia, el rechazo y la impotencia son normales, pero, luego, las aguas vuelven a su cauce y, con rehabilitación física y mental, todo tiende a ordenarse hasta que, pasados unos meses, aceptas la lesión», explica sobre un proceso vivido y revivido en las reuniones mensuales con los pacientes de la Unidad de Lesionados Medulares.
En ellas, además de guiarlos por las etapas del duelo, los ayuda a rehacer su vida. «Se te rompen los esquemas y todo son incertidumbres, dudas y quejas. Lo que necesitan son certidumbres: saber cómo viajar en avión o en barco, cómo coger una guagua para volver a su casa, cómo poder ir al baño, cómo relacionarse con su familia, cómo expresarse con su persona amada... Con la ayuda del psicólogo de la unidad, todo se aprende. Lleva su tiempo, pero todo el mundo se adapta y puede llegar a tener una vida plena», explica Martínez, fundador de la asociación 'La vida sigue en +' que, desde 2015, ofrece ayuda para la recuperación psicológica, a través de la figura del paciente experto, y complementos a la rehabilitación física, como hidroterapia y natación, además de actividades deportivas como talleres de bicicleta de manos (handbike), boccia -petanca adaptada-, kayak o senderismo adaptado.
«Ahora en la asociación estamos en plena tormenta de ideas y de actividades para que todos los pacientes con lesión medular puedan tener una vida plena», comenta.
Martínez juega con ventaja para ayudar a estas personas. «Desde mi experiencia personal puedo ofrecer mayor comprensión y empatía hacia una persona con lesión medular y se abren mucho más a las terapias. Se expresan con más facilidad entre iguales. Muchas veces están muy trincados y, cuando les tocas las teclas de la lesión medular, se expanden y sacan todo lo que tienen dentro», señala sobre unas sesiones que le están proporcionando un «crecimiento personal bestial».
No obstante, reconoce que durante los primeros años, escuchar y ayudar a los nuevos lesionados medulares fue duro. «Llegaba a casa afectado, pero con el paso de los años aprendes a metabolizar estas experiencias de otras personas y ayudarles en mayor cuantía: ponerte al lado de ellos, generar empatía, solidaridad, autocompasión, tratarles de tú a tú y darles el brazo tendido para que sigan adelante», relata.
Entre los casos más complejos que ha abordado están las personas que han quedado parapléjicas como consecuencia de un intento de suicidio. «Es durísimo afrontar esta doble realidad. Por un lado, has intentado quitarte la vida con una conducta autolítica y, encima, no has conseguido el fin que buscabas y quedas con una merma física y emocional enorme; afrontar eso es como subir al Everest», asegura Martínez.
En todo caso, parece que nada es imposible. «Han salido adelante muchos de ellos, pero son casos que te llegan al corazón. Ojalá pudiera ayudarles en todo lo que les hiciera falta», añade.
Los problemas mentales llevan a estas personas hasta este punto. «La soledad y la depresión son dos de los males de la sociedad del siglo XXI. Estudié farmacia y estuve detrás del mostrador hasta el año 2012. Veía cómo iba en aumento el consumo de antidepresivos y ansiolíticos. Realmente todos pasamos por etapas de depresión y es una de las enfermedades más limitantes», dice Martínez que aboga por las relaciones sociales como antídoto contra la tristeza profunda.
«Muchas personas con lesión medular tienden a la introversión y nosotros hacemos hincapié en que, primero, hay que aceptar la lesión, y después socializarse. En el hospital estás en una burbuja y, cuando sales, también tienes que aceptar que la gente te acepte con lesión medular. Hay quien lo lleva bien y quien no. Esas personas que no lo llevan bien nos preocupan mucho e intentamos ofrecerles un abanico de posibilidades para que sigan integrados en la sociedad, hagan actividades y se valgan por sí mismos», comenta el farmacéutico que participó en el Congreso Paraplejia 2023, clausurado ayer en Maspalomas, con una ponencia sobre el papel de la actividad física en las personas con lesión medular.
«Cuando el doctor Méndez me comunicó que no podría caminar, mi pregunta fue instantánea: ¿podré volver a nadar? Me dijo que sí. Fue una de las cosas a las que me aferré», cuenta sobre este punto de apoyo psicológico.
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Carmen Delia Aranda
CANARIAS7
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