Mar de las Calmas: luces y sombras del primer Parque Nacional Marino
La gestión del santuario ecológico, el único que quedará bajo control estatal, es el gran escollo para lograr el apoyo herreño y la aprobación parlamentaria
Los zifios nadan en silencio frente a La Restinga, ajenos al debate político que se cierne sobre sus aguas. Allí mismo, los pescadores, que faenan con artes tradicionales, miran con recelo lo que el Gobierno central plantea: convertir el Mar de las Calmas en el primer Parque Nacional Marino del país.
La riqueza biológica y el buen estado de conservación de este enclave, ubicado entre La Restinga y la playa del Verodal, al suroeste de El Hierro, han llamado la atención del Ejecutivo central. Su intención: transformar este espacio en un referente nacional en protección marina. Una medida que ayudaría a cumplir el compromiso español de proteger el 30% de sus aguas antes de 2030, pactado en el marco del Tratado Global de los Océanos.
La decisión ha sido recibida con cautela por los herreños. Por un lado, sienten que se reconoce el valor natural de sus aguas; por otro, temen el impacto que pueda tener a largo plazo sobre quienes tienen en este oasis marino su medio de vida.
La propuesta, aprobada hace un año por el Consejo de Ministros, se tradujo en un anteproyecto que no termina de convencer a todos. De hecho, distintas entidades han presentado 15 alegaciones al borrador, en exposición pública hasta el pasado 2 de julio.
Tras el estudio de esas enmiendas, el futuro Parque Nacional —que abarcará 24.822 hectáreas de superficie marina y una zona periférica de casi 144.195 hectáreas— deberá ser ratificado en el Congreso de los Diputados. Un trámite sin fecha, pero que está entre las prioridades del presidente Pedro Sánchez, quien ha anunciado que lo someterá al dictamen de la Cámara Baja en breve.
El filtro del Congreso
«La agenda legislativa está muy parada ahora mismo», advierte escéptico Raúl Acosta, diputado regional de la Agrupación Herreña Independiente (AHI). Asegura contar con el apoyo del PNV y Junts per Catalunya para bloquear la iniciativa socialista si no se atiende a una demanda clara: que la gestión del parque quede en manos del Cabildo herreño, como ya ocurre con los cuatro parques nacionales del archipiélago —Teide, Timanfaya, Garajonay y Taburiente—.
Acosta subraya que los 16 parques nacionales de España están gestionados por las comunidades autónomas, y que El Hierro no puede ser la excepción. «El parque es un premio a la gestión hecha por los herreños, pero también encierra un riesgo», señala Acosta, que resalta el buen hacer de los pescadores de La Restinga al usar métodos artesanales altamente selectivos para preservar su biodiversidad.
Triquiñuela para buscar el control estatal
Según Acosta, la delimitación del parque excluye las aguas interiores canarias, dejando desprotegidos a los zifios que habitan allí. Acusa al Estado de hacerlo para evitar la cogestión con las autoridades canarias. «Puede ser un suicidio a largo plazo», advierte, ante el temor de que en el futuro se prohíban la pesca artesanal o el buceo, actividades de las que dependen directa e indirectamente los 500 habitantes de La Restinga.
Juan Miguel Padrón (PSOE), alcalde de El Pinar, donde se enclava el pueblo pesquero, lo tiene claro: «Sin el visto bueno de los pescadores profesionales y los centros de buceo de La Restinga, no hay parque». Ambos sectores, dice, son clave en la economía local. Aun así, se muestra optimista: «Estamos cerca de llegar a un acuerdo».
Más entusiasta es el presidente del Cabildo, Alpidio Armas, también socialista. «Hemos cambiado muchas cosas para que el proyecto sea aceptado por el 90% de la población herreña», sostiene. Y está convencido: la creación del Parque Nacional Marino marcará un antes y un después en la historia de El Hierro.
La isla, acostumbrada a convivir con el mar y protegerlo a su manera, se enfrenta ahora al reto de hacerlo bajo nuevas reglas. La pregunta que flota bajo las aguas del Mar de las Calmas es si ese «premio» será, también, una amenaza para sus gentes.
Tesoros vivos en aguas cálidas
El Mar de las Calmas presenta unos valores naturales extraordinarios y bien conservados que lo hacen merecedor de una protección especial. «Adoptar medidas de conservación, como declararlo parque nacional, ayuda a mantener esa biodiversidad», afirma Alberto Brito, catedrático en Biología Marina de la Universidad de La Laguna, que estudia este ecosistema herreño desde los años 80.
¿Qué lo hace tan excepcional? «Tiene un grado de tropicalidad más alto que el resto del archipiélago. En Canarias, cuanto más te alejas de África, más cálidas son las aguas. El Mar de las Calmas alberga más especies tropicales que otras zonas del entorno», explica Brito.
Sus fondos volcánicos —incluido el Tagoro, que mantiene actividad hidrotermal— propician además un componente biológico único, señala Brito. Y la profundidad marina se alcanza muy cerca de la costa. «Eso hace que la fauna oceánica de aguas abiertas y profundas esté a escasa distancia de la orilla», apunta el miembro de la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC).
Esa proximidad permite avistar especies como el tiburón ballena, el rorcual tropical, el delfín mular, el cachalote o el calderón tropical. Entre ellas destacan los zifios, con poblaciones residentes que «desarrollan toda su vida en estas aguas», dice Brito, que atribuye el buen estado de conservación del entorno al modo en que los pescadores locales han gestionado los recursos.
¿Por qué hay tanta fauna? Pablo Martín-Sosa, biólogo marino, lo explica. Junto a otros miembros del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), ha cartografiado y caracterizado los fondos del Mar de las Calmas por encargo del Organismo Autónomo de Parques Nacionales. «Entre los 500 y los 1.500 metros de profundidad hemos encontrado corales y esponjas muy relevantes. Son especies estructurantes, ingenieras del ecosistema, que forman hábitats complejos», detalla tras una campaña con el vehículo submarino no tripulado Liropus 2.000. Estas comunidades crecen sobre fondos rocosos que aún no están cubiertos por sedimentos.
Con estos valores sobre la mesa, los científicos lo tienen claro: el parque nacional apuntala un enclave de alto valor ecológico. Antonio Fernández, director del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA-ULPGC) y autoridad en cetáceos, opina que su creación sería una oportunidad de trascendencia internacional «que debe abordarse con sensibilidad local». Por eso, al igual que Brito, defiende una gestión compartida entre el Estado y las administraciones regional e insular.
«Bien gestionado, debería convertirse en un modelo de sostenibilidad y un legado para las futuras generaciones», concluye.
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