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El corazón de las tinieblas del ‘Titanic’

El corazón de las tinieblas del ‘Titanic’

Joseph Conrad escribió sobre la codicia y la arrogancia detrás de aquel drama, provocado por un iceberg cuya foto se subasta estos días

Isabel Ibáñez

Jueves, 1 de enero 1970

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Si el ‘reino’ que Kurtz había instaurado en lo más profundo del río Congo ejemplificaba a la perfección «el horror», no fue menos lo que debieron padecer los 706 supervivientes, y aún más, las 1.517 víctimas mortales del hundimiento del ‘Titanic’. Tan impactado quedó Joseph Conrad, el autor de las palabras de Kurtz que resuenan en ‘El corazón de las tinieblas’, que se vio en la necesidad de escribir sobre ello, pero para escarbar una vez más en la materia de la que están hechos los seres humanos. Lo hizo en un texto centrado en el comportamiento de los actores implicados: el armador, los medios de comunicación espoleados por William Randolph Hearst, creador de la prensa amarilla, las comisiones que investigaron el desastre y la sociedad en sí. Para poner sobre el tapete que la codicia y la arrogancia fueron si no actores principales, sí secundarios en el famoso drama acaecido el 14 de abril de 1912, del que la compañía armadora salió prácticamente intacta pese a su responsabilidad; no pagó ni la décima parte de los 8 millones que le solicitaban en indemnizaciones. Aquel iceberg que rajó el costado del barco «imposible de hundir», como lo habían rebautizado, fue solo el primer naipe que falló en un castillo condenado a derrumbarse. Hoy, el pecio «insumergible» reposa a 3.784 de profundidad, a unos 600 kilómetros al sur de Terranova.

Es curioso cómo un hecho que ocurrió hace un siglo sigue consiguiendo estar siempre de actualidad. Ahora es gracias a la casa de subastas británica Henry Aldridge & Son, que oferta una foto de aquel trozo de hielo flotante acompañada de una carta de la persona que capturó la imagen, el capitán del ‘SS Etonian’, W. Wood, quien cruzaba el Atlántico dos días antes del hundimiento del gigante.En la carta, dirigida a su abuelo, Wood dice: «Te mando una imagen del mar, el ‘Etonian’ navegando ante un vendaval y el iceberg que hundió el ‘Titanic’. Cruzamos las pistas de hielo 40 horas antes que él y a la luz del día, así que vi el hielo fácilmente y obtuve una foto». El lobo de mar anotó las coordenadas de aquel gigante y son prácticamente las mismas que donde se produjo la colisión. El lote de la carta y las fotos (la otra es de la cubierta del ‘Etonian’ azotada por la tormenta) se ofrece a un precio a partir de los 8.850 euros. Su autenticidad ha sido avalada por expertos basándose en los bocetos que del iceberg hicieron Fredrick Fleet, vigilante que vio por primera vez la mole, y el marinero Joseph Scarrott, ambos muy similares a la foto.

«Si el ‘Titanic’ hubiera sido para el traslado de emigrantes no se habría construido de ese tamaño», critica Conrad

Más que la propia tragedia del ‘Titanic’, que también, fue la pasión que siente por Conrad lo que empujó al cántabro José González (Torrelavega, 1973) a interesarse por este tema. Además, la mar corre por sus venas, pues es oficial de máquinas de la marina mercante e ingeniero naval. Acaba de publicar un pequeño ensayo centrado en la visión que el gran escritor de origen polaco dejó plasmada sobre aquel acontecimiento en un libro llamado ‘El Titanic’. Actualmente en una compañía naviera noruega en Holanda, González ha trabajado también en Gran Bretaña, donde, como miembro de la Joseph Conrad Society, ha impartido conferencias sobre el autor y sus obras.

«Al ser parte de esta Sociedad –explica–, pretendo contribuir a la difusión del trabajo de Conrad, resaltando sus obras menos conocidas, como esta. Y como marino mercante, he intentado aportar nuevos puntos de vista sobre aquel hecho dramático, continuando con las reflexiones del escritor, ahondando en las razones puramente humanas y huyendo de aspectos técnicos en detalle. La pérdida del ‘Titanic’ sirve para resaltar la importancia de las cualidades humanas, que nos pueden llevar a alcanzar el mayor de los éxitos o el más rotundo de los fracasos».

Conrad, rechazado

En ‘Tamaño, conocimiento y desasosiego: Nuevas reflexiones sobre la pérdida del Titanic’, González desmenuza el contenido de aquellos escritos de su admirado autor:«Conrad aplicó su conocimiento técnico, extremadamente preciso –fue marino antes que escritor–, a su maravilloso estilo literario». El español sostiene que aquel viaje de penurias que Conrad realizó en la vida real remontando el río Congo y en el que se basó para escribir su obra cumbre –en la que se apoya la película ‘Apocalipse Now’–, le transformó por completo: «Estaba tan horrorizado por la codicia y la brutalidad del hombre blanco de las que fue testigo allí que su visión de la naturaleza humana cambió irremediablemente». De hecho, Conrad se lo contaba así por carta a un amigo: «Navegando por el río Congo, dejé de ser un animal para convertirme en un escritor».

Sorprende conocer que el autor envió su primer texto, muy crítico, a la revista ‘Nash’s Magazine’ al día siguiente de que la tragedia se hiciera pública, y que fuera rechazado, sobre todo porque el escritor ya era famoso, ¡había publicado ‘El corazón de las tinieblas’ en 1899! Pero el análisis fue aceptado por el ‘English Review’. En él subraya «cómo la falta de visión y el exceso de ambición, autocomplacencia, arrogancia y codicia fueron conductores principales del desastre», expone González.

La sociedad de aquel entonces estaba deseosa de conocer y «beneficiarse de las ventajas técnicas que emergían aquellos días; el desarrollo y puesta en marcha de nuevos artefactos se consideraban pasos muy importantes de la revolución tecnológica e industrial». Recalca el español en su ensayo que, además, el barco se convirtió en el «orgullo nacional»: «En la Irlanda de entonces (donde había sido construido) y de manera especial en Belfast, el ‘Titanic’ simbolizó algo más que solo un logro británico, suscribiendo la posición de Irlanda como parte del Reino Unido».

Algunos de los aspectos vapuleados en aquellos escritos fueron el tamaño del buque y su velocidad de crucero, «que junto con la etiqueta ‘imposible de hundir’ fueron utilizados como esloganes por los medios de comunicación para vender los beneficios del barco», añade el autor del ensayo, que se apoya en las palabras originales de Conrad: «Me resultaría mucho más sencillo de creer que existe un buque insumergible de 3.000 toneladas que uno de 40.000. Es un pensamiento lógico (...). Construyes un hotel de 40.000 toneladas de finas placas de acero para asegurar el mecenazgo de, digamos, un par de miles de ricos (si hubiera sido solo para el traslado de emigrantes no se habría construido de ese tamaño), lo decoras en un estilo faraónico o Luis XV –lo ignoro–, y para complacer al mencionado puñado de individuos, que tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él, y para aplauso de dos continentes, lo lanzas al mar con 2.000 personas a bordo a una velocidad de 21 nudos...».

Piscina y café para millonarios

Conrad cuestionó la decisión de construir un barco tan grande «lleno de entretenimientos de lujo por y para millonarios» y la publicidad de la idea por los medios de comunicación: «Cuando lees los informes, la primera reflexión que te viene a la cabeza es que, si el malogrado buque hubiera sido un par de cientos de pies más pequeño, quizás hubiera estado a salvo del peligro. Pero entonces no hubiera tenido una piscina y un café estilo francés». Analiza González: «Para la mente de alguien que sirvió en buques de carga y navegó en algunas de las zonas más remotas del mundo era extraño que un barco tuviera a bordo servicios tales como una piscina para el divertimento de sus pasajeros si ponía en riesgo la integridad del barco en caso de colisión».

Remarca el español que hubo un buen número de advertencias de otros barcos que navegaban por el ‘Iceberg alley’ (pasillo de icebergs) y que el ‘Titanic’ debería haber evitado la zona, «pero la tripulación obedeció las órdenes del capitán Smith de navegar a todo avante atravesándola. «Esto nos lleva a preguntarnos... ¿quién estaba dando órdenes al capitán? Todo apunta a que el empresario Ismay, presidente de la línea de barcos White Star Line propietaria del ‘Titanic’ que viajaba a bordo, le presionó para mantener la velocidad y llegar a Nueva York un día antes de lo programado, triunfando ante la prensa y el mundo entero». Otra vez la arrogancia y la codicia. Ismay subió a uno de los insuficientes botes y sobrevivió. Smith se hundió con su barco.

«Aunque la mayoría de la gente está familiarizada con la existencia de la industria marítima –considera González–, es todavía una gran desconocida y su influencia en nuestras vidas no se ha divulgado adecuadamente. El comercio marítimo, las personas que desarrollan su labor en la misma, los buques, sus cargas, las circunstancias en que se desarrolla y los accidentes que sufren son todavía meras anécdotas que de vez en cuando hacen presencia de forma abrupta en nuestras vidas» .

Superviviente y víctima

Joseph B. Ismay (Armador)

Empresario británico que fue el presidente de la línea de barcos de vapor White Star Line, propietaria del ‘Titanic’, en el que viajaba aquel día. Sobrevivió al hacerse hueco en uno de los escasos botes salvavidas, acción muy criticada ya que lo hizo cuando aún quedaban mujeres y niños a bordo

Edward J. Smith (Capitán)

Elegido por White Star Line, donde trabajaba, para capitanear el ‘Titanic’. Tras asegurarse de que mujeres y niños montaban en los botes, se dirigió al puente, último lugar donde fue visto antes de morir, algunos dicen que aferrado al timón.

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