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El canario que unió las tres ‘habanas’

El canario que unió las tres ‘habanas’

Habana no hay una, sino tres. Tras la conquista, la capital de Cuba se trasladó tres veces de lugar, una mudanza que fue todo un misterio hasta que el paleógrafo grancanario Jenaro Artiles lo desentraño en 1946. La reedición de La Habana de Velázquez saca al autor del olvido coincidiendo con el 500 aniversario de la fundación de la última Habana.Santa Cruz de Tenerife

Jueves, 1 de enero 1970

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De Jenaro Artiles (Gran Canaria, 1897-Missouri, Estados Unidos, 1976) poco se sabe en Canarias, pero la reedición, 72 años después de su publicación en Cuba, de pretende rescatar del olvido al historiador y paleógrafo grancanario y, además, lo hace cuando la ciudad de La Habana está apunto de celebrar el 500 aniversario de su fundación.

Esa Habana que en 2019 cumple cinco siglos fue la última de las tres habanas que se fundaron en distintos lugares tras a la conquista de la isla, una transhumancia urbana que para los cubanos representó un misterio hasta que Artiles logró desentrañarlo en La Habana de Velázquez, que ahora publica el Cabildo de Gran Canaria reeditada por el catedrático de Historia Moderna de la ULPGC, Fernando Bruquetas, y el bibliotecario de la Sociedad Científica El Museo Canario, Juan Gómez-Pamo, y que este jueves se presentó en la Casa de Colón .

«Se trata de una figura imprescindible del que pocos en nuestro país saben que existió», asegura Fernando Bruquetas, que lo conoció en sus últimos años de su vida, pero del que también desconocía su biografía. Quien sí la conocía es Juan Gómez-Pamo porque fue gracias a un tío suyo, ministro de la República, que Artiles pudo salir de España en plena Guerra Civil con un puesto en la Embajada española en Suiza.

Artiles creció profesionalmente de la mano de Agustín Millares Carlo, pero brilló con luz propia allí donde vivió y trabajo. Lo más increíble de este hombre, dice Bruquetas, es que «nació en una cueva en Juncalillo [Gáldar] y acabó como profesor en la Universidad de Wisconsin».

Fue Millares Carlo quien lo animó a estudiar Historia en Madrid «porque no le veía ni fe ni futuro en el seminario». En un mes aprobó los cuatro cursos la carrera, relata Bruquetas, y al poco tiempo sacó las oposiciones a bibliotecario en el Ayuntamiento de Madrid y en el Ateneo. En 1939, tras pasar por París, se exilió en Cuba y allí hizo lo que mejor sabía: enseñar e investigar en antiguos legajos, leyéndolos y difundiéndolos.

Entre sus muchas aportaciones a la historiografía habanera está el trabajo que ahora rescatan Bruquetas y Gómez-Pamo y que presentan como un homenaje a él y a los siglos de relaciones de España y de Canarias con Cuba.

Paleógrafo «de primer orden», Artiles tradujo los primeros protocolos de La Habana, aunque él no apareció como autor, sino María Teresa Rojas, la mecenas que financió el trabajo. El enfado fue tal que Artiles abandonó Cuba en 1947 rumbo a Estados Unidos, donde siguió ejerciendo y enseñando paleografía, archivística y biblioteconomía, y escribiendo, también en inglés, hasta su muerte.

El misterio

Jenaro Artiles logró explicar el sucesivo traslado de La Habana gracias a los primeros documentos generados en Cuba. La primera villa de San Cristóbal de La Habana se levantó cerca del río Mayabeque, en 1514 o 1505, relata Artiles en La Habana de Velázquez, publicad en 1946, para luego trasladarse al norte, cerca del río Almendares. Ese desplazamiento que no se debió, como decía la leyenda a una plaga de hormigas, sino única y exclusivamente a los intereses que generaba la conquista de México. Unos pocos kilómetros más hacia oriente se fundó la tercera y última Habana, en una bahía natural ideal para el comercio, a donde llegaban las naos de retorno antes de partir, en flota, hacia Europa vía islas Azores.

La Habana de Velázquez no debe su título a que el conquistador de Cuba, Diego Velázqez, pero no porque estuviera en la fundación oficial de La Habana, en 1519, sin para contextualizar los hechos que Jenaro Artiles relata, en los años de la conquista y colonización de Cuba.

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