Territorio vedado
Ultramar ·
El paraje protegido de La Isleta, con el Confital, sigue condenado al olvido y a la degradaciónEn el año 2016 Carolina Batista Galván realizó un concienzudo trabajo sobre el conjunto patrimonial de bienes históricos y culturales de la bahía del Confital, en el que llamaba la atención sobre la necesidad de actuar con inmediatez para proteger este espacio que junto con La Isleta ha de tratarse como un solo conjunto patrimonial que atesora una alta densidad de bienes y que permite una visión integral del paisaje, donde confluyen aspectos culturales y naturales.
Ya entonces se denunciaba el alto grado de abandono en que se encontraba uno de los lugares más desconocidos de la isla y el mejor y mayor espacio libre que atesora la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Hoy, la desidia institucional persiste, la playa continua cerrada al baño tres años después por vertidos fecales, sin que se haya actuado, y el acuerdo sellado en enero de 2019 entre el Ministerio de Defensa del Gobierno de España y el Cabildo de Gran Canaria que permitiría visitar, mediante cinco rutas guiadas, el paraje volcánico de esta península grancanaria, hurtado a la ciudadanía desde hace más de cien años, cuando fue ocupado «por razones estratégicas» allá por 1898, duerme en el desván de los incumplimientos.
Hoy, la mayoría de las 462 hectáreas de paraje protegido, que puede aunar disfrute, ocio y conocimiento del pasado, continúa siendo territorio vedado a la ciudadanía y sus bienes con alto valor geológico, histórico y natural, condenados al olvido y a la degradación.
Esta pieza geomorfológica única que atesora yacimientos arqueológicos y paleontológicos, con fósiles con más de un millón de años; pero también etnográficos con restos de hornos de cal, secaderos de pescado, salinas, maretas..., constituye, en palabras del investigador y profesor Álex Hansen Machín, «un paisaje irrepetible en Gran Canaria», no en vano estamos en el «islote volcánico más evolucionado y complejo de Canarias. Un espacio único que hay que proteger a toda costa», ya, donde tenemos todos los volcanes sin necesidad de ir a Lanzarote o Tenerife.
Clama al cielo la desidia institucional con el lugar y, más aún, que se aparte a la ciudadanía, alambrada mediante, de espectáculos naturales tan grandiosos como La Hondura o la amplia extensión de disyunciones columnares que, en tierra, poco tienen que envidiar a los admirados Órganos de La Gomera y todo un sobrecogedor paisaje de mar y lava que ha de ser, con exquisitez y cuidado, mostrado y escrupulosamente conservado.