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Unas 160 familias de migrantes no tienen ni para poder comer

Unas 160 familias de migrantes no tienen ni para poder comer

La Federación Países advierte de la «extrema necesidad» de los peticionarios, en situación irregular, que trabajaban sin contrato y que no se benefician de ERTE ni de ayudas al alquiler.

Jueves, 1 de enero 1970

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Eran visibles mientras producían para el sistema. Ahora que la crisis sanitaria los ha encerrado en sus casas, no existen. Eso es lo que parece que ha pasado con los migrantes que se hallan en la isla de forma irregular. El confinamiento y su sistema de ayudas los mete en un limbo legal. Viven al día. Si trabajan, comen, y si no, no comen. Y como ahora no pueden trabajar, su situación es «crítica». Colectivos que los apoyan piden al menos que se les faciliten alimentos. Son vendedores ambulantes, empleados del hogar o trabajadores en el sector agrícola, todos sin contrato, por lo que no tienen derecho a beneficiarse de ningún ERTE. Muchos tienen niños. Han contado 210 las familias en esta situación de «extrema necesidad» en la capital, pero tras una acción urgente de Cáritas se han logrado 50 bonos en alimentos para las que peor están. Consiguió otros 50, pero fueron a parar a otras familias migrantes de Santa Lucía.

Pablo Agriela, portavoz de la Federación Países, que aglutina a más de una treintena de asociaciones que ayudan a la población migrante, advierte de que quedan 160 hogares en la capital sin comida. Tampoco reciben ayudas para el pago del alquiler de sus casas, por lo que teme verlas en la calle.

Este miércoles se abrió una puerta a través de Cáritas para tramitar las solicitudes de ayuda. Se sentaron Países y la Federación de Asociaciones Africanas para cribar sus listas y evitar que se repitan nombres. Mustafá Galah, coordinador de Inmigración de Cáritas Canarias, asegura que están haciendo grandes esfuerzos, pero admite que la demanda es mucha y que no llegan a todo el mundo. En todo caso, deja claro que cuando una familia acude a ellos no le piden papeles ni informe social. «El dolor humano no sabe de papeles, ni antes ni ahora». De entrada, les consiguió los bonos. Agriela agradece el esfuerzo de Cáritas, pero entiende que no dará para todos. A su juicio, la solución deben darla las administraciones. «El hambre no entiende de nacionalidades», expuso en una carta urgente que la federación remitió al Cabildo y al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, donde residen estas familias. «Somos personas», termina la misiva. «Que les pasen después las facturas a sus países de origen, pero, por Dios, no los dejen sin comer», implora.

Al poco de declararse el estado de alarma, esta federación, en coordinación con el Banco de Alimentos y tras la mediación de la Delegación del Gobierno, pudo repartir alimentos a 142 familias que la habían solicitado. Lo hicieron en su sede de la Casa del Migrante, en la capital. Pero en 48 horas aparecieron 150 familias más. Ya van por 210 peticionarias. Y el Banco de Alimentos no les puede volver a dar hasta fines de este mes. Lo intentaron por otras vías y sin éxito. «El Ayuntamiento nos dio cuatro teléfonos para solicitar la ayuda, pero la respuesta es nula, la gente sigue sin nada», lamenta Agriela. «No dudo de que se está haciendo un esfuerzo, pero está claro que no es suficiente, que la ayuda no llega; ante una situación especial hay que adoptar medidas especiales».

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