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La trampa peatonal de la calle Galicia

La trampa peatonal de la calle Galicia

Vecinos y comerciantes de la zona lamentan las obras y sus molestias pertinentes, pero son más críticos con el mal estado de los adoquines sustituidos que producían muchas caídas en la calle.

Jueves, 1 de enero 1970

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Los vecinos de la calle Galicia no daban crédito cuando, por tercera vez desde que comenzaron los trabajos de MetroGuagua, la calle se cerraba a cal y canto por las obras. Pero lo que verdaderamente les causaba perplejidad era el estado de los adoquines, recién puestos, que se habían convertido en una trampa peatonal en la que habían caído ya multitud de usuarios.

Lo explica muy bien Fabiola Marrero. Detrás del mostrador de la Joyería Garvi, uno de los negocios clásicos de la calle con 36 años de servicio. «Siempre lo mismo. Ya es la tercera vez. Polvo, suciedad, ruidos. Tengo que tener la puerta cerrada. Y con todo eso la clientela baja mogollón. Estamos muy cansados, no sé cuánta gente he recibido aquí sentándola en la silla porque se caen. Gente joven, mayor, da igual. Se tropiezan con las obras y las baldosas están todas desniveladas. Y más atrás tuvimos el socavón que se abrió y que ahora se estaba abriendo otra vez», responde a la primera, solo con indicarle que vienes del periódico y que le vas a preguntar por la incidencia de las obras en el negocio que gestiona.

La de las caídas era la respuesta general en vecinos y comerciantes de la zona, que no dan crédito a que en tan poco tiempo la obra haya causado ya tantos problemas. «Más que disgustado estoy sorprendido. No nos avisaron, no nos habían dicho nada. Pero al parecer es un tema de seguridad porque hay adoquines que se levantan y la gente se cae. Por eso creo que es mejor que se lleve a cabo esta obra antes de que llegue la MetroGuagua», subraya desde su tienda de acuarios Pura Vida Manuel Fleitas.

El responsable de Pura Vida es más comprensible que otros comerciantes con los nuevos trabajos de rehabilitación en la obra, aunque no da crédito al poco tiempo que ha pasado entre el pasado cierre de la calle y el actual. «Lo veo mal porque ha habido una mala gestión anteriormente por parte de los técnicos, pero esto es lo que hay que hacer ahora mismo porque la seguridad es lo primero. Es verdad que no hay que hacer una obra como las anteriores, que era de gran envergadura. Además lo están haciendo rapidito y sin maquinaria pesada», subrayó.

Pero las protestas no solo las verbalizan los negociantes, los vecinos también alzan la voz ante la situación. Es el caso de José Antonio, que todos los días transita la zona rumbo al Mercado Central. «El tráfico que está generando en el resto de calles está haciendo que sea imposible vivir en esta zona. Porque incluso cuando está abierta congestiona, porque no dejan pasar a los taxis por aquí. Los vecinos están cabreadísimos y se preguntan cuánto van a tardar en terminar esto, porque ahora mismo no se puede estar. Con el polvo que están levantando. Y lo peor es que esto no es un caso aislado en Las Palmas de Gran Canaria, sucede también en la calle Fernando Guanarteme», remarca rumbo a su cita diaria con la plaza de abastos.

Ventas.

El volumen de negocio que se ha generado en la calle desde que comenzaron los trabajos vuelve a marcar una línea de queja en los comerciantes de la zona. Ahí vuelve a la carga Fabiola Marrero, que se encarga de la contabilidad en la joyería. «No te puedo decir el dato concreto, pero desde que empezaron las obras se han perdido aproximadamente unos 1.000 euros mensuales en ventas. Pensaba que una vez todo terminado y semipeatonalizado se iba a ver más gente. Pero tú sales aquí a las 18.00 horas y solo ves a cuatro personas danzando. No he visto mucha mejoría», matiza.

Marrero insiste en su protesta, cansada de el aislamiento al que le han sometido durante meses estas obras que se han vuelto a reactivar. «Tengo problemas con los proveedores. Se quejan de lo complicado que es llegar aquí. Vienen con las maletas cargadas desde lejos porque no pueden aparcar por la zona y les resulta muy complicado», indicó.

Para Manuel Fleitas el problema es menor. Durante los primeros compases de la obra le fue peor, pero ahora asegura estar encantado con el resultado. «Durante los otros trabajos vivimos unos cuatro meses muy duros. Pero ahora mismo la calle se ha quedado bastante mejor. A mí personalmente me gusta mucho y me ha venido mejor. Hay mucho más movimiento, más afluencia de gente en la zona», manifestó.

Pero la sensación que verdaderamente predomina en los usuarios, vecinos o comerciantes de la calle Galicia, es la de «una chapuza» por parte de los responsables de una obra que se encuentra entre las propuestas estrella del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Una trampa para peatones en la apuesta por la movilidad.

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