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Colocan microchips de seguimiento a veinte tortugas

Colocan microchips de seguimiento a veinte tortugas

Un equipo de investigadores marinos ha implantado microchips a una veintena de tortugas boba en aguas del suroeste de Tenerife para conocer sus datos biométricos y para que cualquier ciudadano interesado pueda conocer sus movimientos por el océano Atlántico.

EFE / Santa Cruz de Tenerife

Jueves, 1 de enero 1970

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Según informa la organización del evento científico en un comunicado esta iniciativa está incluida en el proyecto europeo Mistic Seas 2, del que es socio la Fundación Biodiversidad y el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.

Para ello científicos de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (Secac) han salido al mar desde agosto para realizar tres campañas oceanográficas en la zona de especial conservación de la franja marina Teno-Rasca, que abarca todo el oeste de la isla de Tenerife, con el fin de hacer un seguimiento de la tortuga boba (Caretta caretta).

El presidente de la Secac, Vidal Martín, explica que su organización ha capturado una veintena de ejemplares de tortuga boba, clasificada como especie vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Martín señala que, una vez capturada, se llevaba cada tortuga hasta un puerto cercano, donde los investigadores extraían una muestra de sangre y otra de tejido, implantaban un microchip en el caso de que no lo portara, tomaban diversas medidas corporales y la pesaban, para después liberarla al mar.

Los investigadores llevaron tres ejemplares de tortuga boba al centro de recuperación de fauna silvestre La Tahonilla, pues una de ellas tenía un anzuelo de pesca atravesado en la boca, por lo que allí se procedió a la extracción y a la cura completa del animal antes de su devolución al mar.

Martín indica que a Canarias llegan tortugas boba "inmaduras" de hasta cuatro años de edad que nacen habitualmente en Florida (Estados Unidos) o Cabo Verde.

"Son muy difíciles de coger porque son muy tímidas. A cualquier movimiento o sonido que sientan, van hacia abajo, las perdemos y no vuelven a subir", señala Carmen Meléndez, oceanógrafa de la Secac.

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