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La Organización de las Naciones Unidas (ONU) cree que el fenómeno meteorológico conocido como El Niño, que provoca sequías o inundaciones en diferentes partes del mundo y en general, más calor, llegará durante este verano, lo que hará que se alcancen de nuevo temperaturas globales récord. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), perteneciente a la ONU, apunta a que existe un 60% de probabilidades de que El Niño llegue entre mayo y julio, un 70% si el plazo se extiende hasta agosto y hasta un 80% de que lo haga en el periodo entre julio y septiembre.
Aunque los últimos años ya han sido los más calurosos de la historia en todo el planeta, la probable irrupción de El Niño, que sustituirá a La Niña, elevará todavía más los termómetros. «Acabamos de tener los ocho años más cálidos de los que se tiene constancia, a pesar de que en los últimos tres hemos tenido un enfriamiento provocado por La Niña que ha actuado como freno temporal al aumento de la temperatura global», recordó ayer el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. El mundo se encuentra ahora en un periodo neutro, de transición, entre La Niña y el Niño y «lo más probable es que el desarrollo de El Niño provoque un nuevo repunte del calentamiento global y aumente las posibilidades de batir récords de temperatura», auguró Taalas. La OMM afirma que no puede predecir la fuerza o la duración de El Niño ni tampoco estimar hasta qué punto provocará una subida de las temperaturas, pero sí confirma que se producirá este aumento.
El Niño, La Niña y el estado neutro, que se alternan en un ciclo irregular denominado Oscilación Meridional de El Niño (ENOS), son los fenómenos que modulan el clima terrestre global. El Niño, que suele ser más frecuente, calienta la superficie del océano Pacífico tropical, especialmente en el ecuador y a lo largo de las costas de América del Sur y Central, y provoca más lluvias en esa zona. La Niña tiene el efecto contrario: las temperaturas del océano del Pacífico tropical se enfrían, lo que hace disminuir las precipitaciones. El calor y las lluvias se desplazan hacia el otro lado del océano, de manera que el tiempo en Australia, Indonesia y el sureste de Asia es más húmedo y cálido de lo habitual. El Niño (en referencia al niño Jesús) es el nombre con el que los pescadores suramericanos conocen este fenómeno climático porque algunos de sus efectos más agudos ocurren, en esta zona del mundo, durante la Navidad.
2016 fue el año más caluroso de la historia por el «doble golpe» que supuso la combinación de El Niño y el cambio climático, recuerdan los expertos de la ONU. Desde entonces, ha prevalecido La Niña, que ha amortiguado el calor, y aun así, se han seguido batiendo máximas. La OMM vaticina un 2023 y sobre todo, un 2024, de termómetros disparados «porque el efecto sobre las temperaturas globales suele manifestarse al año siguiente de su desarrollo».
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«El mundo debería prepararse para El Niño, que suele asociarse a un aumento del calor, la sequía o las precipitaciones en distintas partes del mundo», insistió Taalas. La única buena noticia es que este fenómeno también provoca lluvias en determinados lugares, lo que «podría traer un respiro a la sequía en el Cuerno de África», una zona donde La Niña causa una disminución de las precipitaciones. La otra cara de la moneda es que en esta región, una de las más pobres del mundo, El Niño también podría desencadenar «fenómenos meteorológicos y climáticos más extremos».
El Niño, que se produce de media entre cada dos y siete años y cuyos episodios durante entre nueve y doce meses, puede significar una subida añadida de la temperatura global de 0,2 décimas, lo que dificultaría aún más conseguir que este aumento esté por debajo de los dos grados, el objetivo fijado en los Acuerdos de París en 2015.
Aunque «no hay dos 'Niños' iguales», explica la ONU, tradicionalmente este fenómeno no altera especialmente el clima en Europa, aunque sí puede ocasionar inviernos algo más fríos y extremos en el norte del continente y más húmedos y templados en el sur. España también podría verse afectada si El Niño fuera especialmente fuerte con un incremento de las lluvias.
El Niño, en cambio, conlleva un aumento de las precipitaciones en algunas zonas del sur de Sudamérica, el sur de Estados Unidos, el Cuerno de África y Asia central, mientras que puede provocar graves sequías en Australia, Indonesia y partes del sur de Asia. En verano, en el hemisferio norte, alimenta huracanes en el centro y el este del océano Pacífico y dificulta su formación en la cuenca atlántica.
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