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Lily Sullivan, como Beth, en una imagen que remite al Ash ensangrentado de 'Terrorificamente muertos'.
'Posesión infernal: el despertar', hemoglobina a raudales para una película floja

'Posesión infernal: el despertar', hemoglobina a raudales para una película floja

La nueva cinta de la franquicia alumbrada por Sam Raimi se aleja de la cabaña que tantos buenos malos ratos nos hizo pasar y se adentra en un destartalado bloque de Los Ángeles

Iker Cortés

Madrid

Jueves, 20 de abril 2023, 08:57

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En 1978 Sam Raimi rodó un corto de 32 minutos con Bruce Campbell y Ellen Sandweiss, dos amigos de la Universidad de Míchigan, con el título de 'Within the Woods'. La pieza gustó lo suficiente como para que algunos exhibidores decidieran pasar el metraje como un extra a la sesión del día. Así que cuando Raimi decidió dar el salto al largometraje, lo tuvo meridianamente claro y apostó por ampliar esa historia. El resultado fue 'Posesión infernal' (1982), una película de terror asfixiante que contaba la historia de cinco universitarios, Ash (Bruce Campbell), Linda (Betsy Baker), Cheryl (Ellen Sandweiss), Scott (Richard DeManincor) y Shelly (Theresa Tilly), que se van de fin de semana a una apartada cabaña. En el sótano de la casa, descubren un viejo libro y unas cintas. Al ponerlas, despiertan una presencia diabólica en el bosque.

Está claro que el punto de partida no era de lo más original -cinco universitarios se van de vacaciones, lo que ocurre después te sorprenderá-, pero Raimi supo sacar oro de la precariedad, usando el reparto coral casi como si fueran personajes 'cartoon', con unos primeros planos imposibles, secuencias verdaderamente terroríficas y unos efectos especiales discretos pero efectivos. La guinda vino después, cuando el escritor Stephen King le dedicó una reseña en la revista 'Twilight Zone' en la que describía la cinta como «el filme de terror más original de 1982». Aquellas palabras eran lo que necesitaban para que el largometraje finalmente encontrara distribuidora. Luego llegarían las secuelas. Primero 'Terroríficamente muertos', que funcionaba inicialmente como una suerte de remake -en este caso solo Ash y su novia Linda iban de fin de semana a la cabaña- y luego cogía derroteros más cómicos aunque igual de sangrientos; después con la aventurera y menos terrorífica aunque igual de divertida 'El ejército de las tinieblas', en la que un Ash más chulo y cretino que nunca viajaba a la Inglaterra medieval para luchar contra un ejército de esqueletos. Cómics, videojuegos y hasta una estupende serie de televisión titulada 'Ash vs. Evil Dead', con un antihéroe ya cincuentón y empleado de una gran superficie, insuflaron de vida el peculiar universo de Raimi a lo largo de estos años, siempre con Bruce Campbell como protagonista máximo.

Las otras posesiones

Pero la franquicia 'Posesión infernal' también ha tenido otro recorrido alejado de Ash y compañía y producido, eso sí, por el mismo equipo que se encargó de aquellas historias, pero dando paso a nuevos personajes y nuevos talentos creativos y con un objetivo en mente: aterrorizar al espectador. Así, en 2013, el uruguayo Fede Álvarez estrenaba su relectura de 'Posesión infernal'. En aquella ocasión cinco amigos se disponían a pasar un fin de semana en el bosque con el objeto de ayudar a una de ellas a superar su adicción a las drogas. La película fue un éxito y superó los 88,9 millones de euros en todo el mundo. Álvarez no solo había captado a la perfección la esencia del original, sino que evitó en la medida de lo posible la utilización de efectos especiales generados por ordenador, devolviendo al metraje toda la sangre que un título de la saga merecía.

Y sin embargo esta nueva senda no había tenido continuidad hasta ahora. 'Posesión infernal: el despertar' llega este viernes a la gran pantalla y plantea una historia distinta, tomando muchos de los elementos y mimbres que ayudaron a construir la franquicia original. Detrás de la película se encuentra Lee Cronin, responsable de películas como 'Bosque maldito' y de algunos de los episodios de '50 States of Fright'. Cronin es también el autor de un guion que remite claramente en su arranque a la primera entrega de la saga, no solo porque imite la forma en la que Raimi manipulaba la cámara para que el espectador sea partícipe de lo que 've' el mal sino porque nos acerca de nuevo a una cabaña, con el tétrico reloj de péndulo, e incluso se permite lanzar un guiño -la película está plagada de ellos- a la desquiciante secuencia de la baraja de cartas.

Alyssa Sutherland es Ellie.

Es, suponemos, la excusa para explicitar que viene de donde viene porque a partir de ahí la película hace un flashback a un día antes y pone el foco en Beth (Lily Sullivan), una técnica de guitarra que está de gira con una banda de rock y acaba de descubrir, antes del último concierto, que está embarazada. De regreso a Los Ángeles, Beth se acerca a casa de su hermana Ellie (Alyssa Sutherland) y descubre que su cuñado la ha abandonado junto a sus tres hijos, Danny (Morgan Davies) , Bridget (Gabrielle Echols), Kassie (Nell Fisher). Para colmo de males, el bloque en el que vive se cae a pedazos y han recibido un aviso de que deberán abandonarlo en un mes, antes de que tiren el edificio abajo.

Visiblemente molesta por la ausencia de Beth durante estos meses de gira, Ellie envía a los tres hermanos a por pizza y unas bebidas para charlar con ella largo y tendido. Justo cuando están de regreso con el coche, un terremoto agrieta los suelos del garaje, dando el pistoletazo de salida a una pesadilla que no ha hecho más que empezar.

A 'Posesión infernal: el despertar' le sienta bien cambiar la cabaña por un bloque destartalado no solo porque a la saga le aporten cierta frescura otros ambientes sino porque se permite introducir nuevos personajes a medida que la acción avanza. Una acción que en este caso se aleja de los estudiantes universitarios y pone en el centro de la historia la maternidad y los hijos. Eso sí, no hay mucho más recorrido dramático que el de una madre poseída -el papel de Sutherland es espectacular- intentando camelar a sus criaturas, con todo lo divertido y espeluznante que puede ser eso.

Con un desarrollo que va de menos a más y un climax ciertamente catártico, 'Posesión infernal: el despertar' va abonando el terreno, con gore y hemoglobina a raudales, para su sangrienta fiesta final -de nuevo, se ha evitado en la medida de lo posible utilizar CGI y la sangre y los fluidos tienen presencia, volumen y peso- y cuenta con secuencias bien planteadas, como la de la bañera o la de la cocina -ojo ahí a las perspectivas forzadas que parecen querer remitir a la fotografía de Raimi-, pero que pierden fuerza debido a un montaje algo plano y menos picadito del que hubiera necesitado la ficción. En este sentido, la película de Cronin es bastante peor que la que Álvarez facturó en 2013.

Y eso que buena parte de las secuencias de las dos primeras entregas se han adaptado a este nuevo contexto -no desvelaremos más para no chafar la sorpresa-, incluidas las más cómicas. Es por ello que quienes conocen la saga y sean partidarios de la reformulación de situaciones disfrutarán con las decenas de referencias a secuencias concretas de la trilogía original que, gracias a Dios, no se ven como un corta y pega y fluyen a lo largo de la poco más de hora y media que dura la película. Quienes, sin embargo, esperen «el filme de terror más original» de 2023, parafraseando a King, deberán seguir buscando. 'Posesión infernal: el despertar' es una cinta entretenida que saciará a los amantes del gore, pero es también la más floja de la franquicia. Abstenerse estómagos sensibles.

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