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'Hikikomori' es un vocablo japonés que puede traducirse como «recluirse uno mismo» y que alude a las personas que se mantienen en un estado de aislamiento de manera voluntaria. Sin salir de su habitación, conectados a internet pero sin más contacto humano que su familia, se calcula que medio millón de japoneses viven como ermitaños modernos. 'Hikikomori' es también el título del cortometraje que Borja Crespo (Bilbao, 1.971) ha rodado dentro del proyecto Itxitik auspiciado por el Gobierno vasco, en el que ocho cineastas abordan el tema del confinamiento provocado por el virus.
La protagonista de esta pieza dirigida por el realizador y colaborador de EL CORREO presentada en Zinebi es una youtuber apasionada por la estética japonesa del manga (Nerea Elizalde), que cuando llega el encierro decretado por las autoridades a causa del covid se percata de que su situación ya no tiene ninguna singularidad: todos nos convertimos en 'hikikomoris'. El primer paso para acercarse a su familia será a través del ramen y los mochis, alimento de cualquier 'otaku' que se precie.
–Ya hay 'hikikomoris' no solo en Japón.
–Sí. Existen diferentes grados, gente como la protagonista del corto, que lo hace un poco como postureo, y hay también quien come comida comprada por internet y vive rodeado de basura.
–No hay que confundir 'hikikomori' con 'otaku'.
–'Otaku' es un fan de la cultura oriental, del manga, del anime, de la música K-pop coreana... Es lo que ha sustituido a las tribus urbanas; antes éramos mods, heavys, pijos, punkis... Ahora los chavales se hacen 'otakus'. La fiebre por el manga está creciendo, sobre todo la lectura de 'webtoons', comics serializados que se cuelgan en la Red. Se han extendido entre la juventud y muchas veces se paga la voluntad. Por ejemplo, 'Sweet Home', una serie coreana en Netflix, está basada en un 'webtoon'. El reciente Salón del Manga en Barcelona ha sido una locura. El libro más vendido ahora mismo en España, por encima del Premio Planeta, es un manga, 'Tokyo Revengers'. Ha habido colas en las tiendas desde el día anterior.
–La protagonista del corto, como todos los youtubers, está preocupada por las visitas para hacer pasta.
–La manera de reafirmar su identidad es poder vivir de lo que le gusta retransmitiendo su vida. Una lectura es que a veces no es que nos sintamos diferentes, sino que queremos serlo. Y las diferencias pueden convivir. Muchos youtubers e influencers ya no saben qué contar, se agota su vida y tienen que plantearse nuevos retos.
–Hay youtubers que son ya cuarentones y siguen radiando su vida.
–Algunos se reinventan y han sabido emplear sus ahorros. Loulogio (Isaac Sánchez) ahora retransmite en Twich su vida como dibujante de cómics, hace tutoriales... Hay juguetes rotos, evidentemente. Con cuarenta y tantos años, estar con la nariz de payaso todo el día ante la cámara, actuando como si estuvieras hasta arriba de speed, no es fácil. Otra vertiente es contar tus dramas. Los chavales ahora quieren ser streamers, como Ibai Llanos, pero de eso realmente pueden vivir cuatro. Tampoco llevan una vida tan maravillosa como pueda parecer, una cosa es lo que vemos en las redes sociales y otra la realidad. Es probable que cuando Ibai Llanos apague las cámaras no sea tan feliz como creemos. Es un tío responsable que ya ha advertido de que no todo el mundo puede vivir como él. Muchos youtubers viven con otros youtubers para no sentirse solos. Y en cuanto dejan de generar contenidos, dejan de ser tendencia y de ingresar.
–A Ibai Llanos ya le miramos con envidia hasta los propios periodistas, por su audiencia y el acceso a entrevistados estrella.
–Las nuevas generaciones siguen a gente de su edad. Cuando nosotros empezamos a escribir de cine nos gustaba José Luis Guarner, críticos asentados. Si leíamos algo suyo y no nos gustaba, no se nos ocurría ponerle 'Ok, Boomer'... Para muchos chavales, El Rubius ya es un señor mayor.
–La pandemia ha trastocado el audiovisual de arriba a abajo.
–Ha acelerado el proceso de consumir streaming en casa. Vivimos el momento en que se consume más audiovisual, pero de peor manera. Algunos ven series de modo ilegal para comentarlas antes que nadie, a varias velocidades... Dibujantes de cómics me cuentan que trabajan con una serie de fondo, es como la nueva radio. Por eso los personajes recuerdan verbalmente lo que hacen cada cierto tiempo, por si el espectador está en el baño o tuiteando. Otras series requieren entrega, como 'Line of Duty', pero 'Élite' y 'La casa de papel' las puedes ver haciendo otras cosas.
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