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Ayudar a las mujeres víctimas de la violencia machista en un lugar donde este comportamiento está normalizado es muy duro. Por esta razón, y para reconocer el trabajo que se realiza en el ámbito de la atención a las mujeres que sufren maltrato en el ámbito rural, la Red Feminista de Gran Canaria entregará este viernes el premio Simone de Beauvoir a Amparo Delgado, asesora jurídica del Servicio de Prevención y Atención Integral a Mujeres Víctimas de Violencia de Género del Ayuntamiento de La Aldea.
Su tarea de orientar a las mujeres víctimas de violencia de género en cuestiones de derecho civil, administrativo, penal y de familia requiere altas dosis de implicación personal y compromiso.
«Mi mayor recompensa es ayudar a la gente», afirma Delgado quien esta noche tendrá el «honor y el privilegio» de recoger un premio que reconoce el trabajo silencioso de personas que, como ella, «conocen la realidad y saben de las situaciones de discriminación» en los pueblos.
Delgado confiesa que su trabajo le resulta «muy gratificante, a pesar de haberlo pasado muy mal». Y es que ha tenido que interponer varias denuncias por el acoso que ha sufrido por parte de un presunto agresor de una mujer a la que asesoró.
Sin embargo, reconoce que, frente a estos sinsabores, es mucho mayor «la satisfacción de poder ayudar a las mujeres que lo están pasando mal a salir de esa situación, que puedan tener una perspectiva de vida mejor; devolverles la ilusión y que encuentren proyectos nuevos», comenta Delgado.
El entorno, confirma, no le pone las cosas fáciles. «La Aldea es un municipio rural, lejano, con una idiosincrasia especial que no escapa a las situaciones de violencia ni discriminación que sufren las mujeres en todo el mundo pero que, por su aislamiento, la mentalidad machista está bastante arraigada en parte de la población».
De hecho, la jurista señala que el trabajo que se realiza desde el Servicio de Prevención y Atención Integral a Mujeres Víctimas de Violencia de Género «se cuestiona mucho y se ridiculiza».
Parte de la población entiende que este tipo de servicio aumenta «las diferencias entre hombres y mujeres. Me han llegado a decir que separo matrimonios. Es una situación complicada, la presión social pesa mucho», dice.
En todo caso, las que peor lo pasan son el centenar de mujeres que cada año son atendidas en el servicio. «Los casos más sangrantes se denuncian, pero en otros casos las mujeres no quieren interponer medidas penales, pero sí inician el proceso de divorcio. A veces, con el término de la relación se acaba la violencia. Otras veces no y continúa el acoso», relata sobre el calvario de las víctimas aldeanas del machismo.
Además, Delgado entiende que el daño psicológico es el más difícil de probar y el que deja secuelas más duraderas. «El maltrato físico se puede resolver pero las secuelas psicológicas del estrés postraumático es difícil de superar. Una persona maltratada queda anulada, malparada. Es necesario recomponer el puzle de su vida para que tome las riendas de su futuro y busque nuevos horizontes, esperanzas e ilusiones», explica la experta que alerta del peligro que supone para la sociedad la existencia de ideologías políticas empeñadas en negar la realidad que sufren las mujeres, incluidas las violencias machistas.
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Carmen Delia Aranda
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