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Entre el jueves y el domingo pasado, 257 artistas y más de 70.000 personas hicieron realidad, en el Puerto de la Cruz, Mueca, un festival de arte en la calle, reconocido ya como uno de los mejores de Europa. Quince espacios escénicos acogieron más de un centenar de propuestas, pero mas que eso todas las calles del casco del municipio tinerfeño rebosaron de participación e implicación. Ahí está el principal valor de esta propuesta: la complicidad de todos sus intervinientes, entre los que se incluyen no solo los creadores sino también vecinos, empresarios y asistentes. Si hoy Mueca es una realidad que no para de crecer, que se consolida entre las más destacadas ofertas culturales de estas islas y se coloca en el cartel internacional, es gracias a sus cómplices.

Mueca nació no solo para ofertar atrayentes espectáculos traídos desde todos los puntos cardinales sino para demostrar, también, que la cultura sirve para hacer de la calle un punto de encuentro, un motor de dinamización social y, por supuesto, económico. El Puerto de la Cruz esos días se desborda. Tal es el poder de atracción de este festival, que ya acumula quince ediciones, que los hoteleros y hosteleros solicitaron que se cambiara de fecha y se llevara al mes de mayo para reactivar este periodo tradicionalmente de poca ocupación. Y tal es el poder de cautivación de Mueca que fue la propia ciudadanía, con su plataforma de cómplices, la que forzó su recuperación después de que torpezas políticas lo suspendiesen durante los años 2010 y 2011. Hoy es una realidad que permite al Puerto de la Cruz recuperarse en el plano turístico, ofertándose como un destino que brinda algo más que sol y playas. El ejemplo, está claro, es para tenerlo muy en consideración.

Son titiriteros, actores, malabaristas, contorsionistas, cuentacuentos, músicos, mimos, bailarines, payasos, batucadas y gentes de todo pelaje: mayores y pequeños, de mediana edad y de no tanta. Familias, con críos, que pasan el día participando entre este y aquel espectáculo, mientras se confunden en una esquina con un monologuista o un provocador saltimbanqui. Gradas que se llenan, un espectáculo tras otro, unos sobre el mismo suelo, otros en las alturas, pero todos en la calle. La calle es el escenario para dar vida al arte y al encuentro. Es un derroche de vida.

Y entre los reconocidos artistas internacionales, también gente del lugar enseñando sus iniciativas, barrios orquestados y danza en comunidad con discapacitados que vibran entre el calor de un público que hace suyo el festival y que, incluso, lo engrandece con actividades paralelas, como la de los jóvenes que montan un desafío rapero en una plazoleta, con jurado incluido.

Mueca es la constatación de que los ciudadanos son elementos constituyentes y de que la cultura es un mecanismo valiosísimo para fomentar la participación, mantener viva la sociedad civil y facilitar la interacción, la complicidad, entre los gestores públicos y la gente de a pie. Es un espacio de comunicación continuada, interactivo, ahí radica su belleza, su grandeza.

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