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El logo que luce el título de esta curiosa serie española es todo un tratado de principios. Juguetea con los típicos diseños de grupos de death metal, tipografías a veces ilegibles, y va cambiando de textura y forma como si mutase, del metal a la carne, en cada entrega de un total de seis episodios de media hora de duración que se ven en un suspiro. 'Romancero' no es de fácil digestión, lo tiene complicado para llegar a un público masivo, a pesar del impulso de Prime Video, con la injusticia de que se comparen sus intenciones, al contar con dos chavales como protagonistas, con la popular 'Stranger things', una discutible fórmula de índole fantástica, con ecos ochenteros, que anida en la mente del espectador multipantalla como si fuera el modelo a seguir. Ojalá este oscuro cuento logre la oportunidad que merece porque formalmente está por encima de la media, sobre todo al compararse, inevitablemente, con otras producciones nacionales recientes ('Noche de chicas' es inexplicable).
Cuenta con una fotografía lúcida, una puesta en escena coherente y una utilización de la cámara con conocimiento de causa, además de un casting inspirado. Cada día es más inusual encontrarse narrativas cuidadas desde la propia imagen. La historia cruza el drama, el thriller y el terror, con unas singulares pinceladas de cine social. El escenario es una desértica Almería, con los famosos invernaderos de fondo, el mar de plástico donde subsisten numerosos inmigrantes, con o sin papeles. Un sitio poco acogedor, donde la vida da mordiscos, entiéndase la metáfora.
'Romancero', quizás incomprendida por el público domesticado, no es original en su fondo pero busca grietas de creatividad por las cuales colarse, alejándose de la ficción audiovisual de actualidad con label nacional. El montaje de las diferentes secuencias rompen una cronología obvia, algo que puede desquiciar al espectador medio, acostumbrado a que se lo den todo mascado. Quizás esta estructura narrativa no estaba en el guion inicialmente y ha surgido en postproducción, aportando un toque diferente al conjunto. Lo que se cuenta no es especialmente novedoso, otra historia de brujas y vampiros, pero su envoltorio es llamativo. De hecho, los momentos de costumbrismo, muy bien llevados, funcionan mejor que las escenas sobrenaturales, donde hay un toque videoclipero en las transformaciones de las criaturas que no siempre casa con el todo.
La música y las canciones elegidas, con guiños al flamenco y folclore patrio, también forman parte de la personalidad de una serie creada por Tomás Peña, también director -firma como el colectivo Manson- y Fernando Navarro ('Verónica'). Presentada en Sitges, el título alude a una colección de romances, de relatos que se entrelazan buscando cierta poética, a través de diferentes personajes y las consecuencias de su actos. El casting reúne a artistas reconocidos y a jóvenes promesas. Elena Matic, con su acento bosnio, brilla como pequeña chupasangres a la que le han robado la infancia, mientras Sasha Cócola, visto en 'Techo y comida', es una adolescente que busca su sitio y se enfrenta a un padre violento. Guillermo Toledo, uno de los grandes de nuestro cine, aunque le lluevan las críticas por su ideología confesa, ejerce de guardia civil junto a Ricardo Gómez, un nombre que llama poderosamente la atención últimamente -no perdérselo en 'La ruta'- y aquí goza de algunos momentos sumamente inquietantes -esa escena del bar-. Belén Cuesta, insuperable en su papel de madre mártir a la que la vida le golpea sin razón, y Alba Flores como criatura insólita que convierte a la menuda protagonista para aplacar su dolor. Roles que se cruzan en una noche de pesadilla, desesperada, donde brota la sangre entre tinieblas tiñendo la marginalidad.
'Romancero' no oculta sus referencias a nuestra cultura popular, a las historias de extrañas presencias, demonios internos y fantasmas del pasado, con un toque cañí gótico. Murmullos de Federico García Lorca en una España rural más real de lo que creemos, aunque irrumpan en escena fenómenos extraños. Seres alejados de la presunta normalidad imperante, excéntricos a su pesar, un puñado de individuos de existencia agria que intentan sobrevivir en un mundo que rechaza lo diferente y condena al ostracismo a cualquiera que quiera salirse del camino. Denle un bocado.
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