Alexandra Jiménez
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Alexandra Jiménez
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A sus 43 años, la actriz Alexandra Jiménez no tiene problema en reconocer que es «una privilegiada». La de Zaragoza se dio a conocer al gran público cómo África Sanz en la serie televisiva 'Los Serrano' y desde entonces no ha dejado de encadenar trabajos, ya sea en el cine o la televisión, en los que siempre sobresale una fantástica interpretación, que se adapta a todo tipo de papeles. En 'La ternura', la cinta de Vicente Villanueva basada en la obra de teatro Alfredo Sanzol que se estrenó el pasado viernes en el cine, encarna a la princesa Rubí, hija de una reina algo maga que odia a los hombres porque siempre han condicionado su vida. Convencida de que sus dos hijas no deben pasar por ello, viaja a una isla desierta con ellas, sin saber que en ella vive un padre con sus dos hijos y en idéntico punto de partida.
-¿Qué le atrapó de 'La ternura'?
-Pues Vicente Villanueva me había hablado años atrás sobre el proyecto, que era una película que él ya tenía entre manos y me mantuvo informada sobre cómo iba avanzando todo. Siempre me pareció una idea maravillosa porque me encanta la obra de teatro. Fui a verla a La Abadía en su día y a una compañera a la que admiro que es Eva Trancón, que interpretaba a la princesa Rubí, y es algo que se me quedó muy grabado en la memoria, así que la idea de llevarla al cine me parecía maravillosa, y que quisiera contar conmigo, pues ni te cuento. Y así fueron los inicios.
-Es una adaptación que no pierde del todo esos códigos del teatro: pocos escenarios, pocos personajes. ¿Es muy diferente a rodar una película cualquiera? ¿Se parece a hacer teatro?
-Se parece y no. Se parece en el sentido de que se ha respetado mucho la estructura, el texto, la esencia, el estilo. En ningún momento se pretende camuflar que sea una obra de teatro, puesto que lo es. Se trata de hacer cine respetando esos códigos teatrales y al mismo tiempo sumando otros cinematográficos, pero yo creo que el ensamblaje, la mezcla está muy bien hech, de manera muy armónica y muy proporcionada. Y hubo un trabajo, más exhaustivo que otras veces, en el que el proceso de ensayos fue muy intenso. El texto ya lo teníamos grabado a fuego en nuestras mentes antes de empezar el primer día de ensayos para luego poder entender la coreografía, que nos explicó con mapas, con muñequitos, danzando por el mapa, explicándonos claramente cómo eran los movimientos, qué tipo de planos iba a haber en cada secuencia. Luego también, la semana que llegamos a Canarias, ensayamos con el equipo técnico todos esos movimientos. Quiero decir que era casi como una compañía teatral trasladada a un set de rodaje, en el que tenía que luego componer el puzzle de la película, pero con esa esencia de teatro.
-También tiene un componente como de cuento mágico. ¿Cómo se prepara para un personaje así, donde se busca menos el realismo y la naturalidad y se apuesta más por jugar? Yo no sé si uno se tiene que quitar mucho la vergüenza.
-Como persona, en mi día a día, sí que tengo timidez y no me gusta llamar la atención, pero luego, por otro lado, mi trabajo es el que es. Soy actriz y me gusta disfrazarme y contar historias y volverme loca y entrar al juego de todo lo que se me proponga. Tengo ahí esa dualidad bastante curiosa. Este tipo de trabajo además te invita a soltar cualquier tipo de prejuicio y jugar al 200%. Y a todo lo que se te pida tienes que entrar sin analizar excesivamente y sin juzgar, sino apostando como si tuvieras cinco años y estuvieras en el patio del colegio jugando a lo que se te propone porque creo que si no es desde ahí, esta historia deja de funcionar. Es una historia con mucha ingenuidad, es una historia de fantasía, tienes que entrar en ciertas convenciones y tienes que jugar sin ningún tipo de juicio, dejándolos completamente al margen. Y al mismo tiempo, mantenerte muy conectada con lo que el personaje siente y dice porque más allá de la forma, el fondo tiene que ir a través de esa forma y seguir conectada con la verdad. Tienes que ser igual de auténtica que si estás haciendo puro realismo.
-La cinta trata un tópico muy habitual que es el de la guerra de sexos. ¿Cómo la definiría?
-Yo no creo que trate sobre la guerra de sexos. Creo que esta película trata sobre el miedo a ser herido. El miedo de una madre y de un padre a que hieran a sus hijos. Tratan de protegerles de algo que es inevitable, que es al final salir al mundo y enfrentarte a la vida y atreverte a amar en este caso. Para mí es una historia sobre el valor de amar, independientemente del dolor que esto pueda causar, más que de guerra de sexos.
-Pero ese componente también está ahí, no me lo puede negar.
-Bueno, porque es la premisa que tienen tanto la reina Esmeralda como el leñador Marrón para protegerse del dolor y el sufrimiento.
-Y el hijo mayor del leñador Marrón.
-Claro, porque él se ha aprendido todas esas lecciones que ha ido escuchando de su padre como si fueran un mantra. Pero lo bonito también es ver cómo tanto los hijos del leñador como las hijas de la reina al final tienen un instinto que pueden ya retener a duras penas, porque es más fuerte que ellos y que necesitan salir al mundo y vivir todo eso y enamorarse y apostar y arriesgar y resultar heridos o no. Pero sí que el texto de lo que te habla es que al final es inevitable el liberarte y arriesgarte y vivir.
-No ha parado de trabajar en todos estos años. ¿Se siente privilegiada?
-Sí, claro por supuesto que me siento privilegiada, lo soy.
-¿Y en algún momento se acaba el miedo al año en blanco?
-No, yo creo que eso siempre está, la incertidumbre siempre está sobrevolando. Pero vamos, en la realidad de un actor o de una actriz y en la realidad de cualquiera, ¿no? Nunca podemos dar nadie nada por garantizado, nos dediquemos a lo que nos dediquemos. Lo que pasa es que es verdad que cuando te dedicas a algo como este mundo de la interpretación, es algo que desde el principio lo tienes muy presente (ríe). Pero en realidad ninguno nos escapamos a esa incertidumbre. Yo he llegado a la conclusión de que da igual la profesión que tengas.
-Supongo que parar también debe dar miedo.
-Claro, sí, porque nunca sabes. Si de pronto coinciden tres cosas y de esas tres cosas hay que elegir una y después pues a lo mejor no coincide ninguna y simplemente no hay nada. Bueno, vas un poco sobre la marcha. No puedes planificar nada, no puedes hacer planes. Simplemente tienes que estar viviendo en el día con lo que hay y jugando de la mejor manera que puedas. Pero bueno, también eso te entrena para otros aspectos de tu vida, estar más presente y entender que todo es muy cambiante y muy volátil y que en la vida no puedes dar nada por hecho.
-¿Cómo lleva el tema de las críticas? ¿Se busca mucho?
-No, no mucho. La verdad es que tengo un filtro fantástico con mi hermana, que ella siempre manda las cosas bonitas y positivas (ríe). Yo trato de no investigar demasiado. Me importa el 'feedback' que recibo de la calle, que yo creo que es una medida bastante buena de saber si algo va conectando en mayor o menor medida con la gente. Y las críticas, pues bueno, das por hecho que a ver a quién le guste lo que has hecho y siempre que le espante. Pero claro, es que eso es natural y forma parte de la vida y de la realidad de todos.
-Tú que has estado en dos series bastante longevas, Los Serrano y La pecera de Eva, ¿te sentiste en algún momento atrapada en esos personajes o guardas un buen recuerdo de ellos?
-Guardo muy buen recuerdo. Fueron experiencias muy diferentes, en condiciones de trabajo muy diferentes, pero creo que las dos producciones me dieron mucho y también me marcaron mucho.
-Llevamos varias semanas con polémica por el documental de Évole sobre Josú Tornera. Luego otras plataformas como Disney censuran algunos fragmentos de películas como '1, 2, 3 Splash' porque sale un culo. ¿Qué te parece este tiempo de cancelaciones y de guerras culturales?
-Procuro mantenerme todo al margen que puedo porque me parece que estamos llegando a unos niveles de distorsión un tanto preocupantes. También hay una necesidad, que no sé muy bien de dónde nace, de buscar polémicas por todas partes. Si hay pocas, tratamos de alimentar en algún rincón que haya una importante que nos ocupe dos o tres días o quizás una semana, como si nos fuera la vida en ello, y luego olvidarlo completamente porque en el fondo no tenía nada que ver con nosotros. No acabo de entender muy bien qué nos está pasando, pero sí que me preocupa la falta de libertad.
-¿Cree que hay falta de libertad?
-Sí, creo que cada vez hay más falta de libertad. Cada vez estamos más condicionados por juicios extremos que responden a emociones algo preocupantes, para mi forma de verlo.
-Después de la pandemia parecía que el cine no iba a recuperarse, pero sorprendentemente este año está resultando espectacular. ¿Cree que hay esperanza para la gran pantalla?
-Espero que sí, quiero creer que sí. Creo que la experiencia que te da la gran pantalla no es comparable a ningún otro tipo de experiencias. Para mí es como leer en digital o en papel. Hay una parte de la concentración que se pierde cuando ves una película en tu casa o cuando lees un libro en el e-book. Para mí esa ceremonia y esa concentración que va implícitos en el acto de ir al cine o de leerte un buen libro no es comparable con nada. ¿Que nos lo queramos cargar? Pues es un hecho lamentable, pero creo que hay que pelear porque no sea así, porque verdaderamente nos repercute en algo muchísimo más positivo y es bueno para todos. Esperemos que el sentido común prevalezca y se sigan estrenando películas en los cines. Y sigamos yendo en las librerías a comprar libros.
-Con la irrupción de las plataformas, todos se apresuraron en desdibujar las ventanas de explotación, pero parece que las plataformas tampoco están ahora en su mejor momento.
-Claro, pero porque al final estamos consumiendo de una manera tan feroz y tan bulímica que nada tiene una duración excesiva. Todo se acaba demasiado pronto porque lo devoramos. Es imposible que eso perdure en el tiempo y entonces necesitamos un nuevo modelo para devorarlo y volver a inventar otro y devorarlo otra vez.
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