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«¿Tú me ves encerrada con este balcón?»

Tunte está confinado, como toda España, pero aquí el confinamiento se pasa diferente. Donde más se nota es en los bares y restaurantes cerrados y también en la ausencia de turistas. Ahora quien no sea del pueblo no puede pasar desapercibido.

Gaumet Florido y Tunte

Lunes, 20 de abril 2020, 08:00

Estar confinado, a la fuerza, no es plato de buen gusto. Pero en Tunte todo sienta diferente. Por la tranquilidad y porque se conocen todos. Más ahora que nunca. Al menos en teoría, aquí solo deben parar los que son del pago. Y son más bien pocos, algo más de 500. Por eso no es raro estos días que los lugareños, siempre tan hospitalarios, aborden a todo el que no conocen con un ¿buscaba algo? Tunte ha vivido mucho de la gente de paso o de la que vuelve de la Cumbre, o de los turistas, y echan de menos ese trasiego. Basta mirar los bares y restaurantes. Todo cerrado. El poco movimiento lo generan hoy los propios vecinos. Hay mucha casa diseminada y las tiendas de comestibles y autoservicios se concentran en el mismo casco, en Reyes Católicos y Santiago Cazorla.

Uno de esos vecinos viene calle abajo, por el centro de la vía. Puede hacerlo. Apenas pasan coches. Va equipado como mandan los tiempos del coronavirus, con guantes y mascarilla. «Esto es por precaución, pero aquí estamos en la gloria», insiste este vecino, con acento argentino, que salió a hacer sus compras del día. Pasó por delante de la única y particular gasolinera del pueblo, la de la Disa, con dos surtidores metidos en un garaje. En sí misma merece una visita. La empleada que la atiende, Catia Monteiro, se presta a hacerse la foto. No tiene casi actividad. Sigue abierta, pero la clientela es poca. De hecho, pasa más tiempo en la tienda de enfrente, de la misma dueña, Expedita. Se llama Almendras blancas y es una mezcla de punto de venta de artesanía y de comida, un maridaje oportuno para un enclave rural que es, además, destino turístico. Cuenta también con un puesto de administración de loterías. «Es lo que más movimiento tiene y está cerrado, han quitado todos los sorteos», recuerda.

No son periodistas los únicos extraños que este día se pasean por estas coquetas calles. Hay al menos cuatro uniformados. Dos militares de la Armada y dos de la Policía Nacional. Los primeros parecen estar de patrulla, de control. Los otros dos reparten mascarillas entre conductores y vecinos a pie. «¿Quieren café?», invitan a los soldados. Se lo dicen justo cuando pasaban por delante de La Panera de Tunte, de los pocos negocios que tenían cola de espera en la calle. Hay varios vecinos a la busca de uno de sus ricos panes. Noelia Pérez también vende estos días algún que otro café para llevar. Muy poco para lo que estaban acostumbrados. Pero toca resistir. Y echarle buen humor al encierro. A veces decae el ánimo y entonces Tunte echa mano de una todoterreno, una joven de 69 años, Clara Mejías, más conocida por Cuqui, que le pone a este pueblo ritmo de ranchera y sonrisas de vendrán tiempos mejores.

«¿Tú me ves a mí encerrada?» Y entonces despliega los brazos y abarca su balcón de flores con el que contribuye a hacer más bonito si cabe a este rincón de montaña grancanario. Tiene al fuego un encebollado de pescado salado y papas nuevas raspadas. Es su menú del día para los trabajadores del centro de salud, para los que cocina. «Aquí no entra nadie, ni mis hijos, yo les dejo el caldero en la puerta y ellos vienen a recogerlo», explica el procedimiento de entrega. Así lo hace con todos. «Yo no salgo a la calle, cuando necesito algo de la farmacia o de la tienda, les llamo y me lo traen a casa». Por las tardes agarra un megáfono y ameniza la hora de los aplausos. Se ha buscado las mañas para resistir, pero no puede ocultar que echa en falta sus horitas de trasteo en su finca de 5.543 metros (no se deja uno atrás) donde tiene plantados 73 olivos. Mientras tanto, se conforma con atender a su docena de canarios.

No muy lejos, otro tirajanero de lustre, Raúl Santana, fuma relajado en lo alto de la azotea de su casa, de llamativa fachada revestida de piedras. Él, que puso a este pago en las teles de medio mundo de la mano de su alias carnavalero, Tunte Drag, parece tomarse el confinamiento como un respiro sabático. Retirado de los escenarios, en los que llegó a ganar la gala drag de Las Palmas de Gran Canaria en 2005, admite sentirse afortunado porque este encierro no le amarga. La vida que lleva ahora se lo permite. Y el sitio donde vive ayuda lo suyo.

«La gente está cumpliendo a rajatabla»

La concejal de Seguridad en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, María Inés Rodríguez, subraya el buen comportamiento de los vecinos del municipio. «Han respetado el confinamiento a rajatabla, apenas hemos tenido incidencias», precisa. Sí se ha detectado, detalla, un incremento de la demanda de ayudas sociales, que han llevado al gobierno local a reforzar tanto el personal como la partida económica de Servicios Sociales para poder hacerle frente. Los alimentos son repartidos por Protección Civil, a cuyos voluntarios agradece su entrega y compromiso. Además, da cuenta de la colaboración abierta con la Policía Nacional para el reparto de más de 20.000 mascarillas, realizadas de manera altruista por una red de más de 250 costureras. El Ayuntamiento ha ampliado los periodos de pago de impuestos y tasas y acaba de editar una guía de medidas sociales con ayudas en materia de Vivienda, atención en Violencia de Género o un servicio de atención piscológica.

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