Un acto sin el birrete azul de María Casanova: «No estamos felices, pero sí orgullosos»
La investidura de doctores de la ULPGC recordará hoy a la joven que falleció en un accidente de submarinismo días antes de entregar su tesis. Su familia recogerá un diploma 'in memoriam'
La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) celebra hoy la investidura de los 59 nuevos doctores y doctoras. El rector, Lluís Serra Majem, les entregará su birrete, el símbolo con el que se distingue a quienes han alcanzado el máximo grado académico. Pero faltará uno color azul marino, el que esperaba llevar María Casanova Masjoan, la joven que falleció en octubre de 2020 en un accidente de submarinismo en la trasera del muelle Reina Sofía. Para recordarla y reconocer sus méritos la ULPGC entregará a la familia un diploma 'in memoriam'.
«A nosotros nos hubiera gustado ir y que ella estuviera allí, junto al resto de doctores. Que hubiera leído su tesis y que la hubiera investido el rector. Entonces estaríamos felices y satisfechos. Hoy no podemos estar felices ni satisfechos. Pero sí orgullosos de sus logros, de lo que ha hecho y de lo que conseguido en el ámbito de la investigación», afirma su padre, José Casanova.
Una persona que «se ha hecho querer»
La familia de María se ha trasladado desde Valencia, donde nació la investigadora del Instituto Universitario de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la ULPGC, para la ceremonia. «En poco más de tres años, el tiempo en el que hizo la tesis con Alonso Hernández Guerra -director del IOCAG-, ha publicado cuatro artículos como primera autora en revistas del primer cuartil. Estamos muy orgullosos de ella. Y como persona se ha hecho querer, ha sido feliz en los últimos nueve años», explica su padre, que habla de María en presente. «Después de su fallecimiento», continúa, «mucha gente se ha dirigido a nosotros, y no solo los amigos o los compañeros con los que iba a hacer surf o a practicar crossminton, deportes a los que era aficionada», añade.
Una de las cualidades que destaca José Cananova de su hija es que era una persona «que sabía organizar muy bien su tiempo. Llevó adelante todo ese trabajo (en investigación) y participó en todo, pero, a la vez, no renunció a sus aficiones, no renunció al surf, ni al crossminton. Además, le encantaba ayudar con los niños del club. Tenía un carácter que conectaba con los niños».
Entrenadora de delfines
Los tópicos infantiles sobre las profesiones llevan a los más pequeños a soñar con ser médicos o médicas, ser bomberos o policías. María, con seis o siete años, «quería ser entrenadora de delfines». Una vez, dice su padre, «reunió dinero para inscribirse en una actividad en el acuario de Valencia, el Oceanogràfic, para pasar una jornada con quienes cuidaban a los animales».
Pese a su afición al mar, al terminar el bachillerato «le dio un poco de miedo irse a Canarias» y se matriculó en Ciencias Ambientales en Valencia. «A los tres meses dijo que quería hacer Ciencias del Mar», recuerda su padre. Ese año, aunque sacó «buenas notas», dejó la carrera y se trasladó a Gran Canaria. «Había buscado información y vio que la mejor facultad era la de la ULPGC y dijo que se iba a Canarias», afirma José Casanova.
Feliz en Gran Canaria
María (Tortosa, 1992), tenía entonces 19 años. José Miguel, «un amigo de toda la vida» de su padre la esperaba en el aeropuerto para llevarla hasta la residencia de estudiantes. «Ejerció de tío» en las islas, comenta su padre. María se adaptó tanto a la isla que no quiso marcharse.
«Mi hija estuvo muy bien. Tenía muy buena relación con la Facultad de Ciencias del Mar, con su director de tesis, con el que tuvo una suerte extraordinaria: Alonso Hernández Guerra. Personalmente creo que es el director del tesis que cualquier doctorando hubiera querido tener. Te ayuda cuando hace falta y te deja correr libre cuando hace falta. Con el doctor Pedro Vélez, del Instituto Oceanográfico Español en Tenerife. Con la doctora Lola Hernández, que fue su amiga. Con con los compañeros del laboratorio, los profesores de Geología, con los que hizo el trabajo de final de grado, con el personal de la facultad...».
Voluntariado
«Cuando falleció y estuvimos en el tanatorio pasaron por allí muchos profesores a los que conocíamos de nombre porque hablábamos con María todos los días. Nos contaba qué ocurría. Estaba muy a gusto. Después de terminar la tesis y seguir unos años en el extranjero en estancias posdoctorales ella esperaba poder volver a la Facultad de Ciencias del Mar de la ULPGC», abunda su padre.
María hizo varias estancias en otras universidades, e incluso se unió a a la ONG Natura 2000, que se dedica a la conservación de la tortuga verde en Cabo Verde, y participó de voluntaria allí ayudando a evitar que destruyan los nidos de las tortugas. Su padre recuerda que «al final del confinamiento, cuando empezaron a dejar salir un poquito, María se iba a las 7.30 a la playa de Las Canteras a bucear y fotografiar peces, gusanos,... todo lo que encontraba en la barra, y lo colgaba en YouTube explicándolo».
María no está hoy junto a los nuevos doctores y doctoras de la ULPGC, pero la universidad le ha reservado el hueco que debía y merecía ocupar.
La familia de la joven, junto a su placa en Las Canteras
El padre de María Casanova, José Cananova, profesor de la Universitat Politècnica de València (UPV), su madre, María Masjoan y su hermano Josep, llegaron a Gran Canaria el jueves por la noche. Ayer fueron a la cancha en la que María practicaba crossminton, en Las Canteras. Gracias al equipo del que era socia, el Canariaspeed, y el empeño de su entrenador, Dani Robles, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria colocó una placa con el nombre de María Casanova en una de las pistas de Las Canteras, recuerda su padre. «Estamos muy orgullosos de ella», insiste su padre, quien agradece a la ULPGC el cariño que le están mostrando a su hija.