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La cara de un servicio fundamental

Con la luna y los astros fuera, mientras la mayoría se acomoda en el sillón frente a la tele o cena de forma distendida, el servicio de recogida y limpieza inicia su jornada. La siesta es obligatoria entre los operarios, pues la noche es larga. Su labor es fundamental, sin ella la ciudad no caminaría./ Las Palmas de Gran Canaria

Ibón S. Rosales

Jueves, 1 de enero 1970

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Son las 22.00 horas del jueves y el servicio de Recogida de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) de la capital, más conocido como el «camión de la basura», sale a vaciar los contenedores del barrio de Schamann. «Antiguamente íbamos muy rápido, ahora hay que ir sin correr para evitar golpes y accidentes graves», explica Félix Ruiz, operario con 30 años de experiencia. Sabe de lo que habla, no han sido pocos los percances. Colgarse del camión de la basura es algo que todo niño, y algún que otro adulto, siempre ha querido hacer, pero entraña sus riesgos.

Cada camión del RSU vacía una media de 250 contenedores cada noche, son siete los vehículos municipales. Suelen hacer dos descargas de seis toneladas de basura en el Complejo Medioambiental del Salto del Negro. «Cuando comencé era duro, recogíamos el Risco de San Nicolás bajando con baldes de 80 kilos al hombro. El personal de ese tiempo acabó bastante mal», cuenta el capataz, Faustino Cordero. En la noche, y concretamente en esta labor, los trabajadores se han encontrado de todo. «Hace unos años, en la zona de El Polvorín, podía pasarte cualquier cosa, desde que te sacaran un cuchillo hasta que pasaran de ti», relatan el capataz y el encargado del servicio, Miguel Lage. A nadie le agrada el ruido del camión de la basura, «pero es la única solución», cuentan, «los vecinos no quieren ni que se les haga ruido ni tener el contenedor en la puerta de su casa, pero tampoco lo quieren muy lejos», sostienen los trabajadores. El RSU se ha encontrado en los contenedores cosas curiosas como un ataúd, se han manchado de placentas de los hospitales y se han topado con hombres vivos y hasta con fetos, «cuando pasa algo así, te duele mucho», dice Agustín Mayor. A los ciudadanos les piden un poco de civismo y respeto por su trabajo. «La verdad que es bonito, la gente piensa que no porque trabajas con basura pero si conoces la dinámica te gusta. Uno intenta que todo se quede en óptimas condiciones para el ciudadano, no dejamos ni una bolsa», aseguran.

«Se decía que las mujeres no sabían barrer las calles»

«Actualmente hay más mujeres barriendo en la calle que hombres. Porque antes se decía que las mujeres no sabíamos barrer», expone la jefa del servicio Natividad Moreno, que comenzó como peón hace 27 años. La profesional comenta divertida que una mujer «sí puede barrer dentro de casa pero no fuera, ¿esto? Esto era un coto privado para hombres», comenta sobre la época en la que ella entró. La concejala del Área de Gobierno de Sostenibilidad Pilar Álvarez, que esa noche se animó a acompañar a los operarios en su labor, recuerda que este 2017 se erigió la primera mujer mando del RSU. «La presencia de mujeres en recogida es mínima, todavía menos que en limpieza», responde Moreno. Norberto Monzón es el encargado de las cubas de la subcontrata FCC.

El servicio de baldeo, encargados de limpiar con agua a presión después de que el de barrido haga su labor, las calzadas, aceras, plazas, escaleras y parques, comienza su jornada sobre las 23.00 horas. El sábado es el único día que no trabaja. Moreno es la encargada de la gestión directa del Ayuntamiento, dice que «las rutas se completan en 15 días», no todas las noches se pasa agua por toda la ciudad sino que va por zonas. La concejala detalla que hay desde zonas que se limpian «cada 60 días» a otras «cada 45, 15 o semanalmente». Nueve cubas se llenan con 16.000 litros de agua depurada que descargaran en las calles de la ciudad.

Es jueves en la zona de Vegueta, noche de pintas y pinchos, así que tienen trabajo por delante. La plaza situada al final de la calle Mendizábal es zona de botellón y el ritual comienza. Primero llega el grupo Goia de la Policía Local y los jóvenes, ya enseñados, comienzan a dispersarse, nadie quiere una multa. Acto seguido y con rapidez, una decena de barrenderos peina la zona, que ha quedado llena de vasos de plástico, botellas y desperdicios varios. La cuba empieza a baldear la calle y en menos de media hora la zona queda impecable. Las personas sin hogar siguen siendo un problema en la ciudad, «desde la crisis cada vez hay más», admite Esteban García, conductor de cuba. Aunque no les corresponde, los operarios hablan con estas personas para poder limpiar el suelo donde duermen, «que es donde también hacen sus necesidades y los olores son...», dice. Cuando no hacen caso se ven obligados a llamar a la policía.

Lo que más se encuentran en la calle son colillas y las cacas de perro, dicen, han disminuido: «La gente está más concienciada».

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