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Vivir no es cuento de hadas

Tintero de bronce ·

La vida es un juego surrealista que casi nadie entiende, pero donde cada uno de nosotros somos una gota de aceite en el engranaje

Miércoles, 26 de agosto 2020, 07:11

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El mundo tiene muchas miserias, pero también muchas esperanzas que son casi el lubricante de la vida. Sobre la esperanza, y para no ponerme tan seria -ya conocen mi sentido del humor-, les voy a contar una simpática historia que leí por ahí, sobre una pareja de ancianos enfermos y con las carnes más flojas que un queso tierno que, un día por la radio, escuchaban interesados los consejos de un afamado curandero. Este hombre decía, con absoluta convicción, que la mente es tan poderosa que puedes conseguir todo lo que quieras con sólo albergar la esperanza y desearlo ardientemente. Pedía a los oyentes que, para conseguirlo, tenían que poner una mano sobre la radio para oír las vibraciones de su voz, y la otra mano en la parte del cuerpo que sintieran enferma.

La anciana, crédula y arrastrando las zapatillas (cholas), se llegó con dificultad hasta el receptor, colocando una temblorosa mano sobre el mismo y la otra sobre su artrítica cadera. Viendo su anciano esposo tal actitud de férrea creencia y esperanza, hizo lo mismo, pero colocando una mano en la radio y la otra sobre su bragueta. Observando esto su consorte, con cierta acritud le espetó, «idiota, el curandero dice que curará a los enfermos pero no que resucitará a los muertos». Como dice un antiguo refrán, «la esperanza nunca se pierde», y desde luego, los hombres, prefieren perder todos los dientes antes que la simiente. Pero a lo que iba. Decía el gran Leonardo da Vinci que «el que no aprecia la vida no la merece», y es que aunque el mundo es un grano de arena en el espacio, en él está la vida y de ella debemos disfrutar aún reconociendo que es un mosaico fragmentado de muchas experiencias y una lenta ruta hacia lo inexorable.

Al fin y al cabo, la vida es un juego surrealista que casi nadie entiende, pero donde cada uno de nosotros somos una gota de aceite en el engranaje de esta extraña máquina. y deberíamos ponerle las notas de una marimba a la esperanza, a las ilusiones, a la risa, el amor, la amistad, la familia..., con la misma alegría con la que comemos la pulpa de una refrescante sandía una tarde de agosto. Porque si no fuera así, haber nacido no tendría sentido. That is the question.

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