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Maru Perdomo (i) y Pino Arbelo hablando mientras hacen pulseras de hilo. COBER

«Mucho cariño» para repartir entre pacientes del Negrín

Voluntariado de la AECC. Maru Perdomo y Pino Arbelo acuden dos veces a la semana al hospital para «hablar» con enfermos oncológicos. Así es su experiencia

Luisa del Rosario

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 31 de julio 2023, 02:00

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Maru Perdomo Padilla y María del Pino Arbelo Cabello son dos de la docena de personas que conforman el voluntariado hospitalario de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Gran Canaria. Ambas tienen 65 años y ambas comparten su tiempo con pacientes oncológicos en el Hospital Negrín dos veces a la semana. «Tenemos muchos cariño aquí dentro», dice Pino señalando su corazón. «Hay que repartirlo», añade.

Pino es voluntaria desde hace 23 años, fruto de acompañar a familiares con la enfermedad. Maru empezó hace bastante menos, tras su jubilación de la biblioteca del Negrín. Antes había trabajado en El Sabinal, así «que siempre he estado entre pacientes», dice.

«Yo me siento bien cuando lo hago. Normalmente siempre salgo bien. Cuando estás con la persona que la ves tan malita y van mejorando y ves que les ayudas. Que le puedas ayudar un poquito», dice Pino. Maru la interrumpe para corroborar lo que dice su compañera. «El ser humano tiene que dar un poco de lo poco bueno que tenga uno dentro, darlo, repartirlo porque hay mucha necesidad. Salimos satisfechas con la labor que podemos hacer con los pacientes. Vengo con alegría y el paciente te recibe con alegría».

La época dura fue la de la pandemia. Los hospitales se cerraron a cal y canto a las visitas y ellas tuvieron que parar. Al menos presencialmente porque continuaron trabajando por teléfono.

«Hacíamos vídeos las que estábamos en el grupo telefónico hicimos todos los días voluntariado. Yo me inventé que iba a hacer rutas en una bicicleta estática y decía 'hoy voy a Tejeda'. 'Hoy voy a Teror'», cuenta entre risas Pino. «El acompañamiento telefónico no ha parado nunca. Gracias a eso el paciente seguía acompañado. No han estado solos», añade Maru, quien recuerda que una de sus tareas como voluntaria es «acompañar y escuchar» a los pacientes.

«Parece que no pero sí es cierto. Hay mucha gente sola. Y como hoy en día trabaja tanto el hombre como la mujer, a Dios gracias, pues se sienten solos. Y muchas veces también porque no quieren, bien por que no les compadezcan o bien por no hacer sufrir a los hijos, decir toda la gravedad del tema y se confiesan más con un extraño, aunque en este caso al final son algo nuestro», remata Maru.

«Es que se les coge cariño como si fueran de la familia», dice Pino. Y, efectivamente, añade Maru quien señala que tenía dos pacientes telefónicos que ya conoce personalmente, uno en plena pandemia y otra a raíz del volcán de La Palma. Esta última «se pasó aquí la erupción y yo la llamaba. Un día que ingresó su marido nos conocimos en persona y fue superemocionante», cuenta.

El voluntariado hospitalario no ficha, pero ellas tampoco cuentaTn las horas. «No lo calculamos. Siempre estamos más de la cuenta. Venimos dos días a la semana y unas veces te quedas hasta las 13.30 horas, otras a las 14.30... cuando estamos aquí no nos damos cuenta del tiempo, no tenemos prisa en marcharnos», asegura Maru. «Normalmente nos dicen que son dos horas, pero nunca estamos dos horas. Si viene gente que está muy mal y necesita que la escuchas tu pierdes el rumbo y hasta que no la dejas bien no te vas. Es una satisfacción que tienes como persona. A mi no me gusta decir que son pacientes porque coges mucha amistad con ellos, son amigos, no sé, familia».

Maru hace las cuentas. Semanalmente acompañan a unas 200 personas cada una. «Cada vez que venimos vemos como a unos 100 o ciento y algo entre el hospital de día, radioterapia y hospitalización, hacemos los 200 semanalmente.», dice. «Yo cojo la lista y la hago sin contar nombres», añade Pino.

Hay quien se apunta para recibir la visita de estas voluntarias, algunas personas prefieren hablar con alguien que ha pasado la enfermedad. La AECC cuenta también con lo que llama voluntariado testimonial, que son precisamente expacientes que ahora ayudan a otras personas que pasan por su mismo proceso y quieren escuchar de primera mano cómo es.

Hablar, escuchar y también jugar, aunque ahora menos. La pandemia acabó con el «cafelito» que utilizaban para «romper el hielo», dice Pino. «Era, más que un café, una forma de entablar conversación». Las mascarillas y la distancia también hicieron lo suyo, pero «hay que reinventarse» dice Pino.

Elle es la que engoa a los pacientes para hacer pulsera de hilo. Maru lleva mandalas y lápices de colores. Pero lo importante es escuchar. «Hay gente que quiere hablar de su enfermedad, de sus problemas, de cómo lo está llevando o cómo lo lleva la familia». Maru resalta que los pacientes siempre agradecen esa compañía. «Las palabras 'Muchas gracias por la labor que hacen'. No sabes cuánto las oímos».

Y hacen también la labor de «embajadoras» de la AECC informando de todos los servicios gratuitos que ofrece la asociación, desde psicología a personal de Trabajo Social o Fisioterapia.

Pero hay días, reconocen, en los que no salen bien del hospital. «A veces se te encoge el corazón y los ojos se te rayan», dice Maru. Para eso, apunta Pino agradecida, la asociación les da apoyo con charlas y talleres, para cuidar a quienes tanto cuidan.

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