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Antonio de la Torre y Belén Cuesta en 'La trinchera infinita', firme candidata a la Concha de Oro.
San Sebastián se rinde a 'La trinchera infinita'

'La trinchera infinita', la exhumación de la memoria

Los directores de 'Handia' tienen asegurada plaza entre los candidatos al Goya con un amargo y deslumbrante drama sobre el miedo, que cuenta 30 años de la historia de España desde el escondite de un topo

Domingo, 22 de septiembre 2019

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Lo único malo que tiene 'La trinchera infinita' es un punto de partida argumental que puede desanimar al espectador perezoso: ¿una película sobre un tipo que permaneció oculto durante 33 años? No hay que preocuparse. En realidad, Higinio, el concejal de izquierdas que interpreta Antonio de la Torre con la intensidad que uno espera de uno de nuestros grandes actores, no habita en una cueva. Vive oculto en el hueco de una falsa pared pero se pasea por casa y hasta ayuda en las labores de modistilla de su mujer.

No paran de ocurrir cosas a lo largo de las dos horas de metraje de una cinta que debe verse más como un drama conyugal que sobre una fábula de la Guerra Civil. Quizá hasta se sobrecargue de acontecimientos la trama en un intento de sus directores por no aburrir. El arranque es portentoso, lo mejor que hayan rodado nunca los autores de 'Loreak'. El intento de caza del protagonista está rodado con brío y fisicidad, un prodigio sensorial que comunica la angustia de quien trata de escapar de la muerte. Después vendrá el encierro en vida, el dilema al que se enfrentará el protagonista hasta que salga a la luz del sol en 1969: ¿salvar su vida es un acto de cobardía?

Cuando cesan los tiros, el tercer largometraje de Garaño, Goenaga y Arregi se convierte en la crónica de un enclaustramiento y la consiguiente desintegración familiar. El miedo se mete tan dentro que pasa a formar parte de la propia personalidad de la pareja, les incapacita para tomar decisiones. Fuera cambia el mundo y dentro todo sigue igual. El personaje del hijo representa la mirada limpia de odio de las nuevas generaciones, que interrogan a sus progenitores sobre el origen de ese miedo.

Entrevista a los directores:

Manuel Cortés, uno de los topos reales que ha inspirado el guion, llegó a arrancarse las muelas en su cautiverio ante la imposibilidad de acudir a un dentista. Ese ejercicio de supervivencia diario está magníficamente mostrado en una película donde el sonido tiene tanta importancia como la imagen: el mundo exterior llega al protagonista a través de sus oídos. El envoltorio de producción, tan cuidado como en 'Handia', no puede evitar algún tonillo a lo 'Cuéntame' a la hora de reflejar el paso del tiempo. Los pudorosos autores de 'Loreak' muestran por primera vez escenas de sexo con desnudos y hasta suena una canción de Julio Iglesias. Quién lo diría.

Tras la gélida y pulcra lección de Historia de Amenábar sobre la Guerra Civil con 'Mientras dure la guerra', 'La trinchera infinita' fue recibida en el Festival de San Sebastián con entusiasmo. Y no solo porque sus autores jugaban en casa. De nuevo el trío de directores guipuzcoanos estará sin duda entre los candidatos a los Goya con un peliculón que debería conectar con el gran público en su estreno. Antonio de la Torre asume su papel con la verdad que uno espera de un actor superdotado. Pero el alma de la película la arrebata el personaje de Belén Cuesta, a la que estamos tan acostumbrados a verla en comedia que para muchos será un descubrimiento su talento dramático. En esa mujer sin marido condenada a guardar las apariencias, a vivir un simulacro de vida, reside el desolador sustrato de esta película amarga y deslumbrante, ganadora de los premios al mejor director, guion y de la crítica en el Zinemaldia, que cuenta 30 años de la historia de nuestro país desde el escondite de un topo.

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