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Y el perro le buscó novio a la muerte

Y el perro le buscó novio a la muerte

El diablo volvió anoche a hacer de las suyas en Valsequillo. Un brujo lo llamó con un conjuro y dio pie al caos. Buscaba seducir a la parca, pero hay amores que matan, sobre todo si el celestino tiene tan malas pulgas. Cavó su tumba y, al tiempo, dejó que el espectáculo teatral de la Suelta sacara su cara más cañera. Zancudos monstruosos y bichos raros tomaron un casco abarrotado.

Gaumet Florido y Valsequillo

Jueves, 16 de julio 2020, 16:56

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Fue a por lana y salió trasquilado. Eso le pasó en la noche de este viernes al brujo viejuno y escuálido que coprotagonizó la espectacular representación de teatro callejero que, un año más, fue la Suelta del Perro Maldito, en Valsequillo. Invocó a la Encantadora para que le soltara al diablo del infierno y le ayudara a seducir a la Muerte, de la que estaba profundamente enamorado, ejecutando una matanza urbi et orbe, y al final a quien mató el demonio fue a él mismo. Bueno, visto lo visto, quizás era lo que buscaba. Porque, en efecto, la propia Parca hizo acto de presencia en el escenario y se llevó los despojos de su pretendiente. Acabaron juntos. Pero dejaron al perro haciendo de las suyas en plena madrugada. La tradición dice que hoy se encargará San Miguel de atarlo.

Pocas veces, o puede que nunca en sus 31 ediciones anteriores, el guion de la Suelta haya tenido como trama central una historia de amor, eso sí, enfermiza y criminal, pero, al fin y al cabo, de amor. Y menos aún entre un brujo feo y malintencionado y la Muerte. La organización de esta obra asumía el riesgo, y salió airosa. Quiso recuperar la base de la leyenda, esa que dice que el diablo anda suelto la noche de San Miguel, y eso fue justo lo que trataron de llevar a escena, aunque luego trazasen una leyenda paralela con dos protagonistas más, la Encantadora, donde muchos vieron durante la noche de este viernes un guiño al movimiento feminista (una mujer con poderes que decide su camino) y un brujo enamoradizo.

Lo que no cambió fue la esencia de la Suelta, una obra teatral de carácter popular que movilizó, a partir de las 12 en punto de la noche, a casi 200 personas, unas 100 como personajes, que tomaron la plaza y las calles aledañas del casco. Este año, además, el calendario la hizo coincidir con un viernes, por lo que se juntó más gente, que abarrotó este rincón del centro urbano. Otra vez el perro se paseó ufano, sembrando miedo, abriéndose paso entre la multitud. Y otra vez el diablo abrió las puertas del Infierno para que un séquito de demonios, bestias, brujas y otros seres siniestros tomasen el pueblo. Fueron algo más de 30 minutos de miedo, sorpresas y música.

Batucada y niños

Se apagaron las luces y el espectáculo arrancó con el brujo, en pleno conjuro, arrojando sus miserias a un caldero de males. Quería enamorar a la Muerte. Había sacrificado de todo, animales, personas. Y nada. Necesitaba invocar a la Encantadora para que le soltase al mismísimo diablo, el perro maldito.Y eso solo lo podía conseguir con el sacrificio de niños, de almas puras. Iban de blanco. La siguieron en desfile y en medio del público hasta acabar en el escenario. Cumplido el ritual, el mal quedaba suelto. El perro no tardó en salir. También se apareció en mitad de la gente. A 1,30 metros sobre el suelo, en trono y precedido por una espectacular batucada. El brujo le hizo el encargo: regálale a la Muerte la destrucción de la humanidad. Y al diablo no le dio la gana. Optó por sacrificarlo a él. Esa Muerte que tanto ansiaba conquistar se presentó como un espectro, cadavérica, y se lo llevó. Cuando el perro pensó repetir con la Encantadora, le paró los pies. Ella lo soltó, luego ella se merecía poder elegir su final. Y se marchó. El perro se quedó solo y sembró el caos. Una locura de idas y venidas, de monstruos y bestias, tomó las calles. Arriba y abajo. Al final el diablo sentenció: seguiré viviendo en todos y cada uno de ustedes.

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