Versos sueltos
El poeta es el pueblo que a morir se resiste, la primera montaña que divisa la aurora. Agustín Millares Sall celebró el oficio con aquellos versos de combate, canciones que ayudaron a levantar la voz y la vista durante el último cuarto del siglo XX. Pero las respuestas al desafío de hablar claro y empujar la historia siguen pendientes.
En el reportaje publicado por Victoriano Suárez el sábado en CANARIAS7, el poeta Pedro Flores avisa de un engaño creciente, el que vende como poemas «la mera expresión de sentimientos». Dice Flores que escribir poesía no es un ejercicio de sinceridad, sino una búsqueda de precisión, y por eso, no se puede incluir en ninguna antología lo que quiera que se escriba porque se te haya muerto el perro.
Las artes sufren el signo de los tiempos. La industria de los afectos guía las tendencias del mercado, rebosan de trampas los escaparates. El empobrecimiento forzado de la última década tiene sus consecuencias, también en el mundo literario. En qué momento se produjo el timo. Cuándo el imperativo del bienestar social obligó a enajenar servicios. La escuela o la salud o la poesía, todo se puede privatizar. Esa es la paradoja.
Hubo un caldo de cultivo para esta maleza. Todo tuvo un principio, antes de nacer ya estaba creciendo. En algún momento la exaltación de la moneda provocó la devaluación de la vida. Un ritual que degrada incluso los versos sueltos. La calle invadida, como la política. El aire libre inundado de pestilencia. Lo saben bien en los arrabales; todo es más rentable si se vende por fuera del mercado. En su Memorial del Olvido, Pedro Flores ya advertía del «inútil patrimonio del vacío», donde se envasan hoy las expresiones afectivas. Decía Agustín Millares que escribir poesía es cantar la verdad. Tarea difícil cuando es fecunda la mentira.
