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Considero positivo el acuerdo alcanzado por Coalición Canaria y Nueva Canarias, tras prolongadas y complejas negociaciones, para concurrir conjuntamente a las elecciones generales del próximo 10 de noviembre. Y eso que nunca me ha gustado lo del tiempo compartido. Tal vez porque me recuerde a la nefasta experiencia del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, impulsada por Mauricio a principios de los años noventa y que se convirtió, por el desgobierno y el descrédito generado en la corporación, en el ecosistema perfecto para la posterior llegada del autoritarismo de Soria. Pero en este caso se trata, creo, de integrar adecuadamente a todas las partes.

Cuando las izquierdas españolas continúan en su proceso de creciente atomización en su empeño de imitar a La vida de Brian, ahora con la llegada del Más País de Iñigo Errejón, en medio de graves acusaciones por parte del mundo de Podemos (traidores, agentes del Ibex, quintacolumnistas del PSOE... esas y otras lindezas, algunas irreproducibles, se pueden leer en las redes sociales estos días), el esfuerzo unitario del nacionalismo canario - superando profundas discrepancias y heridas- cobra más valor.

En política, el inmovilismo, el permanente recuerdo de la afrenta, el poner por delante lo que separa frente a lo que une, debe dar paso a posturas más maduras y responsables, más constructivas y capaces de abrir puertas a futuros entendimientos. También la democrática asunción de las decisiones de las mayorías, aunque no coincidan con nuestros particulares puntos de vista. Y ser conscientes de que nadie tiene la verdad absoluta.

Incapaces

El ejemplo de la reciente legislatura frustrada, en la que los partidos estatalistas fueron incapaces de establecer un acuerdo de Gobierno ha indignado, con razón, a la ciudadanía. Los partidos deben aprender y no repetir semejantes comportamientos, a cualquier nivel institucional, si no quieren que continúe incrementándose la desafección hacia la política y los políticos que, en última instancia, puede poner en riesgo a la democracia y dar alas a propuestas populistas autoritarias completamente ajenas a los valores democráticos.

Para alcanzar el objetivo ha sido fundamental el papel de las respectivas comisiones negociadoras de CC y NC, pero asimismo el de numerosos dirigentes de ambas organizaciones que se han pronunciado favorables al acuerdo en los medios de comunicación o en privado. Y que han empujado para que este se hiciera realidad.

También es verdad que, en los dos lados, ha habido algunas declaraciones inoportunas y toma de posiciones contrarias a cualquier posible acercamiento. Minoritarias, pero que tenían la intención de tambalear e impedir el acuerdo alcanzado en la prórroga. Creo que, finalmente, se impuso la sensatez y la generosidad.

Ha ayudado, también, el modesto papel jugado por grupos de reciente creación, como REÚNA, espacio para la reunificación del nacionalismo canario, con una notable actividad en las redes sociales y más allá de éstas. Empeñados en tender puentes, en facilitar el diálogo, en romper el hielo en las relaciones entre las distintas organizaciones nacionalistas de las Islas. Lo que, en buena medida, y sorprendentemente, consiguieron.

Asimismo, ha colaborado la propia situación de las organizaciones implicadas ante un escenario, como unas elecciones estatales, que no es el más propicio para los nacionalistas canarios, que obtienen sus mejores resultados en las elecciones locales, insulares y autonómicas: un 31% del electorado les apoyo conjuntamente en los comicios de mayo. Y que, en esta ocasión, presenta particularidades con relación a anteriores generales.

Con una CC muy debilitada tras su profundo retroceso institucional en Gobierno de Canarias, cabildos y ayuntamientos, pese a su crecimiento electoral en mayo, que le sitúan en el peor momento de sus 26 años de historia. Con dirigentes que anuncian su próxima retirada, otros silentes. Y sin tiempo para analizar colectivamente qué ha pasado en el periodo reciente, cuáles han sido los errores cometidos y cómo intentar reconducir su actual aislamiento.

NC, por su parte, quedó fortalecida institucionalmente por su habilidad en las negociaciones y su actual peso en el Ejecutivo canario, pero debe ser consciente de su retroceso en votos en Gran Canaria y de su práctica limitación a esa isla y a Fuerteventura. Con dos competidores en el lado de izquierdas del tablero, PSOE y UP, que le achican espacio. Con una mayoritaria alma nacionalista, que convive con localismos y miradas a proyectos ajenos a las Islas.

Se trata solo de eso, de un pequeño paso. Que, si los resultados en las urnas lo acompañan, permitirá la existencia en las Cortes generales de voces canarias capaces de defender el desarrollo del Estatuto y del REF, así como el conjunto de asuntos que afectan al Archipiélago en un momento económico muy delicado. Para salir al paso de los Ábalos presentes o por llegar, a derecha o a izquierda, que entienden poco y enredan mucho, que no respetan nuestras singularidades y derechos. La experiencia demuestra fehacientemente la enorme utilidad de las formaciones nacionalistas en el ámbito estatal. Una presencia que en la última etapa de Rajoy posibilitó, entre otros éxitos, la separación de los recursos del REF de los de la financiación autonómica, es decir, disponer de 600 millones de euros anuales más para los servicios públicos.

Coyuntural

Este acuerdo coyuntural no supone evidentemente la unidad del nacionalismo canario que, junto a su elevado grado de coincidencia en los asuntos estatales, mantiene notables divergencias en el orden interno: ley del suelo, fiscalidad, aplicación de la renta de ciudadanía, papel de las energías renovables y del gas... Uno en el Gobierno canario y otro, por primera vez, en la bancada de la oposición. Los dos con notables incógnitas sobre su definición y desarrollo futuro.

El camino para ese entendimiento, si se produce, debería llevar en su momento a una propuesta nacionalista transversal. Sustentada en la defensa del territorio y el medio ambiente, la igualdad entre mujeres y hombres, la mejora de los servicios públicos y la superación de los abismos sociales que padece Canarias, como recientemente ha vuelto a confirmar el informe FOESSA dado a conocer por Cáritas, que señala que Canarias es la única comunidad en la que los niveles de exclusión social han crecido en los últimos cinco años. El primer objetivo del nacionalismo es, debe ser, conseguir las mejores condiciones de vida para los habitantes de esta tierra. Y ello supone afrontar profundos cambios económicos, fiscales y culturales. Y una rigurosa autocrítica, claro.

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