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J.M.L.
Ciudad Real
Miércoles, 3 de agosto 2022, 11:00
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El yacimiento de la Cueva de los Toriles, en Carrizosa (Ciudad Real), sigue aportando evidencias de la presencia humana en esta cueva de finales del Neolítico y los inicios de la Edad del Cobre. Las excavaciones arqueológicas efectuadas este verano han permitido encontrar herramientas y restos de cerámica de aquella época. Hallazgos a los que se suma el de la falange de un dedo encontrada en la anterior campaña y que perteneció a un ser humano que habitó en esta cueva hace 6.000 años, según han demostrado las pruebas con carbono 14.
Según el paleontólogo Daniel García Martínez, que ha liderado la última campaña de excavaciones, «en los alrededores también hemos hallado materiales y evidencias más antiguas, del Paleolítico, así como otros fragmentos de telares árabes y más elementos romanos y medievales que hemos de estudiar en estos meses para, una vez estudiadas y limpiadas estas piezas, exponerlas en Carrizosa en invierno en unas jornadas divulgativas».
El equipo multidisciplinar que ha estudiado este verano el yacimiento de Carrizosa ha estado formado por arqueólogos, geólogos, paleoantropólogos y biólogos de Castilla-La Mancha, Madrid y Castilla y León, que han contado con el apoyo de la Universidad Complutense de Madrid y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana vinculado al yacimiento de Atapuerca (Burgos).
Este equipo se muestra convencido de que hallará evidencias de neandertales en este yacimiento situado entre el Alto Guadiana Mancha y el Campo de Montiel, donde ya encontraron hace años un tejón primitivo y otros mamíferos del Pleistoceno, lo que indica que podría haber restos de fauna de gran tamaño.
«Estamos bastante esperanzados de encontrar más fauna y potenciales evidencias de homínidos y neandertales de la región», explica Daniel García, cuyo descubrimiento de los restos del tejón mereció un artículo en 2020 en la revista «Journal of Iberian Geology» en el que se destacaba que se había datado al animal en el Pleistoceno Inferior-Medio, lo que convertía a la Cueva de los Toriles en un enclave singular de restos fósiles de la meseta sur de la Península Ibérica.
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