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En el instituto Lomo de la Herradura de Telde hasta los recreos son productivos. Entre los dos toques de campana los 410 chicos y chicas que acuden al centro, el 10% con discapacidad, pueden comer el desayuno en el patio, pero también ir a la biblioteca, acudir al taller de ajedrez, al de baile de salón, al de actividades deportivas, a ensayar con el coro, o a aprovechar para adelantar en alguno de los numerosos proyectos que impulsa el profesorado. Además pueden ir a atender el huerto, o pasearse por el aula enclave y comprar alguno de los objetos que reconvierte su alumnado en piezas de artesanía.
«Somos un centro inclusivo que atiende muy bien la diversidad. Estamos preocupados por nuestro alumnado y tenemos infinidad de proyectos, así los chicos y chicas participan en la transformación no solo de su propia educación sino del entorno», asegura el director, Heriberto Báez. «Utilizamos mucho el aprendizaje servicio para nuestros proyectos y al final todo eso calidad».
El instituto recibe alumnado del barrio de La Herradura y de San José de Las Longueras. Algunas de las familias tienen grandes dificultades económicas. De hecho, el instituto pone a la venta lo que recolecta en el huerto: lechugas, tomates, zanahorias, acelgas y frutas, dentro del propio centro. Parte de ese dinero se destina a abonos o semillas, el resto sirve para hacer una compra que se complementa con las propias verduras y se entrega a algunas de esas familias.
El instituto, asegura Báez, «no puede pedir» aportaciones a las familias para emprender los proyectos educativos. «Somos un centro público», señala. Pero además, no se da el «contexto social», abunda. Por eso también enseñan al alumnado a salir adelante.
El estudiantado del aula enclave -que es una unidad de escolarización para etudiantado con Necesidades Educativas Especiales (NEE) en un centro ordinario- está bajo la tutela de Mary Rodríguez. La clase cuenta con una tienda online en la que venden camisetas, bolsos y cuadernos decorados por ellos mismos. También velas o marcadores de páginas. Saúl, uno de los estudiantes, lee el eslogan de la tienda: «Cositas hechas a mano y dibujadas con el corazón». Las ventas las abren en Navidad, Carnaval, en San Valentín y a final de curso. Parte de las ganancias van para hacer una compra para el Banco de Alimentos.
«La calidad de la enseñanza que nosotros ofertamos a nuestro alumnado se puede ver después en cómo los que terminan segundo de bachillerato o sus ciclos formativos encuentran trabajo o tienen éxito en sus carreras profesionales», explica Báez. Este mismo año un alumno que quería optar a Medicina ha logrado en la EBAU la nota de corte provisional. «Eso es un éxito, los chicos y chicas se esfuerzan», dice Báez, que también apunta a la «gran implicación del claustro». Mantener abiertos los talleres en el recreo significa que ese profesorado no dispone de esos minutos de descanso. «Pero siempre ha sido así en este instituto», dice Báez.
Heriberto Báez
Director del instituto Lomo de la Herradura
Uno de los grandes problemas de la enseñanza es la dejadez y el abandono escolar. Arraigar al alumnado es lo fundamental. Se genera en el alumno un sentimiento de pertenencia, si se genera esa buena sinergia hace que el centro funcione perfectamente y tiene repercusión desde el punto de vista formativo», afirma el director del centro. De alguna manera, explica, el instituto apostó por la enseñanza en competencias antes de que fuera el tema estrella de la educación. «Lo que se le está dando a los chiquillos es la posibilidad de que ellos encuentren vocaciones desarrollando sus propias competencias».
Báez se sabe de memoria cada uno de los proyectos educativos del centro y pone en valor la relación entre ellos y la que se crea entre el alumnado. Un ejemplo. El proyecto Maker. Celia Muñoz es la docente que se encuentra al frente de esta iniciativa. «Queremos dar servicios a personas con discapacidad. Aquí imprimimos prótesis, e incluso diseñamos algunas, en 3D». Una de ellas es una férula que ahora utiliza un estudiante del aula enclave. Tenía problemas para escribir y esta prótesis le ayuda a hacerlo. «Es un material 100% reciclable», explica. El alumnado también ha creado un bastón que vibra al encontrar obstáculos cerca, persona para personas con discapacidad visual, o luces y sensores para sillas de rueda.
Otro aspecto que cuidan son los espacios de aprendizaje. Cada pared del instituto está ocupada con una exposición un panel explicativo. Uno de ellos es sobre la cantidad de azúcar que contienen los refrescos. El estudio después se expone en las clases. La biblioteca se divide en varias zonas, incluyendo una violeta. Y allí también está la pecera de su canal de radio donde emiten De cháchara, un programa en el que participa alumnado, docentes y familias. En el último hablaron de violencia machista. A ello suman el proyecto de reconocer a mujeres de las islas. El aula de ajedrez está dedicada a la ajedrecista Sabrina Vega, la de música a la compositora Laura Vega y el laboratorio de biología a la doctora Maximina Monzón.
«Tenemos un objetivo didáctico con repercusión en el contexto, en el barrio», insiste Báez. Eso y la calidad e innovación educativa del centro es lo que ha reconocido la Consejería de Educación con una distinción a la excelencia. «Soy muy afortunado por trabajar aquí», escribió Báez en Twitter al dar a conocer el reconocimiento.
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