La soga en casa del ahorcado
Pedro Sánchez ha liquidado gran parte de su potencial y patrimonio político en sólo 112 días como presidente. Lo que prometía ser un gran Gobierno para una gran campaña electoral se ha convertido en una pesadilla para los socialistas a pesar de las recetas de cocina que proporciona el CIS.
Al presidente le crecen los enanos en un circo que él mismo montó desde una pura carambola política que le llevó a la presidencia del Gobierno, con un único y universal mensaje: la ética y la ejemplaridad. Conceptos que esgrimió frente a la corrupción del PP y que estableció, desde el minuto uno, como listón de su actuación futura.
Hoy, el presidente del Gobierno, víctima de su propio rasero ético, sufre en sus carnes la sospecha generalizada de que no actuó honestamente al elaborar su tesis doctoral y dirige un gabinete que ha sufrido dos crisis ministeriales por hechos similares, un fraude fiscal y un plagio de trabajo fin de máster. Dos de sus estrellas están en la cuerda floja, pendientes de que el presidente, a costa de más pérdida de credibilidad, baje el listón de las exigencias éticas y cambie de criterio para salvar los restos del naufragio.
Pedro Duque, el héroe nacional por sus paseos espaciales, fue uno de esos ministros mediáticos que aceptó el cargo sin necesidad alguna de enfangarse en la vida política. Un rostro popular que ahora se hunde en medio de la polémica de su empresa instrumental constituida para comprar su chalé y tributar lo justito a Hacienda; o no pagar nada, porque según las informaciones de la prensa nacional nunca ha declarado los alquileres que dice que cobró a sus inquilinos.
Rehén del listón ético establecido por Sánchez y acosado por Podemos, que en estos asuntos ha visto la veta perfecta para constituirse de nuevo, después de la crisis del casoplón de Iglesias, en referente moral de la izquierda, el pobre e ingenuo Duque es carne de cañón y sólo lo salvará un giro copernicano de la moral del presidente.
Mucho más aviesa y atravesada es la ministra de Justicia, Dolores Delgado. La experta ministra, que ideológicamente está más en Podemos que en el PSOE y que es miembro del grupo de amigos y compañeros liderado por el polémico exjuez Baltasar Garzón, está muy puesta en la lucha de alcantarilla, en la que se ha movido el propio exmagistrado y muchas de sus amistades, como el comisario Villarejo. Podemos, en beneficio propio y sacrificando una de sus piezas claves en el Gobierno, la ha marcado. «Quien se relaciona con el comisario Villarejo, como demuestran las grabaciones filtradas a la prensa, no puede ser ministra», sentenció Pablo Iglesias.
Las claves de los apuros de Sánchez son dos. Por un lado, su propio listón para medir la honorabilidad de un político. Él mismo se echó la soga al cuello y ahora no sabe cómo mantener el equilibrio sobre el banco para no ahorcarse. Es la guillotina que acabó con el efímero ministro de Cultura, Maxim Huertas, y con la ministra de Sanidad, Carmen Montón. Es el listón que los españoles aplican al mismo presidente y a los dos ministros en la picota. No es razonable que Duque siga en el cargo obviando una sentencia suya hecha para el PP: «Si alguno de mis colaboradores tiene una empresa instrumental para evadir impuestos se va a la calle». Ni puede seguir Dolores Delgado después de mentir sobre sus relaciones personales y profesionales con el polémico y siniestro comisario Villarejo, la rata del Estado en las alcantarillas, ahora en prisión. La fiscal perteneció, y pertenece, a ese grupo de progres vengadores a los que les gusta los poderes oscuros del Estado, en los que se han movido con linternas.
Por otro lado, como segunda clave, contribuye a la desesperación de Sánchez la perfecta organización y coordinación con la que viene actuando en el ámbito mediático la derecha y algunos poderes fácticos. No han dejado un día de respiro al presidente a la hora de provocar crisis con informaciones de alcance, que el presidente ha calificado de fake, deslizando su intención de controlar a los medios de comunicación. La calificación de las informaciones como falsas es errónea. De hecho los ministros afectados las han reconocido, dos han dimitido por ellas. La posibilidad de regular la información, de legislar para controlar la libre circulación de noticias, no deja de ser una de las amenazas en la que expresa la debilidad del propio Sánchez y que puede contribuir, de manera decisiva, a que alguien de una patada a la banqueta sobre la que se tambalea con la soga que se echó al cuello.