Belleza espantosa
La fotografía que ilustraba la portada de este periódico el pasado jueves, producto de la maestría de Juan Carlos Alonso con el objetivo, llevaba impresa la imagen de un jeep totalmente calcinado en un paisaje apocalíptico. Entre árboles de ramas oscuras y un suelo cubierto de cenizas negras. Era conmovedora y bella. Y tenía la potencia necesaria para expresar el desastre, la fuerza del fuego para reducir todo lo que sea un obstáculo en su trayectoria.
David Ojeda y / Tejeda
Domingo, 24 de septiembre 2017, 20:11
Eso nos sitúa ante un inmenso contrasentido, el contraste entre la belleza y el espanto y cómo se conjugan en común. Esa es la sensación sobrecogedora con la que abruma a sus visitantes la cumbre de Gran Canaria estos días. La emocionante belleza de los parajes altos de la isla, donde hoy se funden el negro de la resaca y el optimista verde de que volverá a ser lo que era.
La magnitud del incendio, más allá de los conatos de tierra quemada que han propiciado en su voluntad de pirómanos algunos políticos, muestra imágenes hermosas dignas de ser salvaguardadas como si se tratara de defender el mapa de un tesoro.
La primera de ellas con respecto a la condición humana, la siguiente en relación a la belleza, altamente incomparable, de esos parajes de la isla agredidos por las llamas.
La pasión en la lucha contra el fuego de todos los actores implicados, y la solidaridad de todos los que tuvieron en su mano echar una mano, son los verdaderos causantes de que este domingo se pudiera pasear por la zona alta de la isla con naturalidad a pesar del oscuro paisaje.
Y luego está él, precisamente, el verdadero protagonista. El paisaje conmovedor de la isla, robusto ante el ataque. En pie, mostrando sus heridas de guerra no como un lamento, sino como galones para la superación una vez más. Ese que se muestra imperial, por ejemplo, desde la Degollada de Becerra, la mitad sombreado por las cenizas, la mitad amarillo y verde. Pero hermoso.