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Vecinos del barrio de Las Llanadas, en el municipio tinerfeño de Los Realejos, observan el incendio que afecta al norte de la isla. EFE
Cambio climático y abandono del campo, un cóctel letal

Cambio climático y abandono del campo, un cóctel letal

La única posibilidad de parar los megaincendios es centrar la estrategia en la prevención y en rescatar una buena gestión del monte

Sábado, 23 de julio 2022

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El 17 de julio pasado, a media tarde, una tormenta incendió las afueras de Losacio y desató el mayor infierno que se recuerda en la península en esta pequeña aldea zamorana de la España vaciada. Los rayos de una tormenta prendieron la sierra. La maleza seca, los 40 grados que marcaba el termómetro y un viento sahariano hicieron el resto. No era fuego, fue una deflagración tras otra. Las llamas avanzaron a una velocidad brutal. En los primeros 60 minutos ardían unas 1.500 hectáreas. Tres horas después eran 10.000. Nadie pudo hacer ya nada en días por parar ese monstruo de fuego.

Es un ejemplo de libro de megaincendio, los siniestros de nueva generación. Un fuego forestal desbocado y explosivo, con una potencia calorífica descomunal y una velocidad de propagación vertiginosa, que en cuestión de minutos desborda la capacidad de los dispositivos de extinción y que no es posible controlar normalmente en muchos días.

LA CLAVE:

  • Un polvorín. Las arboledas repletas de maleza prenden como la yesca y no hay pastizales que frenen las llamas

Se trata del prototipo de incendio extremo que cada vez veremos más en España. No solo implica la existencia de un desastre ecológico seguro, sino que incluye una cuenta de daños descomunal y entraña, como ocurrió en la sierra zamorana, un alto riesgo de ocasionar víctimas mortales. La tendencia es que cada vez haya menos fuegos forestales, incluidos los de un tamaño importante, pero que, por el contrario, se repitan con una mayor frecuencia los incendios extremos.

«Polvorín»

¿Por qué se multiplican los fuegos que superan a bomberos, brigadistas y medios aéreos? Por las olas de calor y sequías que provoca el cada vez más evidente cambio climático y porque los bosques son «un polvorín», resumen los expertos de WWF. Las olas de calor son tres veces más frecuentes en España que hace 45 años y duran el triple. Los terrenos forestales, por su parte, están repletos de maleza y matorrales secos debido al abandono del mundo rural y a la propia alta eficacia de los bomberos, que sofocan incluso los pequeños fuegos forestales que limpian las arboledas, explica Lourdes Hernández, experta de la ONG. Son auténticas leñeras a rebosar de combustible natural. Con temperaturas tórridas y vientos favorables, propagan las llamas tres veces más rápido de lo que en el pasado era habitual y amplifican la virulencia calorífica y el fuego de copas hasta hacerlos imparables.

La amenaza de los megaincendios, están convencidos, no se podrá reducir solo con bomberos y brigadistas, por más medios y personal que reciban. España cuenta ya con uno de los mejores dispositivos antiincendios forestales del mundo, pero los técnicos creen que la efectividad de estos equipos está llegando a su límite

La única posibilidad de frenar los monstruos de fuego, coinciden naturalistas y responsables institucionales, es la prevención basada en el propio territorio. Reconfigurar las zonas boscosas y de montaña para minimizar el biocombustible que almacenan y para lograr que actúen como cortafuegos de incendios descontrolados. «Los incendios empiezan a apagarse en invierno», admite Leonardo Marcos, director general de Protección Civil. El jefe del dispositivo estatal tiene claro que urge hacer «una reflexión de más largo alcance, que ponga sobre todo el acento en la prevención».

El fuego de Tenerife llega al Parque Nacional del Teide

El fuego que se propagó el jueves pasado en el municipio de Los Realejos (en el norte de la isla canaria de Tenerife) entró a última hora de la tarde del viernes en el Parque Nacional del Teide, el mayor y más antiguo de los espacios naturales de Canarias. Los servicios de emergencia explicaron ayer que la situación «empeoró durante la noche con avances en los distintos frentes». La superficie afectada ronda las 2.000 hectáreas, con un perímetro de unos 20 kilómetros, según informó el consejero de Seguridad, Julio Pérez.

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