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Jimmy McNulty ('The Wire'): uno entre un millón

Jimmy McNulty ('The Wire'): uno entre un millón

Dominic West interpretó al protagonista de una de las series más corales de la historia, un gran detective que, sin embargo, se despeñaba sin remedio en su vida privada

Viernes, 26 de enero 2024, 23:13

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Es complejo pensar, diseñar y escribir un personaje protagonista en una serie coral tan inabarcable como 'The Wire'. Pero de alguna manera McNulty es la clave de bóveda de todo el árbol de conexiones en Baltimore. Es el corazón, el arrojo y la fuerza motriz de la serie. Y desde luego es el enganche con los espectadores que venían de otras series policiacas: McNulty es un personaje reconocible, atractivo, que empieza muy arquetípico y normativo y nos hace de guía en el terreno antes de que vayamos conociendo a todos los demás.

El casting podría haber dado resultados bien distintos: John C. Reilly estuvo a punto de ser McNulty. Pero un irlandés desconocido que hizo un casting más que extraño acabó llevándose el papel: Dominic West, que ahora acaba de ser Carlos de Inglaterra en 'The Crown', se metió en el ADN la vitalidad y curiosidad imparable de Jimmy McNulty, sin duda uno de los 50 mejores personajes de series del siglo XXI. El olfato de este detective va guiando la serie, una que supo reflejar algo muy difícil, y más en nuestros tiempos: la complejidad de la vida real. El entramado inacabable de relaciones, de jefes y subordinados, de interferencias, de trabas y de tretas para sortearlas. Lo difícil que es llevar a cabo un registro o que autoricen unas escuchas, teniendo que tener el aburridísimo papeleo perfectamente al día y que despertar a un juez a las tres de la mañana. Todo para que el encarcelamiento, a veces, dure un suspiro.

Por supuesto, la vida privada va sin frenos ladera abajo. Aunque el trabajo policial trate sobre la vida entera y no tenga horarios, es el propio McNulty el que, tal vez huyendo, se mete de cabeza a enmarronarse todo lo que sea posible. Un momento genial es el de pedirle a su hijo pequeño que siga a uno de los criminales y se aprenda la matrícula, para comprensible escándalo de su madre. En lugar de proceder a un par de arrestos rápidos que den buena prensa a la unidad, junto a Lester Freamon consigue implantar el sistema de escuchas y seguimiento de los buscas, acumulando pruebas frente a la dupla genial de criminales Barksdale y Bell (a Stringer también le dedicamos un artículo de esta serie). La muerte del personaje de Idris Elba le deja helado, al encontrar en su nuevo piso aspiracional decoración con buen gusto y una pequeña biblioteca… «¿A quién estábamos persiguiendo?», se pregunta.

Bodie y McNulty dándole al fast food RC

Y es que el contacto con la calle es lo que también diferencia a la serie de David Simon. Las conversaciones que traspasan el umbral comisaría-delincuencia, o romper la dicotomía entre buenos y malos, definen a McNulty. La famosa secuencia inicial de la serie ya muestra este vaso comunicante, pero el momento más doloroso tiene que ver con Bodie, uno de los chavales de la esquina que mejor relación tiene con McNulty, adversarios que se reconocen y se respetan, pero uno de ellos vive en un entorno salvaje y mafioso que no se lo perdona.

Durante una temporada, McNulty decide retraerse y convertirse en policía raso, patrullero, rutinario. Ensaya una pequeña felicidad con Beadie Russell (Amy Ryan), pero pasa el tiempo y claramente no puede quedarse quieto. Le puede el hambre de saber, de entender, de desentrañar la organización criminal más grande posible, el esquema real de las cosas. Vuelve al lío, no hay manera de desengancharse. Es en la práctica detectivesca donde pueden darse escenas históricas como el interminable intercambio de «fuck» entre McNulty y Bunk Moreland, el magnífico segundo de abordo.

Jimmy McNulty y Bunk Moreland, investigando como debe ser RC

Y después, por supuesto, la incomprensible última temporada, cuando un alucinado y sobreactuado McNulty coloca pruebas falsas para inventarse un asesino en serie y atraer más fondos del ayuntamiento. Sumado al hecho de que los nuevos personajes, los periodistas, no sean geniales, en la quinta temporada nos sentimos traicionados por un McNulty muy extraño, fuera de sí, con el rumbo perdido y sin esa cierta ética que reservaba siempre al menos para el mundo del trabajo. Hasta hacen un perfil psicológico que le retrata y se derrumba, pero el McNulty que recordábamos no era, desde luego, tan horrible.

Hay quien opina que es el personaje más plano de la serie, yo creo que es una exageración. Mientras se resistía a toda autoridad, él mismo la personificaba en la calle. Escondía tras su trabajo y su chulería una fuerte crisis existencial, duradera y terrible, que tenía que acallar continuamente. McNulty fue el nexo entre dos mundos, un desastre brillante y un policía maldito como tantos, pero que, con voluntad de comprenderle, nunca le negó la humanidad ni la dignidad al adversario.

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