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De los pactos a dos al desconcierto

El último debate de la nacionalidad de la legislatura supondrá un punto y aparte en muchos aspectos. Con él se acaba el primer Gobierno de Fernando Clavijo y el primero en sobrevivir a una minoría sin red. Probablemente también finalicen los pactos a dos con Coalición Canaria en el eje principal y un Parlamento con 60 diputados elegidos con la triple paridad, cuya defunción ha quedado estampada en el Estatuto de Autonomía

Almudena Sánchez y Santa Cruz de Tenerife

Domingo, 17 de febrero 2019, 00:01

Si el debate de la nacionalidad de este año comenzara con la música que se asoma cada Navidad, lo que sonaría sería un réquiem a un Gobierno que ha estado sobreviviendo cómodamente en la minoría más frágil que se conoce en Canarias, y a un Parlamento salido de la triple paridad.

En 2016, cuando el presidente Fernando Clavijo afrontó su primer examen de gestión, derrochaba buenrollismo y ardientes deseos indiscriminados de «diálogo» y «entendimiento». Había iniciado el mandato revalidando el pacto con el Partido Socialista Canario (PSC), reforzado por la confianza que depositó en él la Agrupación Socialista Gomera (ASG) desde el grupo Mixto.

El buen talante con el Gobierno del Estado, dirigido entonces por el Partido Popular (PP), le premió con los 1.600 millones del desaparecido impuesto sobre el tráfico de empresas (ITE). Con ellos, el presidente diseñó un nuevo marco de relaciones entre las administraciones, empoderando a los cabildos a través del Fondo de Desarrollo (Fdcan) al mismo tiempo que se enfrentaba a su socio de Gobierno.

Cuatro años después, Clavijo ha perdido a su pareja en el pacto por el camino pero ha podido mantenerse no solo por la fidelidad de ASG, sino gracias a un PP habitualmente dispuesto, y también a una oposición que no ha conseguido unificar estrategias ni siquiera para la moción de censura con la que se amagó en los pasillos del Parlamento.

Todo ello a pesar de que la portavoz de Podemos, Noemí Santana, dijera que «nuestros 133.000 votos tuvieron un objetivo claro: que Canarias tuviera una política distinta a la que se ha hecho por Coalición Canaria y sus muletillas del Partido Popular y del Partido Socialista durante los últimos treinta y tres años».

Hoy en día, del «buen rollito», como se mofó el presidente del PP, Asier Antona, en aquel primer debate de la nacionalidad, apenas quedan los restos. Al Fernando Clavijo de la última etapa de su mandato se le ha oído llamar a constituir un «clamor social para defender lo que corresponde a Canarias» -para muchos, un frente contra el Gobierno del Estado-, y amenazar con acabar en los tribunales, como hizo su antecesor en el cargo, el mismo al que le quiso pasar página desde el primer minuto de ser investido presidente.

En este nuevo epílogo estratégico que se ha marcado Coalición Canaria (CC) vuelven a encontrar un punto de apoyo, esta vez en unos conservadores que actúan de caja de resonancia en sus diatribas contra Madrid, pero solo a partir de que Mariano Rajoy fuera dramáticamente desalojado del Gobierno central; antes, Antona había dicho al presidente: «señor Clavijo, no haga como el señor Rivero, evite los frentes».

Ahora, el PP mira las próximas elecciones con temor discreto, y el resto de los partidos coinciden en adjudicarles bajadas en el número de votos y de escaños. Por eso, han decidido aprovechar los últimos meses para reconstruir puentes con los nacionalistas, pero hasta estos se muestran convencidos de que llegó a su fin la época de los pactos que se cocinan a dos manos.

El portavoz de CC, José Miguel Ruano, ya señaló en 2016 que «espero que haya cambios en el PP y, por tanto, a partir de ese momento podamos tener más capacidad de entendimiento real, más allá del postureo que se hace cuando se hacen ofrecimientos de pactos, acuerdos, cuando realmente en la práctica no se sustentan en gran cosa».

Se viven tiempos de desconcierto. Con el precedente de Andalucía todavía muy presente, quizá CC también deje de ser el eje sobre el que pivoten los pactos futuros. De ahí que los nacionalistas se muevan en tierra de nadie.

En cambio, Nueva Canarias (NC) saca provecho de la incertidumbre promocionando la consecución de la «mayoría progresista» el 26 de mayo, junto con el PSC y Podemos.

Sin embargo, en el Parlamento se esperan aún más actores y por lo tanto, nuevas mayorías. Por un lado, la entrada de diez diputados más está ya asegurada en virtud del nuevo sistema electoral, que incluye la nueva circunscripción autonómica.

Por otro, la bajada de los porcentajes necesarios para obtener escaño obligarán a ensanchar las puertas de Teobaldo Power. En 2015, Ciudadanos (Cs) estuvo a punto de cruzar el umbral; en estos momentos no hay prácticamente nadie en la Cámara que augure verles fuera. Y, desde los resultados electorales en Andalucía, hay quienes barruntan con la aparición de Vox.

Así, este debate de la nacionalidad también verá por última vez una Cámara en donde la representación territorial está muy por encima de la poblacional.

En 2016, se conjuraron para acabar con la triple paridad, primero el Partido Popular (PP), Podemos y Nueva Canarias, presionados por la plataforma cívica Demócratas para el Cambio.

A la propuesta de crear la comisión de estudio se unieron después CC y PSC. La entonces presidenta del grupo Socialista, Dolores Corujo, lo celebró al proclamar que «el Parlamento de Canarias ha dejado de ser algo así como una especie de club exclusivo en el que se había convertido por culpa de una reforma electoral».

El grupo Mixto se vio arrastrado por las circunstancias pero ya desde ese primer debate de la nacionalidad de la legislatura, Casimiro Curbelo se mostró combativo y, dirigiéndose al presidente, le recordó que durante la sesión de investidura «le dije que trazábamos una línea roja en lo que pensábamos que era el gran asunto de esta legislatura: el intento de acabar con el pacto de equilibrio de Canarias».

Transcurrido el tiempo, lo que se ha acabado ha sido la triple paridad a través de una fórmula que tampoco va a resultar un revulsivo en la correlación de fuerzas parlamentarias, como así lo admiten incluso los promotores de la reforma electoral. No obstante, ésta es la reforma que mayor trascendencia tiene de toda esta legislatura, tanto por sus efectos en la constitución de los pactos de gobernabilidad como en los nuevos grupos parlamentarios que todos esperan ver.

El presidente ha querido dejar como impronta personal su capacidad para liderar cambios. Pero hasta Curbelo, al hacer balance del primer año dijo que «han reformado ustedes bastante poco. Hace falta valentía».

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