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Llegaron en patera o cayuco siendo menores y el Gobierno canario los acogió y los tuteló. Pero cumplieron aquí los 18 años y perdieron la protección. ¿La consecuencia? Se ven en la calle. O estaban hartos de estar en los hoteles, porque no arriesgaron para eso su vida en el mar, y salieron a buscarse otra alternativa. Y no la hay porque no tienen papeles y tampoco les dejan viajar a la península. ¿Dónde acaban? En la calle. O llevaban semanas y semanas metidos en complejos con gente que no conocen y se generan climas de tensión de los que surgen peleas. ¿La solución? A la calle. Estos son tres de los perfiles de las decenas de migrantes que a día de hoy se encuentran tirados a su suerte en la isla porque, como advierte Caya Suárez, secretaria general de Cáritas Diocesana de Canarias, se les ha roto «su proceso migratorio». Iban para Europa y se les obliga a quedarse por aquí.
No hay cifras oficiales. Tanto San Bartolomé de Tirajana como Mogán han pedido un mayor control a la Delegación del Gobierno. Estimaciones muy a buena pluma hablan de 120 o 140 personas entre los dos municipios. Duermen donde pueden: en barrancos, chabolas, parques o playas. Son los nuevos sintechos del sur.
Para todas estas personas que se han visto excluidas del sistema de acogida humanitaria, esta ONG se ha convertido en su último refugio, particularmente, sus comedores sociales. Gestiona cuatro y en todos han notado desde noviembre de 2020 un «significativo incremento» de las peticiones de comida por parte de migrantes, pero donde más, en los dos más grandes, en el de Escaleritas, en la capital, y en el de San Fernando, en Maspalomas (San Bartolomé de Tirajana), que recibe el nombre de Caipsho.
Caya Suárez apuntó este miércoles que durante el mes de enero, y hasta el día 20, dieron comida a 126 personas migrantes. Así, de los 110 menús diarios que sirven tanto para desayunos como almuerzos, el 72% son para este colectivo. «Y de los 126 que pasaron por San Fernando, 40 habían cumplido la mayoría de edad y, como no hay un dispositivo puente, se habían quedado en la calle, y 86 habían salido de los programas de acogida humanitaria», detalla Suárez. En la capital sirven 180 menús al día, y el 50% son para migrantes. Y otro dato. El 99% de este incremento en los peticionarios de comida corresponde a marroquíes. «Nada extraño porque también son la mayoría de los que han llegado en los últimos meses».
Por ahora pueden dar este servicio, pero están al límite. No por falta de comida, sino por un problema de logística. Sus cocinas de Escaleritas preparan a diario 300 menús y no tienen capacidad para mucho más. Antes los menús de Caipsho se los hacían los hoteles, pero como ahora están cerrados, Cáritas los hace todos, los de la capital y los del sur.
Y tienen otro problema, según señala Caya Suárez. Entre que por la covid no se les puede dejar entrar en los comedores y que, al haber más demanda, tienen que esperar algo más de tiempo por los menús, algunos locales se paran y crean conflicto. «Alguno nos ha llegado herido a coger su comida», advierte. «Buscamos cómo prevenir que sucedan estos episodios».
La edil de Servicios Sociales de San Bartolomé, Mercedes Díaz, informa de que se ha solicitado la presencia de la Policía Nacional y que han colocado vallas para ordenar la cola durante la espera.
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