«Nadie te cree, nadie te hace caso»
violencia de género psicológica ·
Nanda Santana tardó ocho años en que alguien creyera su caso y le dijera que era una víctima de violencia machistaNanda Santana estuvo ocho años contando su historia en un sinfín de despachos y a un considerable número de especialistas. 2.920 días reviviendo su experiencia vital mientras iba acumulando un cansancio que la dejaba abrumada. «Ocho años contando mi historia, pero nadie te cree, nadie te hace caso», asegura. Hasta que un día un profesional «le puso nombre». «Esto es violencia de género psicológica de libro», recuerda Nanda que le dijo. En ese momento empezó a comprender qué le estaba pasando a ella y a sus hijos, porque su vida a partir de su separación fue un calvario -un «divorcio contencioso y judicializado»- para ella y su familia, tres niños de 6, 8 y 11 años en el momento de la ruptura.
Hoy, dos años después de aquel 'diagnóstico', duro trabajo, terapia y superación, Nanda Santana mira al futuro con optimismo, tanto que lo que quiere es «ayudar» a otras mujeres que hayan o estén pasando por lo que ella vivió. Su historia y reflexiones las ha volcado en un libro-ensayo, rico en documentación, sincero y claramente escrito: 'Te haré la vida imposible. Cómo sobreviví a la violencia machista psicológica y vicaria' (Colección Mercurio). Un libro en el que sobresale tanto su faceta periodística y académica, es doctora en Ciencias de la Información, como la de víctima de maltrato machista.
En el marco del 25N, Día Internacional para la Erradicación de la Violencia de Género, Nanda pretende que su experiencia ayude a allanar el camino de otras mujeres, incluso de aquellas que a lo mejor aún no le han puesto nombre a lo que les pasa porque la «violencia psicológica no deja marcas» visibles a los ojos de los demás. Esa, precisamente, es una de las características, la «dificultad para detectarla». Es más, «ni los propios profesionales, jueces, psicólogos, médicos de familia, pediatras, trabajadores sociales, abogados, mediadores,… ni uno», lamenta Nanda, se dio cuenta de lo que le pasaba a ella y a sus hijos, ni siquiera, cuando «un niño va estupendamente en el colegio y de repente deja de ir bien», lamenta. Una situación que puede calificarse explica, como «violencia institucional».
«La violencia psicológica nunca va sola, va de la mano de otras», asegura la psicóloga forense Romina Rey Catani. «Y cuesta mucho reconocerla, lo que nos suelen pedir es una valoración pericial psicológica de la presunta víctima a ver si esta presenta un perfil compatible con los hechos denunciados, si hay algún daño psicológico por esos supuestos malos tratos que habría recibido de su pareja o expareja», explica la experta.
Precisamente ese «no ir sola la violencia psicológica» lo experimentó Nanda, que habla de otra de las caras de su divorcio, la violencia vicaria. Pero hacer daño a la madre a través de los hijos tampoco deja «huella» corporal que detectar. «A ti no te pega», dice Nanda, «pero duele porque te sientes impotente para defenderles». «Hay un montón de menores que están siendo violentados y utilizados por los maltratadores de sus madres», denuncia. Ella vio cómo su ya expareja maltrataba físicamente a sus hijos. «Una cachetada, un tirón de orejas,…» Acciones difíciles de denunciar ante terceros por mucho que como madre quiso proteger a sus hijos.
La violencia psicológica tiene también otra cara, y es que se somatiza, es decir, se puede experimentar a través de distintos síntomas físicos que no tienen una causa física aparente. «Yo tenia dolores de cabeza, ansiedad, mucho sueño y un cansancio brutal», recuerda Nanda, pero cada mujer puede experimentarla con distintos síntomas. Un daño, apunta la psicóloga, que «va a depender de las variables moduladoras de protección o vulnerabilidad de la víctima. No es lo mismo que tenga apoyo psicológico de amigos, familias, que tenga una personalidad resiliente, a dificultades como ser extranjera, sin recursos económicos, tener hijos menores, …».
Y no es la única faz. Existe una cara económica, porque esa ansiedad, ese malestar, ese estrés que se hace crónico y, especialmente, «ese dolor, interfiere en la vida laboral y en el desarrollo personal y complica enormemente el rehacer la vida».
Nanda Santana quiere creer que hoy no es tan difícil y que «algo ha cambiado», pero advierte de que muchas mujeres no denuncian la violencia psicológica precisamente por las dificultades que se encuentran en el camino. A ella misma las propias abogadas feministas del recurso que la atendió le recomendaron no hacerlo. Nanda es una víctima acreditada, pero solo en el ámbito administrativo, lo cual le pone las cosas mas difíciles. Puede pedir las ayudas a las víctimas, «pero no es suficiente», señala. En su caso, ya dos de sus hijos son mayores de edad. Pero si fueran pequeños, con esa «acreditación» no podría pedir que le retiraran el régimen de visitas al padre por ser un maltratador. Eso, remarca, debe cambiar.
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