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Los técnicos inspectores se reúnen alrededor de las 9 de la mañana para iniciar la ruta. Cober
Desafío en Piletas: 20 personas contra un mosquito

Desafío en Piletas: 20 personas contra un mosquito

Un grupo de técnicos inspectores de salud pública peinan el barrio capitalino cada miércoles para vigilar al Aedes aegypti, transmisor de enfermedades tropicales

Carmen Delia Aranda

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 18 de agosto 2024, 02:00

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No quieren salir en la foto, pero muchos de los vecinos del barrio de Piletas, en la capital grancanaria, ya conocen de vista a la veintena de técnicos inspectores de salud pública que todos los miércoles recorren este núcleo de la periferia en busca del rastro del mosquito Aedes aegypti, transmisor de enfermedades víricas como el dengue, el zika, la chikungunya o la fiebre amarilla.

Algunos los saludan por la calle y les agradecen su empeño. Otros no les ponen las cosas fáciles porque, posiblemente, no son conscientes de la importancia de erradicar al insecto para impedir que proliferen en el archipiélago enfermedades impropias de Canarias hasta ahora.

Sea como fuere, desde que se detectó la presencia del mosquito en el barrio el pasado mes de noviembre, los 20 inspectores acuden a Piletas para revisar el contenido de las trampas y mandar las muestras sospechosas al Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias (Iuetspc) de la Universidad de La Laguna.

Dos parejas de inspectores se encargan de visitar las 57 viviendas del barrio donde están instaladas las trampas de adultos, unos aparatos conectados a la red eléctrica, dotados de un pequeño aspirador que contiene un atrayente para insectos. En su interior, en una redecilla, quedan atrapados mosquitos de todo tipo, sobre todo de la fruta. El contenido de estas bolsas se congela para ser enviado al Iuetspc.

La visita semanal ha servido para crear vínculos. «A los vecinos los veo más que a algunos parientes», dice Carmen Bosch, una de las inspectoras, que, junto a otro compañero, revisa las trampas situadas en casi 30 casas.

«Espero que no se vaya el mosquito, dejaría de verles. Ya son casi de la familia», dice Yolanda Navarro, una vecina acostumbrada a departir un ratito con los inspectores todos los miércoles de buena mañana, cuando acuden a echar un vistazo al detector instalado en su domicilio.

Pero no todo el mundo les ha abierto sus casas con esa facilidad. «Hace dos semanas alguien nos abrió por primera vez. Hay casas en las que no se sabe si hay gente o no», dice la inspectora.

También hay dificultades para exterminar al mosquito de viviendas que no han podido ser fumigadas porque sus moradores no tienen a dónde ir durante las alrededor de doce horas en las que deben abandonar sus casas tras la aplicación del insecticida.

«Hay tres casas donde se niegan a irse. En una vive una persona inmovilizada», explica la trabajadora de la Dirección del Área de Salud de Gran Canaria. En estos casos, cuenta, se les ha proporcionado un insecticida en aerosol de uso no profesional para que lo apliquen e intenten erradicar al insecto.

Por jardines y solares

El resto de los inspectores de la Dirección de Área de Salud de Gran Canaria, más de una quincena, recorren los jardines y las zonas comunes de Piletas y los barrios colindantes -Ciudad del Campo, Isla Perdida y La Suerte- renovando el agua de las ovitrampas, unos cubiletes negros donde los mosquitos depositan sus huevos y eclosionan las larvas.

Su trabajo consiste en observar el líquido y tomar muestras si encuentran huevos o larvas sospechosas en las 253 ovitrampas repartidas por Piletas y sus inmediaciones. Estas muestras también se enviarán al instituto para su análisis.

La semana pasada no estaban de ánimos. La persistencia del mosquito en el barrio les desmoraliza. «En los últimos meses, semanalmente aparecía o un mosquito o ninguno, pero en la primera semana de agosto aparecieron tres», explica con algo de desánimo Bosch.

Dos aparecieron en la zona comprendida entre las calles Galilea y José de Arimatea, el área donde parece haberse atrincherado el mosquito en los últimos meses. Allí, recientemente, han encontrado una cantonera escondida que se ha tratado.

El tercer mosquito apareció en la parte alta del barrio, en la calle Pascua. Sin duda, una mala noticia porque la zona llevaba libre del insecto varios meses.

La tardanza en la erradicación del vector desalienta aún más cuando esta tarea semanal se suma a las muchas otras que desempeñan los inspectores; desde vigilar mataderos, analizar las aguas de las playas o controlar el cumplimiento de las normas sanitarias en establecimientos de distinto tipo, desde tiendas de alimentación a estudios de tatuaje.

«Estamos algo cansados de venir, pero también satisfechos. Coges un cariño tremendo a la gente; te cuentan cómo van de salud o sus vacaciones. Además, hacemos mucho ejercicio porque aquí los edificios no tienen ascensores», relata Bosch sobre los aspectos positivos de la faena.

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