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Un técnico nuevo en el banquillo

Viernes, 29 de septiembre 2017, 09:30

Llega Ayestarán al banquillo de la Unión Deportiva Las Palmas y hay que desearle lo mejor. De entrada, se le reconoce la valentía, porque lo fácil, después de la espantada de Manolo Márquez, habría sido esperar al lunes, que fuese otro el que asumiera esa goleada en el Nou Camp que espera buena parte de la afición, y firmar sobre la marcha para recoger las cenizas del equipo e intentar resucitarlo.

Hecha esa consideración previa que rema a favor del recién llegado, confío en que lo hayan puesto al tanto de todo lo que pasó en la pretemporada, con el entrenador que iba a ser y que en el minuto final no fue, y esa inesperada llegada de Márquez. Porque habrá un día en que deberán asumir responsabilidades los que dieron por bueno a Márquez a sabiendas de que todo indicaba que el puesto le venía grande: él, a fin de cuentas, fue honesto consigo mismo. ¿Habría sido mejor que lo hiciera antes? Evidentemente, sí, pero mejor que salga de él y no que caiga por una destitución fulminante.

Ayestarán tiene fama de atesorar carácter. Ojala sea así porque le toca administrar un vestuario donde todo indica que hay unos cuantos egos subidos a la parra, una cantera que quiere saber si su hora ha pasado, y unas estrellas -o eso dicen- que todavía tienen mucho que demostrar ante la afición. Y no es menor el trabajo ante esos aficionados, esos seguidores que se frotaban las manos con la temporada que parecía que iba a ser de grandes éxitos y que ha visto un equipo que parece desarmado, pendiente siempre de la genialidad que pueda salir de las botas de Viera, del oficio de Calleri recibiendo de espaldas y buscando un hueco y poco más.

Sabido es que el fútbol no es una ciencia exacta. Como señalaban esta misma semana los jugadores, todavía estamos en el inicio de la temporada y queda un largo, larguísimo camino por delante. Nada impide, de hecho, que el domingo haya un giro de 180 grados y la Unión Deportiva Las Palmas salga victoriosa del Nou Camp y también es sabido que soñar es gratis. Y hasta necesario. Pero mientras se obran los milagros, lo que toca es que el aficionado vea propósito de enmienda, firmeza en el banquillo, un estilo de juego definido y no que se improvise en cada encuentro, y variedad de recursos cuando la varita mágica de Viera se agota por cansancio o por eficacia de los rivales.

Si lo consigue, bienvenido sea; si lo intenta con firmeza, bienvenido sea al menos el esfuerzo. Porque los goles -no lo olvidemos- ni los mete el entrenador ni los encaja.

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